El 15 de mayo de 1916, tropas de los Estados Unidos de América llegaban a las playas de República Dominicana. Los banqueros estadounidenses, preocupados por el creciente endeudamiento del gobierno dominicano, pidieron apoyo al gobierno, que impuso unas condiciones al país humillantes, provocando el levantamiento de los dominicanos y dando la excusa para que el país norteamericano ocupase, durante ocho años, este soberano país del Caribe. Realmente, Estados Unidos quería boicotear los intereses económicos alemanes, garantizar las rutas marítimas de su industria y evitar que la seguridad del canal de Panamá se viera comprometida por los intereses germanos durante la Primera Guerra Mundial. Los militares estadounidenses demonizaron al pueblo dominicano calificándolo de bandido y salvaje para justificar su intervención y represión, lo que atrajo la atención internacional, que acabaría provocando el fin de la intervención militar el 12 de julio de 1924. Pero como siempre ocurre tras las ocupaciones estadounidenses, sus consecuencias fueron terribles, con la llegada al poder de un sanguinario, salvaje y cruel monstruo: Rafael Leónidas Trujillo, que instauró un régimen de 31 años de terror considerado como una de las tiranías más sangrientas de toda Hispanoamérica. En aquella terrorífica época y aquel terrible lugar, un intelectual gallego llegaría a ser su secretario personal y utilizaría todo lo que allí había visto para denunciar al mundo sus atrocidades. Esta es la historia de José Almoina Mateos.
José Almoina Mateos era hijo del compostelano José Almoina Vigil, un médico militar pionero en el uso de los rayos X en Lugo, ciudad en la que presidió el Círculo das Artes, colaboró en la creación del Colegio de médicos de Lugo, del que llegaría a ser secretario y formó parte de la Real Academia Galega.
José Almoina Mateos cursó bachillerato en Lugo, terminándolo en el curso 1922-23, tras lo cual se trasladó a Santiago de Compostela para estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras, licenciándose en 1930 en la especialidad de Historia. Las necesidades económicas le obligaron a presentarse a una oposición de funcionario de Correos, que aprobaría en 1931 y que le exige trasladarse a Benavente, en Zamora, para tomar posesión de su plaza y ejercer su profesión.
En este lugar José se casaría, fundaría el Partido Socialista local y levantaría su Casa del Pueblo, justo antes del estallido de la Guerra Civil Española, durante la cual su esposa fue detenida en Zamora, el 20 de julio de 1936, con su pequeña hija que acababa de nacer unos días antes, permaneciendo prisionera durante siete meses.
Mientras, José se ocultó en las montañas de León los primeros meses de guerra, tras los cuales se traslada a Santander, donde vuelve a reunirse con su esposa y se exilia a Francia, donde trabaja como funcionario del servicio exterior de la República, vencida por el bando sublevado en la guerra civil.
Ocupó puestos en el Consulado Español de Burdeos, fue Vicecónsul de España en Toulouse y en Marsella y, finalmente, se vio obligado a huir de Francia, ya que la inminente invasión nazi del país galo hacía inviable la estancia por más tiempo allí. Y en aquel momento dos países emergían como rescatadores de todos aquellos luchadores: México y República Dominicana.
No había ninguna afinidad ideológica con el dictador dominicano Trujillo, pero este se aprovechó de la necesidad de los refugiados para encontrar un país de acogida, para atraer en su propio interés, entre 2.800 republicanos, a algunos de los mayores intelectuales de toda Europa. El buque “Flandre”, zarpaba del puerto francés de Saint-Nazaire, el 25 de otubre de 1939, con 273 españoles a bordo, José Almoina y su familia entre ellos, llegando a República Dominicana a las 11:00 del 7 de noviembre.
La llegada de los exiliados ayudó a reforzar los centros educativos del país y muchos de los sectores clave del gobierno del desalmado Trujillo. José Almoina comenzó trabajando como profesor en la Escuela Diplomática y Consular de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, entre 1940 y 1945, fue nombrado catedrático especial de la Faculta de Filosofía de la Universidad de Santo Domingo e integró el claustro de la Escuela Nacional de Bellas Artes entre 1944 y 1945.
Pero sería en 1942 cuando su vida cambió para siempre. Ese año fue llevado en presencia de Rafael Trujillo, que deseaba verlo. El dictador buscaba un tutor personal para su hijo primogénito, Ramfis. Almoina había sido recomendado por un diplomático acreditado en Santo Domingo como el más idóneo para ese fin debido a sus conocimientos históricos y literarios y a que hablaba varios idiomas, entre ellos latín y griego.
Inicialmente, Almoina decía públicamente que aquella labor era la mejor oportunidad para corresponder al gesto de Trujillo con los exiliados españoles que disfrutaban de la hospitalidad dominicana gracias a él, pero, aunque no lo sabía en aquel momento, acababa de sentarse sobre una bomba.
Las reacciones y las palabras favorables de su hijo, provocaron que Trujillo decidiese aprovechar para sí mismo las capacidades y el talento de Almoina, elevándolo a una posición todavía más peligrosa, el de secretario particular del dictador. Y, por supuesto, llegó el miedo y la duda por estar tan cerca de aquella persona que de la que tanto se hablaba y de la que, ahora sí, con acceso a las fuentes de poder y las interioridades del régimen, podía decir que era exactamente el tipo de persona que se rumoreaba que era: un tirano sanguinario.
Así que el gallego decidió que no podía seguir ayudando ni apoyando a semejante monstruo, pero tampoco podía decir que se iba sin más, por lo que, en 1946, tomó la decisión de salir del país con el pretexto de que tenía problemas de salud que debían ser tratados en México, de donde ya no volvió y a donde trasladó a su familia un año después.
La siniestra trama que había conocido en las propias entrañas de aquel régimen debía ser denunciada y conocida públicamente, así que escribió un informe confidencial que hizo llegar a varios gobiernos y en el que contaba con precisión los planes y acciones llevadas a cabo por Trujillo, creyendo que aquellos gobiernos reaccionarían y tomarían medidas contra él.
Pero nada ocurrió.
Decidido a no dejarlo correr, asumió el riesgo y escribió un libro que atacaba frontalmente a Trujillo, “Una satrapía del Caribe”, bajo el seudónimo de Gregorio Bustamante, siendo aquella la primera vez que alguien denunciaba de manera pública, directa y tan detallada al régimen de Trujillo. Un atrevimiento que situó a Almoina en el punto de mira, ya que el aparato trujillista tenía claro que había sido él quien lo había escrito.
A partir de ese momento se convirtió en su enemigo y recibiría amenazas de muerte en repetidas ocasiones. Almoina sabía que Trujillo no había dejado de estar al tanto de cualquier paso que daba su antiguo secretario, ya que había estado muy cerca y era conocedor de muchos entresijos e información confidencial que había pasado por sus manos.
El lucense había puesto su vida en juego para hacer saber la verdad así que cambió en varias ocasiones de domicilio y alertó a las autoridades mexicanas del peligro que corría y de que no facilitaran su localización a la cancillería dominicana, que presionaba al gobierno para que así lo hiciera. Incluso llegó a publicar otro libro firmado con su nombre en el cual alababa al dictador, quizá como último recurso para que lo dejaran en paz, pero no funcionó, así que confió en que México lo protegería, algo que no ocurrió.
El 5 de mayo de 1960, las amenazas se cumplieron cuando un coche lo arrolló en las calles de Ciudad de México y del vehículo bajaron dos sicarios que lo remataron a balazos. Lo primero que dijo en cuanto pudo fue “digan que fue Trujillo”, pero pese a los esfuerzos de los médicos murió horas más tarde.
El mundo se conmocionó y, debido a la presión internacional, el presidente mexicano López Mateos, empleó todos sus medios para capturar a los asesinos, quienes resultaron ser expolicías cubanos colaboradores de la dictadura de Fulgencio Batista que habían llegado a República Dominicana como refugiados tras la caída de su régimen a manos de la revolución cubana.
Rafael Trujillo fue asesinado el 30 de mayo de 1961, a las 21:45 en su coche oficial. Actualmente sus restos se encuentran en el Cementerio de Mingorrubio, en Madrid, el mismo lugar en el que también están sepultados los de su amigo, Francisco Franco.
José Almoina Mateos fue el primero en tener el valor y la firmeza moral de denunciar los crímenes de Trujillo con tanta seguridad y firmeza, sabiendo que se jugaba no solo su vida, sino también la de toda su familia. No solo era un hombre culto y un erudito, Almoina fue una figura que aportó valor a Galicia, a México y a Republica Dominicana, un valor del que aún se mantiene una deuda con él que debe ser pagada. Desde hoy, estamos un poco más cerca.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- lavozdegalicia.es
- farodevigo.es
- laopinoncoruna.es
- bne.es
- fpabloiglesias.es
- elpais.com
- publico.es
- elprogreso.es
- pacarinadelsur.com