Nos gusta creer que los libros de historia cuentan la verdad indiscutible sobre el pasado, pero no es así en absoluto. Una de las grandes mentiras de la historia es la de cómo Inglaterra se convirtió en un imperio tras derrotar a la Armada “Invencible” española en 1588. Los libros ingleses cuentan que Felipe II de España envió su enorme armada de barcos para invadir Inglaterra y devolverla a la fe católica, pero fue derrotado por la pequeña y valiente armada inglesa pese a todas las adversidades. La tradición en las islas cuenta que el pirata Francis Drake, vicealmirante de la flota inglesa, se encontraba jugando a los bolos en Plymouth cuando fue avisado de la llegada de la flota española: “Tenemos tiempo para acabar la partida. Después daremos una paliza a los españoles”, afirmó. Pero la vergonzosa verdad fue otra. Toda Europa sabía que la armada española se dirigía a Inglaterra, pero aun así, el grueso de la flota de guerra inglesa fue sorprendida en puerto y sin la artillería preparada. Los barcos de Felipe II, bautizados después con intención burlesca como “la Armada Invencible”, no fueron hundidos por los ingleses, sino por las malas decisiones del comandante español, el duque de Medina-Sidonia. Lo que pocos saben es que hubo una “Segunda Armada Invencible” y que, de nuevo, los elementos, acabaron con ella. Este desastre naval se convirtió en el mayor naufragio conocido de la historia de Galicia.
El 30 de junio de 1596 una gran flota inglesa, con el apoyo de las Provincias Unidas de los Países Bajos, tomó la ciudad de Cádiz. Tras destruir la armada española en la bahía, las fuerzas atacantes desembarcaron, capturando y saqueando la ciudad.
El 3 de julio, las autoridades gaditanas pactaron con las tropas inglesas la salida de los habitantes de Cádiz a cambio de un rescate de 120.000 ducados y la liberación de 51 prisioneros ingleses. En garantía, varios ciudadanos principales de la ciudad fueron apresados como rehenes.
Tras la salida de la ciudad de los gaditanos, los ingleses incendiaron Cádiz, y al día siguiente, salieron de la bahía llevando consigo a los rehenes, al no haber recibido el pago por su rescate. Las pérdidas económicas causadas durante la toma fueron cuantiosas: la ciudad fue destruida, al igual que la flota, en una de las principales victorias inglesas en el transcurso de la guerra que provocaría la quiebra de España ese mismo año.
Ante tamaña afrenta, Felipe II de España decidió vengarse ordenando inmediatamente un contraataque. En 1585, Inglaterra había entrado en guerra contra España a favor de los protestantes de Flandes, por lo que, con este contraataque, Felipe II buscaba forzar a los ingleses a retirarse de Francia y Flandes para proteger su propio territorio.
En Inglaterra había estallado en 1594 una rebelión católica en Irlanda, así que el rey español tenía la esperanza de ayudar a los rebeldes irlandeses en su levantamiento contra la Corona inglesa. Para ello, dio orden al Adelantado Mayor de Castilla, Martín de Padilla y Manrique, uno de los mejores marinos españoles de todos los tiempos, de organizar una flota a la que se conocería como la Segunda Armada. En ella iba embarcada la ayuda prometida a los rebeldes.
Martín Padilla ya había demostrado su valía luchando en Flandes y contra los piratas en el Mediterráneo. Además, en la batalla naval de Lepanto, combatió con tal arrojo que hundió cuatro navíos del imperio otomano, lo que le valió para que fuera cubierto de honores.
La Segunda Armada se organizó en Lisboa, donde se reunieron alrededor de 40 buques de guerra y transporte con más de 10.000 hombres a bordo, entre ellos varios tercios, la élite del ejército español. Otros 41 barcos se incorporarían en Vigo, sumando además en torno a otros 6.000 hombres.
El 25 de octubre zarparon de Lisboa apremiados por Felipe II, a pesar de que Martín Padilla había desaconsejado partir en aquella época del año, en la que el mar no daba tregua, pero tres días después, a la altura de Fisterra y Camariñas, en plena Costa da Morte gallega, un pavoroso temporal les sorprendió en plena travesía.
La inesperada y terrorífica tormenta provocó daños en algunos buques haciendo que perdiesen el gobierno y que acabaran naufragando en las rías y en los temibles arrecifes de la costa gallega.
Ante esta adversidad, Padilla perdió 30 embarcaciones y 14 se hundieron en la Costa da Morte, falleciendo más de 2.000 hombres. El resto de la flota se refugió en Ferrol el 1 de noviembre de 1596.
Tras informar al rey del desastre, Padilla fue confirmado en su puesto y se le encargó la reparación de daños y preparar la armada para un nuevo intento para la primavera de 1597, reuniendo un total de 160 buques cuya misión ya no era apoyar a los católicos irlandeses, sino invadir Inglaterra apoyándose en las bases españolas del Canal de la Mancha.
Alertados, los ingleses dispusieron de una gran flota de 200 buques al mando de Robert Devereux, conde de Essex, con la intención de atacar Ferrol y destruir la flota española en puerto, pero un fuerte temporal les obligó a desistir dirigiéndose a las islas Azores, donde pretendían apoderarse de la Flota de Indias, pero no consiguieron cumplir con su objetivo, provocando que tuviesen que regresar a Inglaterra con las manos vacías.
Mientras tanto, la armada española había partido de Ferrol y llegado a las costas inglesas, pero (otra vez) debido a un fuerte temporal, se dio la orden de dispersar la flota. Siete barcos llegaron a tierra en las proximidades de Falmouth, donde desembarcaron 400 soldados de élite que se atrincheraron esperando refuerzos para marchar sobre Londres. Tras varios días en los que las milicias inglesas no se atrevieron a hostigarlos, decidieron regresar a España sin contratiempos, al igual que el resto de la flota que se había dispersado.
Tras la vuelta de la flota inglesa se abrió una investigación por haber dejado indefensa la costa de Inglaterra y poniendo a Londres en una situación de grave peligro. Hubo numerosas acusaciones de traición y varios juicios en los que algunos de los mandos ingleses fueron culpados de estar a sueldo del rey de España.
A pesar de que no consiguió invadir Inglaterra, Martín Padilla siguió ganando batallas a ingleses y holandeses, hasta que en 1602 falleció en el Puerto de Santa María. A Felipe II también se le quitaron las ganas y no volvió a intentarlo. El naufragio de la Segunda Armada no solo fue el mayor desastre naval de Galicia, sino también uno de los más grandes de la historia.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
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Referencias:
es.wikipedia.org
elespanol.com
lavozdegalicia.es
be.rah.es
arrecaballo.es
elconfidencial.com
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elcorreodepozuelo.com
relatosdehistoria.com
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