El Castellón-Dépor de esta tarde en Castalia será un partido de despedidas. La de Balenziaga, que dejará de ser jugador blanquiazul; la de Medunjanin, ex deportivista y actualmente en las filas del equipo castellonense; pero sobre todo, y la que más tiempo lleva esperando la afición coruñesa (cuatro años para ser exactos) la del Deportivo de la Primera Federación.
Tras consumar hace tres semanas en el estadio de Riazor su regreso a Segunda División y, por consiguiente, al fútbol profesional, el Dépor disputa hoy en Castelló de la Plana el último partido de la temporada, la vuelta de la Final de Campeones. La victoria por 2-1 en la ida da ventaja a los de Imanol Idiakez, que buscarán saltarse una ronda de Copa del Rey la próxima temporada y levantar un nuevo trofeo.
Años complicados
Desde el último ascenso a Primera División en 2014, el deportivismo no celebraba ninguna alegría. Tras lograr salvarse tres temporadas consecutivas, algunas con más sufrimiento que otras, en la 2017/2018 se consumaba el descenso a Segunda. Un año de altibajos terminó con el equipo ocupando el último puesto de playoff de ascenso. El Dépor superó al Málaga en semifinales y se impuso por 2-0 al Mallorca en la ida en la final. Sin embargo, un 3-0 en la vuelta a favor de los baleares arrebató el ascenso al Deportivo en la noche de San Juan.
En la 19/20, el equipo encadenó una racha muy larga de partidos sin conocer la victoria, empezando a coquetear con los puestos más bajos de la clasificación. En marzo llegaba la pandemia del COVID-19 y las ligas se paraban. En la reanudación, la situación no mejoraba y dos resultados negativos contra Mirandés y Extremadura dejaban al Dépor contra las cuerdas en una última jornada que ya ha quedado registrada en los libros negros de la historia del fútbol español. Una jornada, a priori, unificada terminó jugándose completa a la misma hora salvo un partido: el Dépor-Fuenlabrada, que se jugaría semanas después con el descenso de los blanquiazules ya certificado.
El susto mayor
El Deportivo se veía en lo que antiguamente se conocía como Segunda B justo en el año en el que la Federación decidía reestructurar sus categorías. Un formato extraño que te podía hacer ascender, mantenerte en la categoría, perder una o incluso dos de cara al año siguiente. A punto estuvo el Dépor de bajar una nueva categoría, logrando la permanencia en los últimos partidos de la segunda fase tras una temporada más que discreta.
El primer curso en la ya establecida Primera Federación empezó de forma inmejorable para un Dépor que parecía lanzado hacia el ascenso. Sin embargo, los números empeoraron en la segunda vuelta, mientras mejoraban los de sus rivales. Los herculinos terminaban clasificándose al playoff, donde llegaban hasta la final tras imponerse claramente al Linares en semifinales. En frente, un Albacete entrenado por un viejo conocido: Rubén de la Barrera, que terminaba el encuentro con sentimientos encontrados tras ganar en la prórroga y silenciar el estadio de Riazor.
La temporada pasada, el ascenso directo se volvía a escapar, en esta ocasión a manos de un equipo vecino como fue el Racing de Ferrol. El Dépor quedaba cuarto de su grupo y se medía en semifinales del PlayOff a todo un Castellón. Un 1-0 en la ida encarrilaba la clasificación de los coruñeses. Sin embargo, un partido loco en Castalia en el que hubo de todo, terminaba en 4-3 para los blanquinegros, que les daba el pase por haber quedado mejor clasificados en la liga regular.
La redención
A pesar de no haber recibido otra cosa que palos en los últimos años, la afición deportivista respondía cada verano aumentando el número de socios, dejando estampas increíbles tanto en el estadio como en los aledaños con recibimientos multitudinarios. Esto se dio justo después de la debacle de Castalia, cuando el Dépor anunció que había llegado al límite de abonados, por encima de los 28.000, de cara a la 23/24.
El equipo perdía los ascensos, pero la afición no perdía la ilusión. En vez de bajarse del barco, cada semana se subía más gente al carro. El inicio de temporada no ayudaba. Ocho puntos en ocho jornadas, lesiones, sanciones, polémicas y el equipo llegando a verse en puestos de descenso a Segunda Federación. Imanol Idiakez salvaba dos ultimátums, uno en Barcelona y otro en O Carballiño, ambos por obra y gracia de un Davo casi siempre criticado por el público.
El mes de enero fue clave para que el Dépor revirtiera la situación. Tres victorias en cuatro partidos contra rivales de primer nivel en su grupo dieron un golpe de moral más que necesario en el vestuario. Lucas Pérez volvía a parecer el hijo pródigo que había vuelto para sacar al equipo de sus amores de la peor situación deportiva de su historia. A sus costados, dos "niños" prodigio salidos de una factoría de Abegondo que produce más talento que nunca. El ídolo presente del deportivismo bautizó a los del futuro. La irrupción de Mella, Yeremay, Barcia o Rubén López, con la confianza que Idiakez depositó en ellos en momentos clave ha sido decisiva para volver al fútbol profesional.
A partir de ahí, el Dépor no ha vuelto a conocer la derrota. Una segunda vuelta impecable, con unos registros goleadores espectaculares, hicieron que los blanquiazules llegaran a la jornada 36 dependiendo de sí mismos para ascender. Recibían en Riazor al Barça B, segundo clasificado. Por las calles del paseo marítimo y los aledaños del estadio, 80.000 deportivistas escoltando al autobús en el que llegaban los jugadores. Dentro del campo, más de 31.000 de ellos batían el récord de asistencia de la categoría, mientras los otros 50.000 veían el partido a pocos metros en una pantalla gigante.
Un gol de falta de, quién sino, Lucas Pérez daba el ansiado ascenso. "O neno" de Monelos cerraba así su círculo, su obra, la misión con la que había recalado de nuevo en A Coruña: devolver a su Dépor a Segunda División. Celebración sobre el césped, en las calles y celebración en diferido.
Muchas celebraciones, dicen algunos, para festejar que se ha subido de la tercera a la segunda categoría del fútbol nacional. Puede ser. Pero una ciudad que llevaba diez años sin sentir una alegría de su principal baluarte deportivo, se lo merecía. Una afición que, en lugar de abandonar a su equipo, lo ha llevado en volandas y ha ido aumentando cada día, se lo merecía. Toda una generación de deportivistas que lo único que ha vivido del club son desgracias, se lo merecía. Lucas Pérez, Álex Bergantiños, Diego Villares, Mella, Yeremay y todos los que se han dejado la piel en el campo estos cuatro años, se lo merecían. A Coruña y el Dépor, se merecían volver a ser felices juntos mucho tiempo después.