En su día fueron más de 300 puestos, hoy apenas sobreviven cuatro en un mercado con casi medio siglo de historia y cuatro plantas. El Mercado de Santa Lucía "se ha ido dejando morir" y es algo así como la ‘crónica de una muerte anunciada’ pero en la que nunca se llega a concretar la fecha del entierro.
"Están hablando de construir un centro de salud, pero nunca nos han confirmado nada. Nos presentaron hasta dos proyectos, con centro médico y el mercado, pero al final nunca se concreta", se lamentan quienes resisten en el lugar. El compromiso es reubicarlos mientras se construye la nueva infraestructura, pero la realidad es que sienten que viven bajo el peso de la incertidumbre.
Recorrer los pasillos de las plantas superiores, donde no queda ya ningún negocio, es prácticamente como sumergirse en escenas de una película de terror. Persianas rotas, cubos de agua recogiendo goteras, baños precintados por la Policía Local. "Parece un mercado de Marruecos", resume Manolo desde la pescadería.
"Una concesión gestionó el mercado durante 30 años, aún así el Mercado no estaba muy cuidado, se vendía mucho contrabando. Al acabarse la concesión hubo una prórroga de cuatro años. Empezó la decadencia y se fueron retirando los puestos viendo que a esto le quedaba poco tiempo de vida", relata Mari Carmen.
El Concello es ahora el propietario, pero aseguran que "tampoco se hace cargo". "No hay conserje, abrimos y cerramos nosotros, también nos encargamos de la limpieza", aunque a cambio les exime de pagar un canon de alquiler por usar el espacio: "Es lo comido por lo servido". La última vez que se pasó una mano de pintura fue hace 15 años, que recuerden. Ahora viven entre carteles "ya obsoletos" de proyectos que se anunciaron y nunca se concretaron.
"¿Sabes lo que es la política, no? Prometer y luego no hacer nada", manifiestan escépticos en la pescadería. Piensan que la falta de acuerdo entre el Concello de A Coruña y la Xunta de Galicia está detrás de la inacción. El centro de salud es competencia de la Xunta, mientras que el Mercado Muncipal es responsabilidad del Concello. "Pasaron por aquí todos antes de las elecciones, pero no se volvieron a acordar de nosotros", protesta Manolo.
Los tenderos se han buscado sus soluciones
Ante el temor de que el anuncio del cierre llegue un buen día, cada uno ha ido buscando en estos cuatro largos años su plan ‘B’ ya que no quieren que la noticia, después de todo, les pille desprevenidos. "No sabemos siquiera si nos van a avisar con antelación del cierre, ni sabemos con certeza cuánto tiempo durarán las obras, tenemos que estar preparados", dicen convencidos.
En el caso de la pescadería, ya tienen su solución: "Tenemos ya alquilado un local aquí cerca, lo llevamos pagando unos meses. No podemos vivir en la incertidumbre de no saber cómo vamos a seguir trabajando".
La carnicería, por su parte, ya ha comprado un local. "Hace años ya que buscamos un nuevo sitio, tendremos que buscar la vida fuera cuando cierre". No se van todavía porque piensan que la unión hace la fuerza: "Donde vende uno no compra ninguno", es el refrán que se aplica en la Carnicería Miguel.
"De toda la vida"
Maruja vende fruta y verdura desde hace 25 años en uno de los puestos que resiste en el mercado, fundado hace 40 años. "Cuando cierre seguiremos en otro local que tienen los dueños de la frutería. Además, yo no miro por mí, que voy a jubilarme, me preocupa la gente joven que todavía tiene muchos años para trabajar por delante".
La carnicería Miguel es otro puesto histórico. Comenzó el negocio su padre y ahora su hijo forma parte de la "resistencia" del Mercado de Santa Lucía. "No te digo cómo veo el tema porque me voy a la cárcel", dice sin ocultar su disgusto. "No tenemos constancia por escrito, nadie se pilla los dedos. Una cosa es prometer y otra es dar trigo", afirma aludiendo a la de veces que se habló del proyecto y se terminó posponiendo.
La pescadería de Mari Carmen Carballo es otro negocio familiar. "Mi madre tenía un puesto aquí, y mi padre en las Conchiñas. Desde los veintipocos, y ahora tengo 50, este es mi puesto de trabajo". Sus dos hermanas también ejercen el oficio pero con "las facilidades de otros mercados en los que se mueven, hacen iniciativas para mejorar",
Sobreviven, sí, con su clientela fija, "de toda la vida". Una de esas clientas que pasa a comprar el pescado del día asegura que su voto para las municipales depende siempre de lo que se haga con el mercado de su barrio. "Desde la Asociación Vecinos de la Falperra se ha peleado mucho", pero ahora que los puestos se cuentan con los dedos de una mano, asumen que solo les queda esperar a que les comuniquen una fecha.