El cristal tiene vidas eternas y en todas ellas muestra la belleza de formas diferentes. El trabajo de Polo Enríquez, artesano afincado en Cambre (A Coruña), es un claro ejemplo de que aquello que se hace con amor y dedicación da lugar a piezas únicas. Y todo ello, además, a partir de vidrio reciclado procedente de cualquier tipo de ventana.
Un bombero retirado, José Mosquera Vieites, le inyectó la pasión por el este material hace más de 40 años en el Conservatorio de Música de Santiago, en la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Enríquez comenzó a trabajar el cristal centrándose en las vidrieras y, más tarde, impartió varios cursos sobre este oficio. Pero no se quedó ahí, y la petición de su hija de que le hiciera un colgante con el vidrio fundido marcó un antes y un después en la trayectoria de este artesano.
Vidrio reciclado
El taller de Polo Enríquez en Cambre está situado muy cerca de Aluminios Quintela, que desde hace más de 15 años le cede los vidrios de las ventanas que retira cuando coloca una nueva. Los cristales a través de los que tantas personas miraban fuera se convierten gracias a esta colaboración y al buen hacer del artesano en cualquier tipo de objeto, desde cucharas hasta boles.
La fundición hace que el cristal tenga "1.000 vidas", tantas como formas se le quiera dar y la creatividad permita. Los primeros trabajos de Enríquez se centraron en objetos útiles para el día a día en el hogar, pero su primera visita a una feria, a las que no asistía porque el trabajo con vidrieras "es más exposición que venta", fue todo un éxito y lo llevó a seguir innovando. "Muchas veces, la limitación de la materia que utilizas te hace discurrir más, darle otra vuelta", explica el artesano.
El trabajo de este madrileño afincado en Galicia es muy delicado de principio a fin: desde que marca el cristal para fundirlo, diferenciando la parte contaminada de la que no lo está, hasta que la pieza es enviada al comprador. La única maquinaria presente en el taller son los hornos y una máquina que lima el vidrio para dejarlo suave al tacto y evitar que el canto quede muy irregular tras su cocción.
Precisamente, el horneado es lo que más tiempo lleva, ya que todas las piezas deben someterse a un proceso de 16 horas. Esto condiciona el trabajo del artesano, que en una hora es capaz de crear un cucharón, pero que debe esperar a tener espacio en el horno para seguir adelante. Y es que si mete un jarrón, ya no hay sitio para nada más, mientras que los objetos más pequeños pueden ir de ocho en ocho.
Un gran abanico de posibilidades
Polo Enríquez no desperdicia ni un solo cristal. "Tengo un almacén de vidrieras con muchos trozos de vidrio. Si lo tienes en casa es basura, pero para mí no, es un tesoro", explica el artesano. Muchos los pica en trozos de diferentes grosores con los que les da textura a los objetos y aquellos que machaca hasta convertir en polvo los usa para darles color a sus piezas. Así, cuatro platos del mismo tamaño y con la misma forma resultan objetos totalmente distintos gracias a estos pequeños vidrios que les dan una textura muy particular.
El artesano comenzó elaborando unas cucharillas de postre que fueron todo un éxito y a las que da color y una textura ligeramente rugosa espolvoreando sobre ellas polvo de vidrio machacado y tamizado con un colador de té cortado y soldado. Una pareja se acercó a Enríquez en la Feria Mostrart y el hombre, que era ciego, se enamoró de las cucharillas al tacto. Al año siguiente, le pidieron que las hiciese más grandes y el artesano se adaptó, perfeccionándolas hasta lograr que resultasen lo menos frágiles posible para que fuesen prácticas.
El responsable de Polo Enríquez también creó unas paletas para untar mantequilla. "Las hago también de colores, pero me apasiona el transparente. Puedes sacar una cantidad de cosas con el mismo material sin tener que añadir nada…", indica el artesano, que también elaboró cucharitas para el azúcar y cucharones para la salsa.
Enríquez muestra unos jarrones elaborados con dos círculos de vídeo fundidos, y explica que cada Navidad elabora objetos como estrellas a las que hace un agujerito para poder colgarlas. Las campanas o los candiles de diferentes tamaños son otros de los objetos que trabaja este artesano que hace para La Tita Rivera los recipientes donde los clientes reciben las salsas y tapas. También crea para Vazva y para La Taberna de Raúl, que pone en sus recipientes los callos, así como para otros negocios que ven en su buen hacer una oportunidad única de tener reposa vasos artesanales.
El taller de Enríquez está lleno de una gran cantidad de objetos en los que la imaginación es el único límite existente. Y es que el artesano juega con el moldeado del cristal introduciendo, por ejemplo, alambres o hilos en el horno para proporcionar a sus creaciones una textura diferente. ¿Y cómo hace que no se peguen? El responsable de Polo Enríquez le pone carbonato cálcico colado primero con un colador muy fino y después con una media, lo que permite que la pieza final sea suave. "Si te cae un pelo, cuando sacas la pieza del horno te queda la huella del pelo, que ha desaparecido", explica el responsable de Polo Enríquez.
La bisutería es otro de los ámbitos en los que Enríquez ha hecho pruebas. El artesano ha creado numerosos colgantes de colores que decora con aventurina, un mineral que le da brillo a las piezas para que luzcan más. Este hombre residente en Cambre también elabora objetos personalizados y ha recibido diversos encargos, además de incorporar al vidrio hojas que desaparecen durante el proceso de horneado, dejando su figura impresa para siempre en el cristal.
La mitad de los diseños los hace Alicia, su hija, que vive en Estocolmo, pero es Polo Enríquez el que se encarga de darle una segunda vida al cristal mediante su fundición, moldeado y horneado. Actualmente, el artesano trabaja en la creación de vasos altos, lo que tiene una dificultad añadida ya que el material debe distribuirse por todo el objeto de forma que los bordes no rompan.
Un proyecto sin límites
Polo Enríquez no tiene límites. Sus productos cruzan fronteras y tienen éxito allá donde llegan. Varias de sus cucharillas viajan estos días a Taiwán, donde las adquirieron tanto un comercio como una galería de arte, y otros objetos tienen como destino Japón y California. Este último pedido lo recibirán los responsables de una firma que vende la imagen de la comida, por lo que los platos del artesano serán el fondo de apetitosos menús.
Los productos de Polo Enríquez están a la venta a través de su página web, donde los clientes pueden seleccionar los productos que más les gusten . El artesano también comercializa sus productos en Vazva y en Le Petit&Co, ambas en A Coruña, y en Boles Galicia, situado en Santiago de Compostela. Otros comercios situados en Estocolmo y París también venden las obras de este maestro del vidrio que no tiene límites.
"Los grandes talleres hacen soplado. Hay muy poca gente que haga vidrio fundido con el horno, sobre todo en el extranjero, donde se aprecia mucho esto. Yo lo único que hago es jugar con la temperatura y la gravedad. Es como si coges un trapo y lo pones encima de algo: va a a coger la forma que tiene debajo en función de como regules los tiempos", explica Enríquez. Y añade un dato curioso: el estado natural del vidrio, independientemente del grosor del material que se meta en el horno, es una plancha de seis milímetros.
El buen hacer de este artesano está presente en uno de los lugares más visitados por los coruñeses: el Muncyt. La gran vidriera de 30 metros cuadrados del salón de actos que representa un cuadro de Jorge Peteiro fue elaborada, pieza a pieza, por Polo Enríquez y Azpilicueta. "Él pintó el cuadro y le dimos una carta de colores. Le puso un número a cada color y nosotros, al montar los paneles, íbamos colando según esos números", explica Enríquez sobre el proceso de creación de la espectacular vidriera.
"Hace muchos años hice un curso de holografía en el sótano del Kiosko Alfonso. La holografía de entonces era muy básica, pero son imágenes en tres dimensiones y yo hice algunas caseras", añade el artesano. El resultado de este trabajo es impresionante y el cristal que trabaja Enríquez, además de poder reutilizarse una y otra vez, demuestra estar más vivo que nunca. Y es que este artesano que envía su arte a todo el mundo ha sido capaz de convertir su pasión en un oficio con el que disfruta y hace disfrutar.