Cierre y liquidación en La Casa de las Máquinas: casi un siglo en San Andrés de A Coruña
Pedazos de historia se venden en esta tienda abierta desde 1922: desde los primeros ordenadores portátiles hasta máquinas de coser de manivela, antes de que Copi se jubile en enero
2 septiembre, 2019 12:33Más que una tienda, parece un museo. En el número 145 de la calle San Andrés, Copi Roque nos cuenta la historia de La Casa de las Máquinas que abrió en 1922 en ese lugar, a unos meses de cumplir los 65 años y jubilarse.
"Mi suegro abrió ya antes, a principios de siglo XX, una tienda de reparación de relojes y máquinas de escribir con un socio. El negocio se llamaba Quintaañón, porque el socio se apellidaba Quintás, mi suegro Añón. También estaba en la calle San Andrés", explica Copi.
Los socios se separaron, y el suegro de Copi, Wenceslao Añón, se quedó con el negocio de venta de máquinas de escribir y empezó también con las máquinas de coser. "Mi suegro era un genio reparando las máquinas de coser. Era probablemente el que mejor las arreglaba de toda A Coruña".
"Mi marido se murió muy joven, y yo me quedé con dos niños y había que comer. Así que empecé a trabajar en la tienda". Y aquí lleva 30 años, testigo de cómo ha evolucionado el negocio.
Estas máquinas hace años que no se fabrican, pero aunque parezca mentira, Copi asegura que hace una semana vendió aún una máquina de escribir, "a un notario: no de colección, sino para utilizarla".
Nos cuenta que las máquinas también se alquilaban. "Las costureras iban de casa en casa cargando las máquinas de coser sobre la cabeza. Aún me acuerdo cuando venía la costurera a mi casa, se llamaba Soledad y comía con nosotros en casa y todas las noches mi madre le preparaba un paquete de fruta y huevos, se hacía así antes."
Nos enseña otra joya, una máquina de escribir hecha en Estados Unidos que llevaban los periodistas en la Segunda Guerra Mundial y que se pliega en un maletín. "Es como nuestros ordenadores portátiles ahora", toda una revolución que permitió dar una cobertura del conflicto, aunque en vez de e-mails, las crónicas tuvieran que viajar por correo postal.
En La Casa de las Máquinas también hay máquinas registradoras. Tienen una que perteneció a una mercería en Asturias, todavía con el papel en el que se imprimían los resguardos de compra, "parece más bien pergamino". "La cifra máxima que registraba era 399,99; debía ser un dineral", comenta Copi.
Otra reliquia que alberga la tienda es uno de los primeros ordenadores portátiles del mercado. "Pesa un quintal". Nos enseña también los discos de pizarra, que todavía suena en un antiquísimo tocadiscos que se exhibe en el escaparate. "Imperio Argentina", se lee en uno de los ejemplares que Copi guarda cuidadosamente en un estuche de piel.
Cuelga de una de las paredes un mapa de la Península Ibérica, era de un tío del padre de su suegro. "El otro día vino un historiador que lo dató en 1822". Otro elemento de museo, aunque Copi dice que no quiere guardar demasiado. "Me voy a quedar con algunas máquinas que son especiales, el resto lo vendo; y si cierro antes de enero porque ya está todo liquidado, mejor", dice sin dudarlo un instante.
La tienda es un pedazo de historia, pero para Copi, nostalgia la justa. "¿Que qué voy a hacer a partir de enero? Saber lo que es estar de vacaciones". Y si alguien la busca: "Me podréis encontrar de Carnaval", asegura sonriente.