El Rápido Ultramarinos, 100 años dedicados a Ferrol: "No hay días malos, los hay de trabajo"
En este negocio centenario, lleva "Emilito" trabajando desde hace 64 años y tiene claro que no existe una clave para la supervivencia, más allá de la honestidad y la constancia
21 enero, 2022 12:56Visitar a Emilio, en El Rápido Ultramarinos, es sinónimo de llevarte de vuelta unas deliciosas pastas belgas, unas conservas importadas de Rusia o cualquier otra vianda que puedas imaginar, además de una buena dosis de realidad y sabiduría. El Rápido, emplazado en la calle Magdalena, es uno de esos negocios de toda la vida que han sabido capear todo tipo de temporales y permanecen ahí, como ese reducto del Ferrol que fue y también, por supuesto, del que es y del que será.
Este 2022, el establecimiento celebra 100 años de existencia y su capitán de navío, "Emilito el del Rápido", atesora 64 años detrás de un mostrador en el que ha aprendido de todo y ha regalado infinidad de sonrisas.
Desde Quincemil hemos querido rendirle nuestro pequeño homenaje a esta institución de la ciudad e iniciamos la conversación con una sentida felicitación por este particular "centenariazo" que Emilio ataja rápidamente: "100 años no es nada, lo que nos queda todavía. Vamos, como mínimo a por otros 100".
Con esa actitud que, señala el propio Emilio, recuerda a la cita del célebre adiestrador culé del "siempre positivo, nunca negativo", en El Rápido tienen claro que, con el conocimiento de causa que otorgan los 36.500 días que llevan al frente del ultramarinos, "no hay días buenos ni malos, hay días de trabajo".
Este año de celebración, empieza para Emilio con un regalo muy especial. El ilustrador, Niko Sánchez, le ha regalado una preciosa caricatura que le encantaría pudiese ilustrar este reportaje en el que nos pide, por favor, que impere la honestidad.
Atendiendo a sus peticiones, contactamos con el artista que nos ha permitido utilizar su ilustración para complacer los deseos de Emilio y que encabeza esta pieza en Quincemil.
El cliente, en el centro
Sobre la clave de la supervivencia, teniendo en cuenta la situación que atraviesa el comercio, Emilio apunta a que el comercio ha vivido muchas transformaciones y situaciones complicadas que en El Rápido han podido experimentar, además, en primera persona.
No hay una fórmula mágica para fidelizar clientes, más allá de tener claro que "el cliente es sagrado, al que le debes todo" y no hay "venta per se, la venta es el todos los días".
Este tipo de establecimientos tienen la ventaja, frente a otros modelos de negocio, de que, llueve, truene, nieve o venga una pandemia global, siempre estarán ahí. "Siempre estaremos en la esquina y a no ser que nos pidas lenguas de canario, vamos a atender tus demandas", determina Emilio con su permanente sentido del humor.
Mientras nos atiende, no descuida ni un segundo la atención personalizada a los clientes que se acercan hasta El Rápido para interesarse por algún producto. Emilio no deja de sorprendernos y se atreve hasta a entablar un diálogo en alemán o recitar las bondades del vermú macerado en barrica de acacia que "le da un perfume fuera de serie".
El cliente se deja asesorar por un profesional que tiene claro que hay que saber escuchar y saber dar consejos porque "no siempre lo más caro es lo que necesita el cliente" y lo primordial es que vuelva, "que repita".
Árbol genealógico
Emilio explica que ha habido relevo generacional entre la clientela del ultramarinos y por sus puertas entran y salen hijos, nietas, biznietos y eso es "precioso" porque es una satisfacción tremenda el poder conocerlos a todos y ellos siempre agradecen esa alegría que produce "seguir con la tradición y encontrarse con alguien que conoció a abuelo o a mamá", detalla el propietario.
Hasta el establecimiento, confiesa, se acercan también todos esos ferrolanos que, por unos motivos u otros, se encuentran en el éxodo y aprovechan las fiestas para poder regresar a este refugio de todos en que se ha convertido Ultramarinos El Rápido.
Emilio tiene trazado un árbol genealógico de muchas de las familias de la ciudad en su cabeza y, sin ir más allá, durante la entrevista no duda en enseñar a la que le pregunta y redacta esta pieza una fotografía en la que aparece un antepasado familiar.
"¿Qué pensabas que te ibas a ir así? No te olvides de darle recuerdos a todos tus tíos y a tu madre", determina Emilio que es consciente de que estos momentos "valen más que el dinero".
Cuerda para rato
Con la mirada puesta en el horizonte y 80 años a sus espaldas, Emilio no se plantea parar. "La pila Duracell la pongo un poco al sol y se recarga", explica entre risas este tendero ilustrado que transmite que eso de la trazabilidad, "que está tan de moda", lo "llevamos haciendo aquí toda la vida, chequeando el producto siempre".
"La sal de la vida tiene de todo" y, aunque en Ultramarinos El Rápido han ido viendo como se marchaban para siempre muchos amigos, clientes y familiares, nunca se han permitido una cara larga.
En el mostrador, pegado en una de las mamparas protectoras que han instalado con el Covid, hay un letrero que reza: "Viniste a ser feliz, no te distraigas". Atento a la felicidad de todos lleva Emilio toda una vida, aconsejando desde los pasillos de El Rápido.
Es consciente de quedan en el tintero múltiples detalles y anécdotas por contar, pero las dejamos para otra ocasión porque, apunta Emilio, "darían para escribir un libro tan largo como el Libro gordo de Petete".
Se dispone el tendero a continuar con un día más de trabajo, uno en el que seguirá poniendo todo su mimo y dedicación en atender al cliente porque Emilio no se considera ningún referente de nada, "soy solo Emilito el del Rápido y con eso me llega". Pues bendito seas, Emilio, a por otros 100 años.