Las obras no son agradables. El polvo, los ruidos y los contratiempos habituales de las reformas son molestos. No obstante, hay veces que no hay más remedio que pasar el mal trago. En esa situación se encuentran desde hace cinco meses los comerciantes de San Andrés, que ponen en duda que la humanización de la vía vaya a favorecer al comercio.
El pasado marzo comenzaron los trabajos para convertir la vía en un bulevar "más amable y humano". Ayer mismo, comenzaba una nueva fase de las obras que obliga a cortar San Andrés al tráfico. El Ayuntamiento espera terminar la reforma en febrero, pero hasta ese momento, vecinos, comerciantes y viandantes tendrán que convivir con las máquinas y las vallas.
Caminar por San Andrés, especialmente por la parte más próxima a la Castrense, es complicado. Las aceras son estrechas y los pasadizos habilitados son incómodos, según indican los propios empresarios de la zona. La Zapatillera, por ejemplo, es un negocio en el que la mayoría de clientes son mayores, según explican sus empleadas.
El perfil de cliente de cada tienda puede parecer un detalle menor, pero no lo es. "A muchos clientes les acercan en coche. Hasta ahora podían parar en la plaza de Santa Catalina, pero ahora a ver como hacen", dice Emma, una de las dependientas. A esto se suma que la acera es "demasiada estrecha" y "las baldosas están todas levantadas".
San Andrés, un "scalextric"
Raquel Souto, copropietaria del El Paraíso de las Alfombras, es comprensiva y entiende que las obras no terminan de un día para otro, "pero el tiempo que pasa lo padecemos los comerciantes", apostilla. En los últimos meses, esta propietaria ha notado que cada vez menos personas pasean por San Andrés. "Esto quita las ganas de bajar al centro porque, ¿quién va a querer venir sabiendo que está todo en obras y que no puede entrar con el coche?", se pregunta la empresaria. "Esto parece un Scalextric", añade.
No obstante, también hay comerciantes como Luis Dequidt que no están de acuerdo con que San Andrés haya perdido movimiento. El responsable de Nortreck sostiene que no ha notado una bajada significativa de los viandantes en los últimos meses. Asegura que San Andrés no ha quedado desierto. Por ello, todavía no se atreve a valorar, ni positiva, ni negativamente, las obras. "Eso lo sabremos cuando pase, pero yo tengo esperanza de que cuando terminen las obras sea para mejor", dice.
Por su parte, Agustín Carbayo, encargado de Casa Claudio, también coincide con La Zapatillera y El Paraíso de las Alfombras: la afluencia de clientes, incluso de los habituales, ha bajado. "No es cómodo. Hay zonas de paso, pero te tuerces los pies porque las baldosas están levantadas. Hay que tener cuidado", explica el dependiente. Cree que haber completado las obras por tramos habría ahorrado presión a los comerciantes, aunque eso hubiese significado tardar más en llegar al objetivo final.
Supresión de plazas de aparcamiento
La gerente de El Paraíso de las Alfombras también cree que la supresión de las plazas de aparcamiento es un error. "No vemos que las obras favorezcan al comercio", dice la empresaria. En su negocio trabajan con alfombras, un producto pesado y difícil de transportar, por lo que la falta de aparcamiento cercano es un hándicap importante para sus clientes.
Sus compañeros de calle están de acuerdo. La Zapatillera y Casa Claudio hacen hincapié en lo mismo: "La gente que baja a pasear no compra". Defienden que, a la hora de promover el pequeño comercio, sería más interesante habilitar más aparcamiento. "Esto favorece al paseo y a que la gente tenga zonas de ocio, pero a nivel comercial no le veo ninguna ventaja. Quizás para la hostelería sí que venga bien, pero no para los negocios", añade Raquel Souto.
Agustín Carbayo pone de ejemplo la Calle Real. Señala que hay muchas cadenas, pero no pequeño comercio. "Creo que estamos volviendo las ciudades incómodas. Cómodas para pasear, no para comprar", afirma.
Luis Dequidt, por el contrario, es positivo y tiene la esperanza de que la nueva cara de San Andrés puede animar a la gente a visitar la zona y, en consecuencia, a fijarse en las tiendas de los laterales. Algo que, a la larga, se traduce en visibilidad para el negocio. Cuanta más gente pasee por la zona, más probabilidad habrá de que entren en el negocio, dice.
Carga y descarga
El futuro de San Andrés y su impacto en el comercio local es un misterio. Los propietarios tienen sus apuestas, pero reconocen que pueden no cumplirse. "Ojalá me equivoque", sostienen los críticos con las obras. También está por ver cómo afectará el corte íntegro del tráfico en San Andrés. Anteriormente, la plaza de Santa Catalina actuaba como carga y descarga, pero desde ayer es inaccesible.
A partir de ahora las mercancías deberán descargarse en la calle Santa Catalina. Es una zona próxima a la anterior, pero a partir de ahora los transportistas tendrán que apañárselas para sortear los obstáculos y vallas. Los caminos provisionales habilitados son estrechos y poco estables, una debilidad que a la hora de mover voluminosos puede traer muchos quebraderos de cabeza, aseguran desde La Zapatillera.