¿Hay en A Coruña negocios activos con más de 200 años de trayectoria? En el centro mismo de la ciudad hay uno. Se encuentra en la calle San Andrés y lo que más llama la atención a quienes pasan por delante de su escaparate es el olor que sale del interior del bajo. Y no es una perfumería. Huele a mezcla de especias de cacao, infusiones, canela, azafrán y pimentón. "Muchos clientes pasan de largo ante la tienda y dan vuelta atrás por su sentido del olfato y entran. Aquí huele demasiado bien". Son palabras de Carmen Pico Abad, dueña de Azafranes Bernardino.
Dice Abad que su negocio es "el más antiguo de la ciudad" y que está registrado como tal a nivel nacional con el número 35. Pero su actividad comenzó antes de ese registro. En la calle Galera 44 existía un comercio de azafranes y especias del que se hizo cargo Bernardino Sánchez, natural de Puente Genil (Córdoba), al instalarse en la ciudad donde nació la mujer de la que se enamoró, su esposa. Transformó y gestionó durante muchos años la tienda en el mismo lugar en el que estaba la fábrica de donde salían sus productos.
Al fallecer Sánchez el negocio fue legado a sus herederos, que acabaron vendiéndolo a una mujer que lo mantuvo durante décadas. Hasta que en 2015 entró un día en la tienda Carmen Pico, seducida por el olor y el propio comercio y atraída por la idea de hacerse cargo.
"Dos años después la señora, Maripaz, me llamó y me dijo: si lo quieres, cógelo; y no lo dudé". En el 17 se convirtió en propietaria y en el 18 separó la fábrica de la tienda, que se mudó al número 31 de San Andrés.
Sal picante y salsa "más que picante"
La plantilla aumentó, de tres a ocho personas repartidas entre el local, la fábrica y la comercialización de productos a clientes en sectores como el hostelero. También creció el catálogo de venta. "Antes de cogerlo, se vendía sobre todo especias, azafrán y pimentón. Ahora tenemos licores caseros, miel casera, salsas, infusiones hechas por nosotros mismos sin conservantes ni aditivos, cacao puro, algo de frutos secos. Dos productos nuevos que están arrasando son sal picante baja en sodio para personas con hipertensión y una salsa que se llama Manda Carallo, que no es picante sino lo siguiente de lo siguiente de picante", repasa Pico.
Es incalculable el número de latas, botes, frascos, botellas y paquetes que se exponen en la estrecha y alargada tienda de San Andrés, donde sobresale el color rojo de los envases y tapones. Hay una lista en un folio sobre el mostrador que incluye 120 especias y productos: ajedrea, alcaravea, curry amarillo, flor de azahar, ginko biloba, melisa, rooibos o zarzaparrilla entre lo más nuevo y exótico.
"Lo que más se vende sigue siendo el azafrán", dice la propietaria, que no escatima elogios al trabajo "artesanal" que hace su personal, entre el que está su hijo Iván Varela Pico y su nuera Noelia Fresco González. "En la fábrica de Galera molemos, tostamos y envasamos todo mano a mano o con las máquinas antiguas de nuestro fundador. Tenemos a una persona solo dedicada al azafrán y otra que hace todos los diseños de bolsas, envases, imágenes y logos de la marca".
Clientes de casa y de fuera
A Coruña, Lugo y Pontevedra son el mercado donde mueve productos Bernardino, a restaurantes, pequeñas tiendas y cadenas. E internet permite el suministro para turistas que descubrieron la tienda y se engancharon a su oferta. "Si algo no lo tenemos, lo buscamos para quien nos lo pide". En breve, gracias a una granja de Girona que elabora yogures artesanos con la que colaboran, empezará la distribución de algunos de sus productos lejos de Galicia.
A Carmen Pico, que antes de la pandemia planificaba la expansión del negocio con nuevas tiendas, le encanta de su trabajo "la clientela, sin duda": "Dar un consejo es lo mejor. Ver volver al cliente que te agradece una recomendación que le hiciste porque no estaba seguro y viene a comprar más".
En Bernardino hay un cristal conmemorativo de la Federación Provincial de Comercio de A Coruña, de 2009, que reconoce "sus 200 años de esfuerzo y dedicación" a la empresa. Está junto a un retrato del rostro amable de su fundador. Quizá para tener presente el espíritu primitivo de un negocio donde, más de dos siglos después, sigue oliendo tan bien.