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La madre de Tania Alonso y Eva Fariñas, hermanas, fue taxista antes que florista, la primera en A Coruña con licencia para conducir un taxi. No fue el único de los trabajos de Alicia López cuando era joven, y hace cuarenta años dudaba entre abrir una perfumería o una floristería. Se decantó por las macetas y los ramos. "Es que en casa siempre había flores, mi madre iba a hacer la compra y venía con flores". Así se acostumbró Tania al color de las rosas, al olor de las margaritas. Desde 2019 es la copropietaria de la floristería Calo, con cuatro décadas de actividad en la calle Orillamar.

No es el único establecimiento del sector en la zona, el entorno más próximo al cementerio de San Amaro; hay cinco floristerías, alguna incluso más veterana, como Guillén. Calo se estrenó con un pequeño bajo en las torres residenciales del barrio de Sagrada Familia, donde cambió a otro cercano en la calle Alberto Datas Panero. Hace 37 años inauguró el segundo local en Orillamar y siete años después en Primo de Rivera. Estos dos se mantienen abiertos, aunque el segundo se movió unos metros a la cuesta de A Palloza hace unos años.

Tania y Eva ayudaban a su madre en la floristería desde que eran adolescentes. Su abuela, precursora en la familia, hacía coronas en el pueblo para los fallecidos de vecinos con pocos recursos. "Aún eres menor de edad, pero está bien ayudar en el negocio familiar cuando eres tan joven: te enseña a valorar las cosas, a tener disciplina", admite Alonso.

Macetas, cestas y ramos en Calo, en la calle Orillamar. Quincemil

Como en tantas floristerías, el olor y el color en Calo atrapa a quien cruza la puerta. Hay flores en cualquier lugar al que se dirija la vista. ¿De dónde salen tantas flores? "Preferimos trabajar con kilómetro cero, que sean de productores de Galicia o España, que las cultivan en invernaderos y las venden. Con varios proveedores, buscamos lo más fresco y la mejor calidad posible", cuenta Tania Alonso.

Todos los días hay mercancía, unas duran más otras menos, y una gran parte llega desde los Países Bajos, el mayor distribuidor de flores y plantas del mundo, que las compra en Asia o África, también en España. Rosas de Ecuador, clavel y paniculata de Colombia, lilium holandés, tulipanes, margaritas, hortensias, flores silvestres, astromelia, poinsettia o planta de Pascua... "Con las flores transmitimos emociones".

Adornar, regalar, honrar

Sobre estas y otras muchas flores y plantas que sirven para regalar a los seres queridos, para adornar y honrar a los fallecidos, ha aprendido Alonso desde que ayudaba a su madre en Calo. Por su cuenta y por otros cauces formativos, aunque en España "no existe formación reglada en floristería".

"No se pueden hacer estudios de esto como en FP, y cada vez hay más gente que se interesa por conocer y aprender. Yo me sigo documentando y haciendo cursos monográficos porque quiero ofrecer cosas nuevas", dice Tania, que estudió Diseño y Alto Diseño en la Escuela Rafael Garrido de Arte Floral en Madrid, ya desaparecida.

Detalles florales en el interior de la floristería Calo. Quincemil

Aunque frente a un cementerio vender flores es negocio rentable, es mayor en Calo el porcentaje de clientes que compran flores cada día para regalar o decorar sus casas. A Tania Alonso le gusta sobre todo la expresión de agrado que muestran sus clientes cuando ven in situ como ella prepara un ramo o una cesta floral, "un regalo bien hecho"; también le "enternece" la inocencia de un adolescente que entra para comprar una flor o un ramo "para su novia o su madre".

Lo dice con flores por todas partes en su bajo de la esquina de Orillamar con San Vicente de Paul, dedicada a un trabajo, el de florista, "esclavo y muy bonito", para el que destaca que hay que ser "sensible y creativo".