Una pata de Candamin ayuda a perros. Y la otra pata ayuda a personas con problemas, a través de los perros. Esta joven empresa coruñesa lleva dos años funcionando, aunque sus socios y fundadores, Lucía Lombardía y Adrián Paredes, tienen una década de experiencia en sus respectivos campos a sus espaldas. Una terapeuta ocupacional que gestiona los proyectos de terapia asistida con perros y un educador canino que ayuda a las personas a entender a sus perros y a solucionar, siempre en positivo, los problemas de comportamiento que puedan tener. Trabajan tanto juntos, cuando la terapia lo requiere, como separados, y forman un tándem completo y equilibrado en funciones, amor por lo que hacen y agotamiento. Están tan felices como ocupados.
“El educador canino se encarga de los perros y el terapeuta de las personas. Es una empresa mixta”, nos resume Lucía sentados en una terraza. Hemos quedado en la calle porque la calle es una de sus principales oficinas. Cuando no están en viviendas particulares, centros de asistencia, centros penitenciarios, protectoras, centros de discapacidad física o intelectual, colegios, clínicas o incluso en academias : están formando a miembros de la Policía local gallega y del Seprona. “Voy sola con perro cuando trabajo a nivel individual y con el educador cuando es trabajo en grupo. La agenda es difícil, de locos”, nos sonríe.
Educando a perros y guías
Adrián, por su parte, además de las terapias, las clases a policías y las protectoras, a las que ayuda evaluando animales y corrigiendo comportamientos para conseguir adopciones lo más exitosas posibles, tiene unos 80 alumnos de cuatro patas. Y sus respectivos 80 (o más) alumnos de dos. Los dueños, o guías como los llaman en Candamin, a veces son el principal hueso que roer. “Tiene que haber implicación del guía, reconociendo el problema y entendiendo que nunca se soluciona castigando”, nos resume, añadiendo que la agresividad por miedo es el principal problema con el que se encuentran, y del que son especialistas, además de otros como tirones de correa, desobediencia, o ansiedad por separación.
“Damos servicio de adiestramiento y también organizamos actividades con ellos en grupo, de senderismo por ejemplo. Al final es una convivencia entre perros y personas. Nuestra mayor meta es que si tienes perros, que disfrutes de ellos”, nos explica Adrián quien, al igual que Lucía, trabajan con la base de que el perro es parte de la familia, y que ellos estarán a su lado durante el camino. De ahí el nombre de su empresa, del gallego “ven canda min”.
Están ocupados, si, pero como decíamos arriba se les ve felices. Por conseguir devolver la alegría a familias humano-perrunas seriamente dañadas, lograr que un niño que no conseguía levantar un pie subiera unas escaleras para darle de comer al animal o que un grupo de niños autistas pasaran de tener una peligrosa fobia a los perros a levantarse contentos el día de la terapia. Asistiendo, los perros, a menores víctimas de violencia de género y acompañándoles en el duro trámite de declarar ante un juez, en un proyecto pionero en España desarrollado con la asociación Apico y la Fundación José María Jove.
Aprender de la mano de un perro
“La sesión es como una rehabilitación. Se establece un programa con objetivos, se lleva a cabo y se van sopesando los resultados. Pero siempre integrada con la terapia general, yo integrada con el resto de profesionales de los centros”, nos cuenta Lucía. “Para todo hay que especializarse y tener experiencia”. Partiendo de la base, claro está, que no a todo el mundo les motivan los animales y que, si resulta que si, hay que dar con el animal adecuado. Más grande, más pequeño, con determinado pelaje y carácter… Por esto y porque sus perros también necesitan descansar, cuentan con cinco estupendos compañeros caninos en su trabajo, 3 de ellos adoptados y dos cedidos, cada uno casi especialista en su propio campo.
“Venus fue la primera. Es una perra de aguas y tiene 10 años. Funciona muy bien con personas con autismo por ejemplo. Es muy atenta, necesitada de cariño. Y es perfecta para parar una estereotipia (movimientos repetitivos)”, nos cuenta Lucía. Hoss, el otro veterano de la manada y mano derecha durante muchos años de Adrián, está ya jubilado disfrutando de un merecido descanso en casa, dando paseos y acompañando a veces a su ‘jefe’ en alguna clase. Eso si, con correa, que se cree todavía un jovenzuelo y no lo es. “Ha ayudado a cientos de perros en su educación. Ha participado en pelis, formado a policías. Era el perro completo, es insustituible. Al final, muchas veces, hacía el trabajo solo en los entrenamientos”, nos cuenta Adrián.
Nosotros hoy hemos conocido a los otros tres terapeutas caninos: Matilde, una bodeguero andaluz de dos años que empezó siendo alumna y cuya dueña les cede para que pueda ayudar a la gente, Bosco, un mestizo de braco alemán atento y cercano con las personas y Pot, otro perro de aguas, este de dos años, que sufre una parálisis en la zona derecha de su cara que le impide ver por un ojo. “Pero es un perro feliz y sirve para trabajar con personas con disfuncionalidades. Ven que el perro puede. También en integración de niños en coles. Ellos aprenden que cada uno somos diferentes y que hay que adaptarse a cada persona. Este perro nos va a oler más, por ejemplo”, nos explica Lucía.
Después de una dura jornada de trabajo, Bosco, Pot y Matilde descansan en la furgoneta de Candamin, aparcada al lado de nuestra humana terraza. Después, se irán a correr, jugar y ensuciarse. Que para algo son perros.
Web oficial: Candamin