Hablemos de la cultura del esfuerzo. Derribemos el maniqueísmo ideológico existente sobre un tema que debería de ser de entendimiento universal y no sometido a argumentos espurios.
¿Es necesario inculcar a nuestros niños unos valores cimentados en dicha cultura?. Más que necesario, es completamente imprescindible y urgente.
Pensemos en la relación esfuerzo-recompensa que tenían generaciones previas a las actuales: padres, abuelos…. Una relación directa entre el arduo e incansable trabajo de sol a sol, donde la concepción de conseguir algo sin poner toda la carne en el asador, era prácticamente innegociable. Se forjaba un carácter basado en la plena consciencia de que no hay camino hacia el desarrollo personal y el éxito sin sacrificio.
Se ha excluido el tiempo de la ecuación. Antes se entendía que todo proceso requería tiempo, que nada vendría si no te esforzabas al máximo día tras día, durante semanas, meses e incluso años. Quizá una vida entera para poder conseguir tus objetivos…
A día de hoy esa relación se ha roto y ha mutado en un simple “si te portas bien”, derribando en gran medida todo el proceso anterior y delimitándolo a una simple actitud momentánea estimulada por el premio y no por una dinámica encaminada a la excelencia como individuo.
Todo lo anterior nos lleva a hablar de la sobreprotección a la que sometemos a nuestros niños,a los no se tiende actualmente a promover una independencia vital que les permita superar momentos complicados.ebemos acompañarlos en el proceso de resolver el problema. Que las nuevas generaciones no resuelvan directamente sus propios problemaslos exime de cualquier tipo de responsabilidad ante sus fallos , y por supuesto los deja lejos de asumir responsabilidades y hacerles frente.
¿Cuáles son los referentes de estas generaciones? La realidad tras una pantalla es sin lugar a dudas la anestesia del siglo XXI. Referentes que a través de las redes sociales muestran una vida que a veces parece que se aleja de la realidad si no las vemos con una miarda crítica y de mentira, libre de residuos emocionales, sin aristas, muy bien perfumado y lejos de cualquier atisbo de realidad.
Los mensajes que calan son los del “camino rápido”. Puedes tener un cuerpo de diez, aprender un idioma en pocas semanas o cambiar tus “nocivos hábitos” en muy poco tiempo. Se trata de la inmediatez más abyecta, un proceso edulcorado que cala directamente y se establece como un patógeno en una sociedad ávida de resultados pero anémica de intencionalidad y/o voluntad para llegar a ellos, y lo que es peor, incapaz de entender el proceso. Sólo el resultado tiene valor.
Eso traspasa y permea en la moldeable mente de los más jóvenes y gota a gota cala directamente en su interpretación del funcionamiento del mundo, derivando en una generación con poca tolerancia a la frustración
George Behner habla de la #Teoríadelcultivo, una teoría social que propone que mientras la gente pase más tiempo viviendo a través de una pantalla, será más fácil que crean que la realidad social se asemeja a la realidad retratada por lo que ven a través de ella. Una teoría que cobra más sentido que nunca hoy en día y sobre la que convendría reflexionar un poco más.
En conclusión, es necesario trabajar para conseguir que las nuevas generaciones sean autosuficientes, resilientes y con autonomía. Niños con capacidad y afán de superación, que entiendan y sepan sobreponerse a los contratiempos. Que sepan valorar el camino y no solo la meta y sobre todo, con espíritu de superación para que no se conviertan, en un futuro, en individuos pasivos y alienados, ávidos del amparo de figuras de autoridad que les resuelvan unos problemas que por sí mismos no tienen los mecanismos (sobre todo emocionales) para resolver.
Es labor de todos ayudarlos a gestionar sus emociones, tanto positivas como negativas. Ser monitores de pequeños retos diarios que se propongan y hacerles ver la satisfacción y orgullo que supone conseguir las cosas gracias al trabajo. El esfuerzo lo es todo para lograr una vida plena en cuanto a proyectos y objetivos y es crucial que tomen consciencia de ello. Tenemos que educar en la cultura del esfuerzo. Transmitir que el camino es bonito y motivante, pero es arduo, duro y con sufrimiento y sólo a través del esfuerzo podemos trabajar para alcanzar el objetivo. Y siempre sin olvidarnos de la importancia de la gestión del fracaso, uno de los aprendizajes que conoceremos en cualquier ámbito de nuestras vidas.
Noemí Bellas, CEO Líbolis.