Hay una ermita en Ferrol que solo se puede visitar cuando la marea está baja. Se alza sobre una isla junto a la playa de Santa Comba y su único acceso es una escalera a la que solo se puede llegar cuando el mar lo permite. Se sabe que en su día estuvo unida a la tierra y fue habitada por población castreña entre los siglos III a.C. y I d.C. Allí fue encontrado el único horno obrador para trabajos con hierro que se conoce en Galicia. Santa Comba es uno de esos lugares misteriosos, rodeado de leyendas y testigo de naufragios.
Nada más llegar al aparcamiento de Santa Comba se ve una pequeña ermita de piedra. Recluida en un islote, parece mirar a la playa en espera de alguna visita. Algo que solo pasa en contadas ocasiones. Su único punto de entrada es una escalera, mitad de hormigón y mitad de madera, situada en una cala aledaña al arenal. Solo se puede llegar a ella cuando la marea está baja e, incluso así, el acceso no es fácil. Las pozas que se forman a los pies de la isla dificultan el camino.
La ermita de Santa Comba es de estilo románico y data del siglo XI. Pero la primera aparición en un documento escrito fue unos años después, el 5 de marzo de 1110. Desde entonces es un lugar de peregrinación. Los vecinos de Covas, parroquia donde está ubicada, celebran una romería el último domingo de agosto en honor a su patrona.
Hubo un tiempo en que la romería no se pudo celebrar porque la isla quedó incomunicada. Un temporal destrozó parte de las escaleras en 2010. Pero los vecinos no se quedaron de brazos cruzados y, cansados de esperar, colocaron una cuerda para poder salvar el tramo más bajo del acantilado y visitar a su patrona. Finalmente se instaló una escalera de hormigón en 2018. Fue objeto de críticas por su estética y por resultar inaccesible para personas con movilidad reducida.
Hay dos islotes más que flaquean la Illa do Medio, donde está situada la ermita: la Illa de Fóra y la Illa do Toxo. Ambas son inaccesibles. Las tres islas formaban una península en su tiempo, pero la erosión del mar la separó de la tierra y la dividió en tres. Y es que basta con escuchar para notar la fuerza con que las olas golpean las rocas en esta zona de la costa ferrolana.
La Sociedade Cultural Columba, principal defensora del patrimonio de Covas, publicó la evolución de este fenómeno en su revista anual en 2011: "Sobre el V d.C. el bloque compuesto por la isla del Medio y la isla de Fuera se convierten en isla, y la isla do Toxo queda en el brazo peninsular. En el siglo XIII se rompe el paso a la isla de Fuera desde la del Medio, y ya en el siglo XVI se rompe el paso desde tierra a la isla Do Toxo".
Entonces, ¿cómo apareció allí la ermita? Cuenta la leyenda que Santa Comba, como otros tantos patrones marineros, llegó en una barca de piedra junto a su hijo San Silvestre y le gustó tanto el lugar que decidió quedarse. Otra variante, arraigada a la mitología gallega, habla de una meiga que, después de toda una vida dedicada a la brujería, se arrepintió y se retiró a rezar a la ermita hasta que consiguió el perdón de Dios y fue nombrada santa. Una tercera historia relata el milagro de un barco que quedó atrapado en una tormenta frente a la costa de Covas. Sus tripulantes se encomendaron a la santa, que los salvó, y en su honor construyeron la ermita.
Lo cierto es que hay una especie de "barca" de piedra pegada a la ermita. Se intentó trasladar en más de una ocasión, pero dicen que resultó imposible porque cuanta más fuerza se hacía para levantarla, más se hundía.
Antes de la ermita hubo un castro
La ciencia ha arrojado luz sobre el origen de la ermita de Santa Comba. Las excavaciones arqueológicas realizadas por la Universidade da Coruña y el CSIC entre 2001 y 2006 concluyeron que allí hubo un castro. Las tres islas estuvieron habitadas entre el siglo III a.C. y el siglo I d.C., cuando aún formaban de la península.
Los celtas que poblaron Santa Comba pertenecían a la Tierra de Trasancos, organización territorial castreña que se ubicaba en lo que hoy es Ferrolterra. Según las investigaciones de la UDC y el CSIC, el castro servía para controlar las rutas marítimas y sus habitantes vivían de la pesca y la agricultura.
Los pobladores de Santa Comba contaban también con un tesoro: las minas de oro de Covarradeiras, que fueron explotadas en tiempos del Imperio Romano. Se encuentra a poca distancia de las islas, en la playa de Ponzos. La idea de que quedaran restos del metal precioso desató una auténtica "fiebre del oro" en la zona a principios del siglo pasado.
Los franceses llegaron incluso a instalar allí la Mina de Couvre du Ferrol-Francesa, que funcionó hasta 1914, cuando estalló la Primera Guerra Mundial. También se dice que Franco invirtió importantes cantidades de dinero con el objetivo de encontrar el "tesoro de Covas".
Pero el auténtico tesoro arqueológico que se encontró en Santa Comba es otro: el único horno obrador para trabajos con hierro que se conoce en Galicia.
Sobre la supuesta "barca de piedra", la mayoría de hipótesis apuntan a que se trata de un sarcófago. Según la historia oral de la zona, cuando se descubrió estaba cubierta por una “losa con letras”. La lápida nunca apareció, pero la existencia de enterramientos bajo la ermita y las tradiciones funerarias de la época avalan esta teoría.
La playa de Santa Comba
Los misterios que rodean Santa Comba no terminan ahí. La pequeña ermita de piedra ha sido testigo de todo tipo de acontecimientos en sus diez siglos de historia. Uno de los más impactantes fue el naufragio del transatlántico inglés Highland Warrior el 3 de octubre de 1915.
Así lo recogió la prensa de la época: "En las abruptas playas de la parroquia de San Martín de Cobas han ocurrido otros accidentes marítimos, pero ninguno tan próximo a la tierra como el acaecido en la noche del sábado al domingo último. La niebla, uno de los mayores enemigos de la navegación, ha sido la causa del siniestro".
Algunos buceadores comentan que hoy aún se pueden encontrar restos del barco a unos 10 metros de profundidad. Pero la verdadera incógnita se sitúa unos cuantos kilómetros al norte de Santa Comba. La campana de Highland Warrior terminó en la iglesia de Santiago, en Pantín. Aún se desconoce cómo llegó hasta allí.
Quedan muchos misterios por descifrar en Santa Comba, pero mientras tanto siempre es buen plan acercarse a su playa salvaje de aguas turquesas. Recorrer los 1.500 metros de costa sin cobertura, realizar algún deporte acuático o disfrutar de la belleza de las olas en los días de marejada son algunas de las posibilidades que ofrece uno de los arenales más aislados y vírgenes de la comarca. Desde allí se puede iniciar también la Ruta de la Costa Ártabra, que recorre el litoral de Ferrol, Narón y Valdoviño.
Una vez en la playa, vale la pena esperar a que baje la marea para visitar la ermita. Aunque suele estar cerrada, cuenta con unas vistas privilegiadas: desde el cabo Prior hasta el Faro da Frouxeira. Cuando las nubes lo permiten se puede llegar a ver los acantilados de Cedeira, los más altos de la Europa continental. Otra de las ventajas de la espera es poder acceder a la cala de As Fontes, de donde parten las escaleras, y disfrutar del espectáculo del mar a través de los "pasillos" de rocas y arena que separan las islas.