Agacho la cabeza cada vez que me cruzo con un escaparate forrado con papel kraft o con un agónico cartel anunciando “liquidación” o “se traspasa”. Es mi señal de duelo. Es mi símbolo de respeto por aquellos emprendedores y emprendedoras que han visto como el tsunami de la pandemia y sus tres olas han ido ahogando sus negocios y algo aún más complicado de recuperar, sus sueños.
El 50% de pymes y autónomos disponen de una media de tan solo 27 días de caja (no lo digo yo, lo dice JP Morgan) y el confinamiento, los cierres intermitentes, la disminución de horarios comerciales y la reducción de toda actividad social te han dejado la cuenta tan teñida de rojo que volver a pintarla se ha hecho imposible.
Cierro los ojos, porque puedo ver tu dolor al apagar las luces y girar a la izquierda la llave de la puerta para no volver a abrirla. Puedo escuchar tu voz entrecortada y sentir el trago de saliva para coger la energía suficiente que te permita comunicárselo a tus proveedores o, peor aún, a tus empleados. Cerramos.
En un país en el que el 40% de los empleos dependen de autónomos y micropymes, con una provincia de A Coruña en la que la tasa de desempleo es ya del 11,63% a las que hay que agregar 19.733 personas en ERTE y en una ciudad herculina en la que un tercio de los empleos dependen del sector servicios, el más afectado por las restricciones, sabes que será complicado para ellos y para ti reengancharse al mercado laboral.
Es probable que ya lo esperasen porque tristemente esto es también la “nueva normalidad”, pero no es consuelo, porque no lo hay. Ya en 2020, la provincia de A Coruña perdió 1.120 empresas y no me atrevo a calcular cuántas siguen intentando caminar como zombis, alimentándose fundamentalmente de bocados de préstamos ICO y subvenciones varias.
Estás enfadado. No te falta razón. El tiovivo de medidas gubernamentales para tratar de controlar una situación desbocada, no solo ha sido mareante sino que a veces hasta ha girado en direcciones contrarias y ello ha fortalecido al peor enemigo de una empresa, la incertidumbre y construido el mayor muro para tus clientes, el miedo.
En los informativos has escuchado que la vacuna ya está aquí y también la medicina económica de la que todos los políticos hablan desde hace meses, los fondos europeos de reestructuración. Pero ni una ni otra llega a tiempo, ni para todos. Parece que alinear a las administraciones con las necesidades del mundo real no es sencillo y, mucho menos, rápido.
Imagino tu pensamiento. Has fracasado. Nadie te lo dice, pero la frase resuena en bucle en tu cabeza cambiando solo de voz, tus padres, tu pareja, los del banco y una más alta que el resto, la tuya propia. Yo también he escuchado esas voces, por eso espero que ahora escuches la mía.
Eres valiente. Puede que el final haya sido más amargo que en tus peores pesadillas, pero recuerda las oportunidades que has generado, el equipo que te ha acompañado y, sobre todo, lo que has aprendido. Los inteligentes (que los hay) valoraremos tu experiencia empresarial y las capacidades de gestión, comerciales y organizacionales que has desarrollado en este tiempo. Eres valiente porque has generado valor a tu alrededor.
Eres fuerte. Quizás necesites descansar tu cuerpo, pero sobre todo tu mente para poder adaptarte a un nuevo futuro y un nuevo proyecto, propio o ajeno desde el que seguir aportando lo mejor de ti mismo con la visión que el emprendimiento ha tatuado en tu piel. Eres fuerte cuando sabes que estás en un momento débil.
No estás solo. No agaches la cabeza si te cruzas conmigo. Devuélveme la sonrisa con orgullo. El orgullo de haberlo intentado. La seguridad de que vas a conseguir salir de esta. Somos muchos con los que puedes contar a tu alrededor.
Por todo ello, solo quiero decirte que lo siento, que te entiendo y que te echaré de menos. Te deseo la mejor suerte.
Gracias por tanto.