Marzo de 2020 fue el mes de los grandes cambios, la llegada de la pandemia le abrió los ojos a muchas empresas, grandes y pequeñas, que no tuvieron más remedio que implantar esta forma de trabajar que tanto evitaban anteriormente. De la noche a la mañana más de 3 millones de trabajadores se tienen que poner a trabajar desde sus lugares de residencia (desde el salón de casa, la terraza, el jardín o la cocina) y en la mayor parte de los casos a trabajar muchas más horas de las que dedicaban desde sus puestos presenciales.
Desaparecen los horarios, llegan las videollamadas, las reuniones virtuales, la intromisión en las casas y todo esto con la familia por el medio o en la habitación de al lado haciendo deberes, conectados a las aulas virtuales, viendo la TV o en otra videollamada con el comité de empresa al otro lado de la pantalla.
Esta modalidad de trabajo se llama Smart Working, y aunque lo seguimos llamando teletrabajo, no es la forma correcta de denominarlo. El Smart Working es la fusión del teletrabajo y las nuevas tecnologías; las empresas dan a sus empleados las herramientas necesarias para poder rendir como en la oficina, pero desde cualquier lugar.
El Smart Working estaba muy demandado, pero no el del confinamiento, sino el del posconfinamiento y ojalá muy pronto podamos decir el de la pospandemia. Un trabajo en remoto regulado y organizado, en el que se respetan los horarios, no esté la familia por el medio y en el que cada trabajador pueda adaptar a su vida.
Por suerte para muchos, el 23 de septiembre de 2020 se aprobó la Ley del Teletrabajo, que regula esta nueva modalidad laboral y en la que se recogen múltiples aspectos como los límites del trabajo a distancia, la flexibilidad de horarios, quién debe sufragar los costes y qué trabajadores podrán acogerse al teletrabajo.
Sobre esta modalidad laboral existen todo tipo de opiniones: los que no quieren oír hablar del teletrabajo ni en broma, los que están a favor de alternar trabajo presencial con teletrabajo y los que no tienen ninguna intención de volver al trabajo presencial y apoyan el teletrabajo para siempre.
Las empresas han comprobado que tener a los trabajadores dedicando horas y horas sin descanso desde sus casas no está tan mal, reducen los gastos de oficina (electricidad, calefacción, limpieza, material, entre otros), los cheques comedor, dietas o vehículos de empresa, y en muchos sectores la productividad ha aumentado notablemente.
Pero, ¿qué sucede con el componente social, las conversaciones en el “momento del café”, en la comida o en la escapada al baño? ¿Todo eso se ha perdido? ¿Y los viajes de empresa, los congresos, las convenciones o los desplazamientos para reunirnos con el resto del equipo en las oficinas principales de las empresas? Ahora nos vemos a través de Zoom, Teams o Skype y no conversamos como lo hacíamos antes. Nos conectamos para tratar temas profesionales, con una breve introducción para romper el hielo y poco más. Enlazamos unas reuniones con otras y cuando nos damos cuenta llevamos muchas horas sin levantarnos de la silla, mirando sin pestañear a la pantalla y contracturados.
Es evidente que la forma de trabajar ha variado, el Smart Working supone un gran cambio de mentalidad y un reto para las empresas que tendrán que confiar más en sus trabajadores, y estos trabajar por objetivos, no por cómputo de horas. Lo que importa son los resultados, no el tiempo que dedicas a conseguirlos. Nuestro lugar de trabajo es nuestra conexión a la red.