A lo largo de toda la vida, leer nos aporta múltiples beneficios, además de abrir ante nosotros un mundo de posibilidades infinitas, de experiencias y de aprendizaje. Leer nos ayuda a desarrollar nuestra capacidad de pensar, de sentir, de imaginar, de cuestionar, de conocernos, de comprender…
Nos permite acceder al conocimiento, a la cultura y al ocio; además de ser un “ejercicio” óptimo para nuestro cerebro, para nosotros.
La lectura es un regalo, una oportunidad y un desafío para ir más allá de nuestro mundo y de nosotros mismos, de nuestros límites, de nuestros marcos o modelos mentales…, la lectura favorece y estimula el crecimiento personal y el desarrollo humano.
El poder transformador de la lectura es incuestionable, tanto a nivel individual como social. Está demostrado que la actividad lectora estimula el desarrollo cerebral, mejora su plasticidad y transforma su estructura generando nuevas conexiones neuronales, con todo lo que ello implica.
Saber leer es algo que hoy se considera básico, es fundamental para casi todo en nuestra vida, es una actividad cotidiana que nos permite participar de manera plena y activa en la sociedad.
Hasta no hace tanto tiempo, aprender a leer y escribir estaba al alcance de unos pocos privilegiados. La universalización de la educación formal y el desarrollo de los sistemas educativos permitió el acceso de gran parte de la población a dichos aprendizajes, llegando a lograr unos importantes índices de alfabetización.
Pero el desarrollo social, cultural y económico y las demandas que genera, han provocado que el concepto de lectura en los últimos años haya evolucionado, se haya ampliado e implique una exigencia mayor. Leer ya no es simplemente decodificar, ni tan siquiera decodificar y aportar significado. Leer implica comprender; ser capaz de establecer una relación con el texto que nos permita, a partir de nuestros conocimientos previos, generar y construir nuevo conocimiento, conocimiento útil, independientemente de la tarea, el contexto y el objetivo. Convertirse en un lector competente requiere, entre otras, capacidad de comprensión y de autorregulación.
Sin embargo, cada vez hacemos un uso más reduccionista de la lectura. Además de otros factores, el uso que hacemos de la tecnología en nuestro día a día está cambiando nuestros hábitos lectores. Leemos pero como consumo de titulares, de información rápida de usar y tirar, se prescinde de algunos de los procesos que hacen de la lectura una actividad enriquecedora y transformadora, no se saborea la lectura de la misma manera.
Esto genera una nueva realidad en los países desarrollados: la aparición de los llamados analfabetos funcionales, personas que saben leer pero incapaces de emplear de manera eficaz sus habilidades en lectura para desempeñar tareas cotidianas. Una realidad preocupante y a la que poner coto que se convierte en un objetivo principal de los sistemas educativos. Y la piedra angular de los sistemas educativos son los profesionales de la educación que los conforman, mayoritariamente profesorado, pero no son los únicos.
Es cierto que el profesorado y la escuela desempeñan un papel transcendental en el proceso de enseñanza-aprendizaje de la lectura y tienen una gran responsabilidad. Pero el papel que juegan la familia y el entorno social en el que niños y jóvenes se desenvuelven, es tan importante y determinante como el de la escuela.
El aprendizaje de la lectura, aunque casi siempre se considera alcanzado cuando el niño es capaz de reconocer los signos escritos con cierta fluidez, es un proceso complejo, que se desarrolla a lo largo de toda la vida y requiere práctica, tiempo y dedicación.
Siendo así, podemos darnos cuenta de que es importante atender, acompañar y cuidar el proceso de aprendizaje en todas sus fases, así como la relación que vamos a enseñar a establecer con la lectura, pero sobre todo es fundamental atender, acompañar y cuidar a la persona, porque sin la persona no hay proceso, ni relación posible.
Comprender esto y concienciarnos de ello es el primer paso para lograr despertar el gusto por la lectura y sembrar las semillas del amor hacia ella.
Si a este primer paso, le añadimos la combinación de: la disponibilidad de libros en el hogar, ver leer a las personas de referencia y hacer de la lectura una actividad compartida, además de por supuesto, respetar el ritmo del niño en todo momento durante su proceso de aprendizaje, ya habremos recorrido buena parte del camino.
Y por favor, recuerden:
“pasen y lean”
porque el gusto y el amor por la lectura, también se contagian.