Me ha tocado conocerte en la peor de las circunstancias y con el peor de los argumentos. No he tenido el placer de tener una conversación contigo y se me rompe el alma al pensar que ya nunca podremos tenerla y que me han, nos han, robado la posibilidad de descubrir a la bella persona de la que hablan los que tuvieron la fortuna de cruzarse en tu espacio-tiempo.
Qué triste Samuel, qué frustrante es saber que nada de lo que haga, escriba o diga y que nada de lo que hagan, escriban o digan los tribunales o los políticos podrá devolverte al lugar del que nunca te debiste ir ni contribuirá a calmar el dolor de los que te querían.
Perdón Samuel, aunque no estaba allí no puedo evitar sentirme culpable de coexistir en una sociedad que aún no ha conseguido educarnos a todos en el respeto a los demás y en la que todavía existen prejuicios, estereotipos, diferencias y violencia.
Lo siento Samuel, no hemos sido capaces de protegerte de una raza de animales que aún demuestra su masculinidad a través del menosprecio, el acoso y la agresión, física o verbal. Estoy seguro de que son los mismos que consideran a las mujeres como objetos a merced de sus deseos sexuales y sus necesidades domésticas o los mismos que creen que el color de la piel determina tus capacidades o derechos. Son esos tan cobardes que sólo se sienten valientes jaleándose entre ellos y que tienen la necesidad constante de sentirse fuertes a costa de hacer débil a otros. Que desgraciados. Ellos, que tendrán que convivir para siempre con el tormento de haberte arrancado de nuestro lado sin ni siquiera conocerte y sus entornos, que sufrirán con la pesadilla recurrente de preguntarse si podrían haber hecho algo para evitarlo. Los compadezco.
Estoy acojonado Samuel, de que pueda volver a pasar, de que el próximo blanco fácil pueda ser uno de los míos o yo mismo y que cualquier excusa ridícula como lo que hago con mi móvil, mi forma de vestir, de mirar o de amar pueda servir de argumento para desahogar la ira que genera el miedo a lo diferente de una pandilla de sinvergüenzas tras una noche de borrachera. Tengo terror a que este dolor que siento sin conocerte, se multiplique hasta resultar insoportable si ocurre algo similar en un radio mas reducido del que nos ha separaba a ti de mí.
No te voy a olvidar, Samuel. Desde que no estás, llueve a ráfagas como si la ciudad llorase por todos los que no hemos tenido la suerte de conocerte. Sólo me queda la posibilidad de seguir contribuyendo con mis hechos, mi apoyo, mis palabras y también mi voto a que no tengamos que conocer a nadie más por los motivos que te han alejado de nosotros para siempre y educar a mis hijos en que la diversidad es un orgullo y nunca una amenaza.
Adiós Samuel. Te echaré de menos. Aunque no te haya podido conocer en persona y no hayamos podido tener esta conversación, quería decírtelo personalmente. Gracias por todo lo que nos has dado. El mundo es más triste desde que no estás.