"Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” (Génesis 1:3-5)
Y Abel dijo “El que quiera ir al cielo tiene que venir a las Navidades de Vigo”… y el 4 de agosto comenzó el montaje de 11 millones de luces, uno más que el año pasado, como principal atractivo turístico de la ciudad olívica para la temporada navideña… y desde el mismo cielo nombrado llovió intermitentemente todo el verano en venganza al atrevimiento de sus palabras.
Y Abel dijo “Nueva York se nos va a quedar pequeño”… y un millar de árboles comenzaron a prepararse para ser iluminados, esperando captar la atención de viajeros indecisos que, en lo que se prevé sean los coletazos pandémicos, busquen emociones urbanas… y Nueva York ni se enteró porque sus palabras fueron solo noticia en los magazines veraniegos low cost de Ana Rosa y demás sucedáneas.
Y Abel dijo “El alcalde de Madrid está cabreado porque Vigo le gana en luces de Navidad"… y más de 3.000 campanas, renos y estrellas se prendieron en esta absurda competición al estilo “Grand Prix del Invierno” en el que diversas ciudades capitaneados por sus alcaldes compiten por ver quién la tiene más larga (la altura del árbol, por supuesto).
Vigo pagará una enorme factura (de la luz) este año. Abel no tengo muy claro si la pagará (en las próximas elecciones) porque su encendido (en todas sus acepciones) con un narcótico monólogo inaugural, chapurreo en inglés incluido, ya se ha vuelto más clásico, delirante pero también reproducido que el vestido de la Pedroche o la capa de Ramón García.
Me encantaría que fuese noticia, al mismo nivel de cobertura mediática, que una ciudad o pueblo decidiese no colocar luces navideñas y, en su lugar, apoyase causas sociales de esas que, desgraciadamente, no terminarán con las rebajas de enero y que el tsunami postpandémico dejará a la vista de todos por mucho tiempo aunque no haya luz. Ese es el lugar que a mí me gustaría visitar. Esa es la ciudad en la que a mí me gustaría vivir. Ese es el alcalde que a mí me gustaría tener.
Y Abel dijo “Cuando se dice la palabra Navidad en algún lugar del mundo, se piensa en Vigo y, modestamente, debo decir que en su alcalde” y esa falsa modestia yoísta que rodea al personalismo (mejor dicho “personajismo”) político actual es la causa del desapego social a la administración pública y sus dirigentes. Todo muy triste.
Y es que cuando Dios hizo la luz, parece que no a todo el mundo le dio las suficientes… Tal vez haya que pedírselo a alguien laico como Papá Noel.