Nadie duda ya de que las redes son el canal de comunicación por antonomasia de la sociedad actual. Tan solo en Facebook, existen 2.910 millones de usuarios en todo el mundo, su uso cotidiano ha aumentado en más de un 20% tras la pandemia y un 80% de la población las consulta varias veces al día.
El alcance, penetración y frecuencia de uso de estos canales, supera con creces al de cualquier otro medio de comunicación clásico como la prensa, la radio o incluso la televisión. Una story, un tweet o una fotografía puede ser vista segundos después de su publicación por cientos de millones de usuarios de todo el mundo. Por poner un ejemplo que contextualice la potencia comunicadora, el video de Ester Expósito (una de las actrices de la serie Élite) bailando reguetón en su habitación durante la cuarentena acumuló en tan solo 72 horas más de 60 millones de visualizaciones. Sólo por tener una referencia comparativa previa a la aparición de las redes sociales, el impacto de los aviones sobre las Torres Gemelas del World Trade Center el 11 de Septiembre de 2001 fue seguido en directo a través de la televisión por “tan solo” 50 millones de personas en el mundo.
Así es como las redes sociales se han convertido en el nuevo canal de comunicación de masas y el medio por el que gran parte de la ciudadanía se mantiene informado de los acontecimientos que le rodean. Los políticos, lo saben (y lo utilizan) como punto de contacto con una sociedad ávida de contenido rápido e inmediato. Así lo demuestra la evolución del conflicto entre Rusia y Ucrania que nos ocupa y preocupa estos días y, si eres de los que te fijas, ya habrás visto que los informativos televisivos se alimentan para sus recursos de las imágenes y videos de redes sociales en formato 16:9 como testigo del minuto a minuto de la estupidez humana que subyace a cualquier guerra.
El 25 de febrero, ya en pleno asedio ruso, el primer ministro Ucraniano, Volodimyr Zelensky publicó el siguiente mensaje en su cuenta personal: “Buenas noches a todos. El líder de nuestro partido está aquí (…) el Presidente está aquí, Nuestro Ejército está aquí. Los ciudadanos están aquí”. Una llamada a la resistencia patriótica que, 5 días después ya había sido visto por 14’5 millones de personas.
Otra característica propia de las redes sociales es la enorme capacidad de interacción por parte de sus usuarios. Cualquiera puede manifestar su opinión públicamente y contribuir así a incrementar la difusión de contenido a golpe de clic. Apenas existe el contexto, las explicaciones, el debate ni la contra-réplica, en un lugar donde lo que manda es la posicionarse y reaccionar en el menor número posible de caracteres, lo cual aumenta peligrosamente la polarización de posturas. Así, puedes ser fan del mismísimo Dios y minutos después del mismísimo diablo o cualquiera puede pasar de la absoluta estupidez a los altares del heroísmo en cuestión de segundos.
Alex Hook es un soldado ucraniano con más de 3 millones de seguidores en TikTok. A finales de febrero saltó a la fama por sus videos musicales, coreografiados desde el campo de batalla y difundidos televisivamente como muestra de la inconsciencia de la humanidad actual que le da más importancia a su imagen virtual que a su integridad física. Tan sólo una semana después, en los mismos canales televisivos, Hook era encumbrado con un nuevo storytelling, proclamando sus videos como una forma de comunicarse con su hija (de la que se había separado en Diciembre) para indicarle que está a salvo cada día.
En las redes sociales no hay edición y apenas filtros (curiosamente salvo los pezones). Cualquiera puede ser director y actor protagonista de su propia historia al mismo tiempo y también cualquiera tiene la capacidad divina de decidir si su guion será original o adaptado. El problema viene cuando el espectador no es capaz de discernir la veracidad de lo que observa desde el otro lado de la pantalla, originando un mundo plagado de fake news en la que es difícil identificar y separar la realidad de la ficción.
El mismo día en el que Rusia invadió Ucrania, se publicó en Twitter la nueva portada de la revista Time, referente informativo mundial, con Vladímir Putin como protagonista, convertido en Adolf Hitler bajo el terrorífico (por verdadero) título de “The return of history”. La imagen se difundió viralmente por todo el mundo e incluso fue retuiteada por el embajador ucraniano en las Naciones Unidas hasta que, días después, y tras el pertinente comunicado oficial de la icónica revista negando la veracidad de la portada, el diseñador gráfico Patrick Mulder reconocía la autoría del montaje: “Quería crear algo que dinamizase la conversación alrededor de la invasión de Ucrania y capturase el sentimiento de la gente”.
Desgraciadamente esta incomprensible guerra se cobrará muchas víctimas, humanitaria y económicamente, se librará con armas de última generación que no sirven para nada más que para causar destrucción a su paso, su estrategia se establecerá en los despachos de mandos políticos y militares, sentados en mesas de la mejor madera y firmando con plumas estilográficas de punta de oro. Siempre ha sido así en la humillante y triste historia de la humanidad. Pero, a diferencia de sus predecesoras, esta guerra también se librará en nuestros móviles, a través de millones de publicaciones que dispararán miles de memes y se vivirá a fragmentos de 15 segundos de tiempo real a través Instagram, Twitter, Facebook, Twitch o TikTok.