Hilton, Spears y Lohan, las icónicas amigas que llegaron a ser conocidas como “la santísima trinidad” llenando miles de portadas con sus andanzas nocturnas en Los Ángeles de mediados de los 2000’s. Las 3 se conocieron “trabajando” y establecieron rápidamente una relación venenosa que alternaba entre la amistad extrema y la competencia descarnada hasta que todas ellas se arrastraron mutuamente a un abismo que terminó con Paris en la cárcel, Lindsay en una clínica de rehabilitación y Britney ingresada tras su tristemente famosa crisis nerviosa.
Según un estudio de la Universidad de Michigan, un 98% de las personas hemos experimentado o experimentaremos relaciones tóxicas en nuestro entorno laboral. El estudio advertía además del elevado coste de estas situaciones, con un pronunciado descenso en la productividad profesional que llegaba a verse reducido en más de un 65% cuando del compañerismo se pasa a la competencia, cuando de la amistad se pasa al rencor o cuando del liderazgo se pasa a la dictadura.
Pero sin embargo y sin duda alguna, las consecuencias más dolorosas de los ambientes laborales tóxicos son las derivadas del enorme sufrimiento emocional asociado a las dinámicas nocivas y que incluyen síntomas como el estrés, los problemas de autoestima o el insomnio que, además, se contagian con frecuencia a otros ámbitos de nuestra vida llegando a afectar también a nuestras relaciones familiares y sociales. Diversos estudios han concluido que la probabilidad de sufrir una depresión aumenta en más de un 300% en entornos laborales tóxicos.
La propia casuística del ecosistema profesional, que nos hace ocupar una parte muy importante de nuestro tiempo en ecosistemas tensionados, así como las carencias educativas y de competencias relacionadas con el liderazgo o la gestión emocional, son el caldo de cultivo perfecto para que se generen dinámicas laborales extremadamente nocivas entre compañeros de trabajo o entre responsables y subordinados (y viceversa).
En primer lugar, es muy importante entender que las relaciones tóxicas suelen ser bidireccionales. De este modo, y sin importar quién inicia la reacción en cadena, todos los miembros de la relación tóxica se convierten en tóxicos para el resto, con lo que el efecto (y sus consecuencias) se amplifican hasta que la situación es irreconducible. Todos son culpables (aunque no siempre en el mismo porcentaje) y todos suelen perder.
Dicho lo anterior, estas son mis 5 claves para identificar una persona tóxica o evitar convertirte en una:
1) Respeto
Las personas tóxicas pierden el control o incluso pueden llegar a la agresividad. Esto es siempre imperdonable, por mucho que puedan llegar a argumentar o por mucho que puedas llegar a auto-excusar. La empatía y el respeto son condiciones fundamentales indispensables en cualquier relación humana, tanto las personales como las profesionales. Nunca lo olvides.
2) Perdón
Todos metemos la pata y, desde luego, hay que ser comprensivo y ofrecer nuevas oportunidades, pero hay 3 condiciones básicas que han de cumplirse en las disculpas: Reconocimiento (1), perdón (2) y enmienda (3). No aceptes nunca un perdón si no se cumplen estas 3 premisas. Toma como referencia técnica el ejemplo tras el famoso viaje a Botsuana del Rey emérito (otra cosa es que lo haya cumplido): “me he equivocado (1), lo siento (2) y no volverá a ocurrir (3)”
3) Mentira
Los compañeros tóxicos ocultan o falsean con frecuencia la realidad, a veces conscientemente o incluso a veces con la intención inicial de ayudar. De todos modos y sea cual sea la excusa, la mentira es siempre perjudicial porque destruye la confianza que debe ser la base de cualquier relación.
4) Idealismo
Tu colega o tu responsable no cumple con tus expectativas (o tú con las suyas). Pueden pasar 2 cosas: que haya intentado ser lo que no es para intentar complacer o que tú lo hayas convertido artificialmente en lo que tú necesitas (y no lo que es realmente). Enfréntate a la realidad o la decepción continua os conducirá al precipicio.
5) Reconocimiento (no es sólo decir gracias)
Las personas tóxicas ni reconocen ni devuelven lo que das. Créeme, o lo paras pronto o el gap entre lo que tú entregas y lo que recibes será cada vez más grande y frustrante.
Si identificas estas conductas en tu entorno o incluso en ti mismo, aléjate lo antes posible del problema. Únicamente poniendo espacio de por medio y de manera inmediata, conseguirás o conseguiréis sobrevivir.
Yo, que siempre he presumido de vivir mi carrera profesional desde la pasión, me he enfrentado a ambientes tóxicos que no he sabido frenar a tiempo. En ocasiones, la única salida posible, ha sido cambiar de trabajo. Con la perspectiva que te regala el tiempo y siendo honesto, soy consciente de que también he sido tóxico en ocasiones para otros que espero lleguen a perdonarlo algún día.
Soy testigo de que las cicatrices de una relación tóxica pueden ser tan profundas que te impidan volver a creer en que existe la amistad en un escenario laboral pero, afortunadamente, también he tenido la suerte de vivir laboralmente experiencias en las que un equipo conecta no solo a nivel profesional sino también a nivel personal, estableciéndose vínculos para toda la vida.
Nunca lo olvides porque, como dice Antonine de Saint-Exupery en El principito: “Es una locura odiar a todas las rosas sólo por que una te pinchó”.