Imagínate por un momento que vives en un pequeño pueblo en el que todo el mundo es moreno y tú rubio.
La normalidad, esa utopía que nos aporta la falsa ilusión de seguridad en un escenario bajo control, es tener el cabello tizón y tus cabellos dorados te convierten en el bicho raro que ha llegado a alterar el standard generalmente aceptado. Pura psicología social del ser humano.
La gente empieza pronto a murmurar sobre ti, tus relaciones van disminuyendo por el miedo a lo diferente y a algo tan inconcebible y biológicamente inexplicable como el contagio del brillo soleado de tu cabello entre la ciudadanía. Llegan gradualmente las agresiones (verbales o incluso físicas) excusadas en la necesidad de protección del status quo del reino del cabello azabache y en cuanto pestañeas, te han (atención a la persona verbal) convertido en un personaje indeseable y peligroso que puede alterar el orden establecido y adentrar a tus vecinos en una anarquía de colores capilares. Incluso tu familia reniega de la inexplicable aparición de un rubio en la estirpe de vuestro apellido. Poco a poco, la presión social ha logrado que incluso tú, seguramente de manera inconsciente, llegues a avergonzarte de algo que no has tenido posibilidad alguna de escoger ….. Tu futuro está más negro que el cabello de tus conciudadanos.
A priori, sólo tienes 3 posibles salidas:
- La lógica sería permanecer firme pese a las adversidades. No sólo no eres culpable de ser rubio sino que no tienes ninguna argumentación, más allá de las opiniones y miedos de los demás, para no gustarte ser así. La aceptación suele ser una cuestión de tiempo y persistencia.
- La inmediata sería ceder, ir a la tienda más cercana y comprarte una peluca morena para ocultar tu verdadera naturaleza aunque tendrás que estar permanentemente atento, con la ansiedad que ello puede conllevar, para que no se te no se te note ni un pelo de rubio en ningún momento del día, pues ya tan sólo podrás serlo en tu intimidad.
- Huir de ahí con la esperanza de encontrar un lugar en el que rodearte y sentirte rodeado por más gente como tú.
¿Qué decisión tomarías si el acoso se vuelve insoportablemente constante?
El fragmento anterior podría parecer una distopía premium del nivel de “1984” o de “El cuento de la criada”, pero si sustituyes “rubio” por “LGTBIQ+” entrarás en la situación de miles de personas que se ven obligadas a abandonar su lugar de origen por el miedo, rechazo y acoso que representa algo tan irrelevante para los demás como su orientación sexual. Te recuerdo un dato tan alarmante como que tu orientación sexual cuando difiere de la heteronormativa puede suponer la cárcel o incluso una condena a muerte en 11 países con lo que huir se convierte muchas veces en, sino la única, la mejor de las opciones.
Tan sólo el 13% de la población LGTBIQ+ vive en un entorno rural, según el estudio realizado por la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (2020). Este es el punto de partida de “Hay Ganas de Orgullo de Pueblo”, una campaña que, a través del patrocinio de J&B, da voz a esas personas, iniciativas y movimientos que están trabajando para que el mundo rural también sea lugar de celebración de la diversidad y la libertad. En definitiva, un “espacio seguro”.
Hace un par de semanas, incrédulo, recibí una llamada de una persona de la organización que había leído uno de mis artículos en quincemil para invitarme a la “Mostra de Curtas Vila de Noia”, el festival elegido para estrenar en Galicia dos documentales rodados dentro de la iniciativa: “Sexilio” de Eduardo Casanova y “Volver” de la productora The Kids are right.
Ambos cortometrajes comparten los testimonios de personas del colectivo como Leo, Ariel o Cris que, con enorme generosidad, comparten sus experiencias personales al tener que abandonar su lugar de origen provocado por el rechazo de su entorno y, en algunos casos, incluso el de su propia familia. A poco de empatía que tengas (ese superpoder humano tan importante como escaso) sus vivencias ponen los pelos de punta, pero afortunadamente, todos ellos dejan una luz de esperanza que señala que existen caminos y lugares en los que poder ser uno mismo mientras el tiempo pone, aunque más lentamente o más dolorosamente de lo deseable, las cosas en su lugar.
Tuve la oportunidad de conocer a varios de los protagonistas y a los directores tras la proyección y, juntos, brindamos con esperanza a la salud de una nueva sociedad en la que vivir en libertad independientemente de tu género, tu tendencia sexual (o incluso tu color de pelo).
Debemos de ser conscientes que, todos y cada uno de nosotros, aunque no hayamos estado presentes en esas escenas concretas podemos y debemos contribuir a que, si asistimos a un “remake” de alguna de estas historias, el final tenga un final feliz.
Puedes ver el video de la iniciativa AQUÍ