Málaga está de moda. La capital de la Costa del Sol ha emergido tras la pandemia como el sitio donde todas las empresas tienen que estar y que los españoles tienen que visitar. Las perspectivas para la ciudad andaluza son muy buenas: es posible que se celebre ahí la Expo del año 2027 y los pronósticos más optimistas la sitúan en el futuro como la ciudad de referencia del Mediterráneo español, en detrimento de Barcelona.
Málaga es en estos momentos todo lo que Valencia prometía ser a principios de siglo, antes de que la crisis financiera y los escándalos de corrupción se llevasen por delante aquellas expectativas. El esqueleto del Nuevo Mestalla o el auge y caída del arquitecto Calatrava son buenos ejemplos de lo que prometía la capital del Turia y lo que finalmente pasó. Pero Málaga es diferente. Está mucho más cimentada y, desde luego, no se ha hecho en dos días. Lo que es ahora la ciudad es el resultado de muchos años de trabajo constante con las miras puestas en objetivos que se consiguen y que dan paso a nuevos proyectos.
Yo tengo la suerte de tener una buena perspectiva de las dos ciudades. Además de coruñés y director de Quincemil, desde hace dos años esta misma empresa edita un periódico digital similar en Málaga, llamado El Español de Málaga, lo que me ha permitido conocer e interactuar bastante con la ciudad y varios de sus estamentos.
Hay varios paralelismos entre A Coruña y Málaga, algunos realmente curiosos. Ambas ciudades comparten fiestas importantes como el carnaval o las hogueras de San Juan (A Coruña las celebra más), las dos forman parte de la historia de Picasso (Málaga más), e incluso tienen equipos de fútbol que pasaron por grandes momentos, pero que ahora están en horas bajas o muy bajas (A Coruña, por desgracia, mucho más). Las dos tienen también una capital autonómica con la que hay cierta rivalidad, que a veces les hace sombra y les quita protagonismo (Málaga mucho más).
En las dos últimas décadas Málaga ha hecho cosas como peatonalizar gran parte del casco viejo de la ciudad (la calle Larios, un equivalente a nuestra calle Real, no se hizo peatonal hasta 2002), rehabilitar una zona deprimida cercana que ahora se llama “el Soho” y apostado por los museos y la cultura como motor del turismo. Esto último ha sido sin duda arriesgado, teniendo en cuenta que su clima es como el de California y a ambos lados de la costa se encuentran algunos de los pueblos de veraneo más visitados de España. Habría sido fácil invertir en más turismo de sol y playa, pero la apuesta por los museos le ha salido también muy bien, y esta regeneración urbana y cultural ha venido acompañada de una renovada y atractiva oferta hotelera y hostelera de tipo urbano. El último logro de esta trayectoria resumida de aciertos de la ciudad es posicionarse como un gran hub tecnológico, gracias al éxito de varias startups locales que han surgido en los últimos años, y también a la presencia de un potentísimo aeropuerto que tiene vuelos con todas las ciudades relevantes del norte de Europa.
¿Puede emular A Coruña algo de esto? Algunas cosas sí, otras no. Desde luego, el clima de Málaga no lo vamos a tener, del mismo modo que la Costa del Sol nunca va a contar con una materia prima culinaria como nuestros pescados, mariscos y demás. La batalla del aeropuerto parece perdida también, Alvedro es demasiado pequeño y apenas tiene rutas. Málaga y Alicante, en cambio, tienen gracias al turismo los aeropuertos más activos de la España peninsular tras Madrid y Barcelona, y por eso estas dos ciudades de tamaño medio están atrayendo a más empresas tecnológicas que ninguna otra: es fácil llegar, y además es agradable vivir o visitar.
Sin embargo, ninguna de las ciudades cercanas a A Coruña tienen ni un clima mucho mejor ni un aeropuerto especialmente activo. Recorriendo la costa desde Oporto hasta Bilbao, A Coruña tiene la oportunidad de “activar palancas”, como se dice ahora, para despuntar y posicionarse todavía más como el gran referente del noroeste español. Principalmente, porque ninguna ciudad o área urbana de ese tramo de costa tiene los referentes empresariales que posee la urbe herculina.
Hay otro paralelismo curioso entre Málaga y A Coruña, que es la presencia de una figura de fama mundial que decide ser profeta en su tierra y apostar por su ciudad. En el caso de Málaga, Antonio Banderas ha sido uno de los grandes artífices de que una zona de la ciudad de capa caída se convirtiese en el distrito de las artes o Soho. La primera estrella de Hollywood surgida en España posee un teatro en la zona y varios restaurantes, y contribuye activamente a que Málaga sea un referente en el ámbito artístico y cultural. En A Coruña, parece que Marta Ortega ha decidido asumir un rol similar, llevando a la ciudad cada año una exposición de referencia que reciba visitas de toda España y Europa, y con más proyectos en mente que se irán desvelando. Desde luego, que los tres pilares de la fundación de la presidenta de Inditex sean “A Coruña, la fotografía y la moda” dice mucho sobre lo que la heredera del imperio quiere contribuir al futuro de su ciudad.
Estos grandes logros de Málaga son un trabajo colectivo, pero tienen un protagonista que los ha liderado: su alcalde. Paco de la Torre lleva casi 23 años en el puesto y bajo sus gobiernos Málaga ha despegado, con un notable desarrollo turístico, cultural y económico. Del mismo modo que Abel Caballero es el protagonista de los avances de Vigo y ha contribuido a la fama de la ciudad olívica con su apuesta por las luces navideñas y su carisma viral natural, en Málaga ha habido un alcalde (de imagen mucho más seria que Caballero) que ha capitaneado ese viaje de la urbe desde la poca trascendencia hacia ser el espejo en el que las demás quieren mirarse.
El problema de emular a De la Torre es que A Coruña ya tuvo a otro alcalde similar, antecesor y modelo de Abel Caballero, y tocayo del de Málaga: Paco Vázquez. Bajo sus 24 años de gobierno entre 1982 y 2006, A Coruña se transformó con el paseo marítimo, se convirtió en un referente cultural con sus museos de divulgación (que, salvo el Aquarium, Internet los ha hecho mucho menos relevantes) y cimentó el liderazgo que ahora tiene entre todas las ciudades de la zona. Tan grande es la impronta que Vázquez ha dejado en la ciudad que a todos los alcaldes posteriores se les ha comparado con él (y han perdido), y de hecho la política local coruñesa sigue marcada por aquel socialismo vazquista, más de centro que de izquierda. Por eso el PSOE coruñés se toma las copas en la plaza de Vigo, el PP no se pierde una procesión y hay hasta tres partidos a la izquierda con opciones de tener representación en María Pita.
Buscar ser el Paco de la Torre de A Coruña es también intentar ser el sucesor de aquellos proyectos de Paco Vázquez. Pero quizás hoy en día, con cómo han cambiado los tiempos, lo que se necesite no sea un líder que acapare el protagonismo como los dos Pacos, Abel y todos los que intentan imitarlos. Yo creo que en el año 2023 es más necesario alguien capaz de implicar y colaborar con los diferentes estamentos de la ciudad para fijar un objetivo común y aunar fuerzas para conseguirlos, del mismo modo que ahora las empresas están en contacto y consultan a los “stakeholders” o grupos de interés. Y no hablo solamente de los estamentos de la ciudad de A Coruña, sino de al menos los otros cuatro municipios cercanos (Arteixo, Culleredo, Oleiros y Cambre), íntimamente relacionados con la ciudad y con unas fronteras que ya no perciben los ciudadanos, pero que a veces resultan infranqueables en lo político e institucional.
Es absurdo que los cinco alcaldes de A Coruña y su primer cinturón no estén en contacto permanente y hagan iniciativas conjuntas, teniendo en cuenta que muchos ciudadanos de los cinco municipios viven en uno, trabajan en otro y hacen sus compras o van al gimnasio en un tercero. Para hacernos una idea del sinsentido de la cuestión, todo el municipio de Málaga tiene una superficie de 395 kilómetros cuadrados. En comparación, A Coruña, Arteixo, Cambre, Culleredo y Oleiros suman 280 kilómetros cuadrados entre los cinco, y son reinos de taifas que no se ponen de acuerdo en casi nada. Los alcaldes no comparten ni un grupo de WhatsApp.
El alcalde que quiera que A Coruña sea una ciudad verdaderamente líder tiene que ser consciente de que está coja sin sus cuatro municipios de alrededor, que conjuntamente suman ya más de 120.000 habitantes. No son solo un área metropolitana (como la que también tiene Málaga), sino extensiones naturales de la ciudad. Para ello, tendrá que tener la capacidad de poner de acuerdo a personas muy diferentes, y eso no se hace sacándote fotos o haciendo breakdance, sino tratando de iguales a tus pares y convenciéndoles de un objetivo común beneficioso para todos.
Y, desde luego, del mismo modo que Málaga no se hizo en dos días, el que quiera repetir en A Coruña el caso malacitano tiene que pensar a largo plazo. Afortunadamente, el camino ya está medio recorrido. A Coruña lleva años brillando como referente del noroeste español, pero no ha sido gracias a la gestión de sus políticos, sino al éxito de sus empresas. Con ese viento a favor, aquel que salga elegido o reelegida el 28-M, si hace un buen trabajo, tiene la oportunidad de posicionar a la ciudad herculina y su área en la liga de las grandes ciudades de la Península.