El miedo a perder
David Garrote, experto en psicología organizacional, analiza cómo el miedo a perder, ya sea estatus, estabilidad o relevancia, se ha convertido en una barrera silenciosa para la innovación y el cambio en las organizaciones. Además, reflexiona sobre cómo gestionarlopara transformar esta emoción en una fuerza impulsora del crecimiento
Hay una canción de Álvaro Guerrero, con la que siempre me he sentido identificado, que dice: “Tengo que luchar, o caer; grito en la conversación, con mi miedo a perder”. Hoy, al volver a escucharla, me asaltó la pregunta: ¿cuánto de nuestra historia está escrita desde el miedo a perder? ¿Cuántas decisiones tomamos no por la ambición de ganar, sino por el temor a perder lo que ya tenemos?
El 42% de los trabajadores españoles cree que su empleo podría desaparecer en la próxima década debido a la IA-.
El miedo es una emoción primaria, profundamente grabada en nuestro sistema nervioso desde los albores de la humanidad. Diseñado para protegernos de amenazas físicas inmediatas, el miedo hoy se manifiesta de formas más sofisticadas, pero no menos poderosas. Desde evitar una presentación en público por temor al fracaso hasta sentir ansiedad ante la posibilidad de perder un empleo, el miedo sigue siendo una constante en nuestras vidas.
Desde una perspectiva psicológica, el miedo tiene un propósito claro: la supervivencia. Ante un peligro, la amígdala activa el sistema de “lucha o huida”, inundando nuestro cuerpo con adrenalina y cortisol. Esta respuesta, que en otro tiempo nos protegía de depredadores, hoy se activa ante estímulos más abstractos: un correo inesperado del jefe, un cambio organizacional o una evaluación de desempeño.
Sin embargo, no todo miedo es negativo. En dosis controladas, el miedo puede ser un motor que impulsa la diligencia, la preparación e incluso la innovación. El problema surge cuando se convierte en una fuerza dominante, paralizando decisiones y generando entornos laborales tóxicos.
El miedo a perder —ya sea el estatus, la estabilidad o la relevancia— es especialmente
significativo en el mundo organizacional. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019), aproximadamente el 15% de los adultos en edad de trabajar padece algún trastorno mental, lo que equivale a 12.000 millones de días de trabajo perdidos al año debido a la depresión y la ansiedad, siendo el miedo el denominador común más habitual de estos trastornos.
600.000 bajas por salud mental en 2023: récord histórico en España
El miedo al cambio es un enemigo recurrente. En el contexto actual, este fenómeno se
agrava debido a múltiples factores: la crisis de productividad que atraviesa Occidente, el aumento de los problemas de salud mental en los entornos laborales o la irrupción acelerada de tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial (IA) son un claro ejemplo de ello.
Cuando los empleados temen perder estabilidad, competencias o incluso su puesto de
trabajo ante el avance de la IA y la automatización, la respuesta más común es la inacción o, en el mejor de los casos, una adopción tardía de nuevas habilidades. Según un informe de Boston Consulting Group (2024), el 42% de los trabajadores españoles cree que su empleo podría desaparecer en la próxima década debido a la IA.
Este miedo también impacta directamente en la salud mental. En España, las bajas
médicas relacionadas con problemas de salud mental alcanzaron un récord histórico en 2023, con más de 600.000 casos, convirtiéndose en la segunda causa de baja en el país (Cadena SER, 2024).
30% de absentismo en Tesla Berlín: el impacto de la cultura del miedo
Una de las manifestaciones más destructivas del miedo en las organizaciones es la llamada “cultura del miedo”. En estos entornos, los empleados operan constantemente bajo la amenaza —explícita o implícita— de represalias por errores, críticas o falta de resultados.
Un ejemplo ilustrativo es el caso de la planta de Tesla en Berlín, donde se reportó una tasa de absentismo laboral superior al 15%, alcanzando incluso el 30% en ciertos periodos. Según IG Metall, este absentismo está vinculado a una “cultura del miedo” dentro de la organización, donde las condiciones laborales generan un clima tóxico que erosiona el compromiso y el bienestar de los empleados (Huffington Post, 2024).
El miedo a perder, una oportunidad de ganar
La clave pasa por comprender que el miedo a perder no es algo que deba combatirse,
sino algo que debe comprenderse. Las organizaciones que aprenden a gestionar este
miedo no solo mitigan sus efectos negativos, sino que también desbloquean su potencial transformador. Perder el miedo a reconocer que tenemos miedo es, de facto, un gran gesto de valentía Porque, al final, lo que realmente importa no es el miedo en sí mismo, sino lo que hacemos con él.
“El miedo puede ser un compañero en el camino, pero nunca el conductor.” — Elizabeth Gilbert