Recuerdo aquel horario del cole en el que el recreo estaba a media mañana y que el tiempo no pasaba en esa clase de historia. Lo mismo con la hora de salida. Parecía que las agujas se arrastraran lentamente por la esfera del reloj colgado en la pared, vagas, sin querer marcar la hora que daría por finalizada la jornada escolar. Después había que coger el bus. Salía en 15 minutos desde que salías del cole y, de repente, ya lo habías perdido. Si solo te habías parado a despedirte de tus compañeros de clase y comentasteis un par de cosas. ¿Cómo tan rápido? Los 15 últimos minutos de tutoría no habían pasado tan rápido.
Como las horas del domingo de tarde, que se esfuman entre película, siesta y preparar las cosas para el día siguiente pero como la semana se hace eterna para llegar otra vez al fin de semana. O no tan eterna, porque cuando tienes la agenda laboral llena de reuniones y entregas, parece que las 8 horas sean 8 minutos. Porque llegas a las 9.00 revisas tareas, preguntas qué tal el finde, te acabas el café y ¡oh, sorpresa!, ya vas tarde para la primera reunión de las 10.00.
No hablemos de cuando esperando el resultado de una prueba médica, una llamada para una cita importante, esa entrevista de trabajo que quedaron en decirte algo en unos días. ¿Cuánto son unos días? Han pasado 48 horas, suficiente para que digan algo, ¿no? Diferente lo ves cuando eres tú el que en 48 horas tiene que decidir. Ahí quizá no son suficientes.
Por supuesto, no entremos en redes sociales. Parece que el tiempo se pone en x2. Son las 17:00, con salir a y cuarto suficiente, repaso rápido a las aplicaciones básicas y… ¡oh, oh! Se ha pasado más tiempo del que tenías.
¿Ya se acaba el año? Habrá a quien se le haya pasado volando o quién por el contrario habrá tachado cada día del calendario minuciosamente. La explicación a la percepción mental del tiempo la trae el trabajo del investigador de la Universidad de Duke, Adrian Bejan, publicado en revista la European Review. “Nuestra percepción del tiempo está profundamente influenciada por la forma en que nuestro cerebro procesa las experiencias, ya que no es lo mismo el 'tiempo del reloj' que el 'tiempo mental'”, explica el investigador.
Tiempo del reloj vs tiempo mental
Como sabemos el tiempo del reloj es el objetivo y constante y es nuestro tiempo mental el que subjetiviza su percepción. “El ‘tiempo de mente’ es una secuencia de imágenes, es decir, reflejos de la naturaleza que se alimentan de estímulos de los órganos sensoriales”, continúa el experto.
Para porqué el tiempo nos pasa más rápido cuanto más mayores, tenemos una explicación: “La degradación de las vías neuronales ralentiza la capacidad del cerebro para procesar nueva información, lo que hace que se formen menos imágenes mentales en la misma cantidad de tiempo de reloj”, por lo que “nuestros cerebros procesan menos información a medida que envejecemos, lo que hace que el tiempo parezca acelerarse”.
También está relacionado con la rutina que adquirimos llegados a cierta edad en la que nuestras vidas son más estructuradas. Cuando somos niños cada día es un aprendizaje, una nueva aventura, aunque las semanas en el cole parezcan eternas, el año nos pasa volando. En la edad adulta, las experiencias nuevas cada vez van a menos, los días cada vez son más parecidos, “lo que hace que los años parezcan más cortos”, concluye el investigador.
El tiempo se mide de diferente manera en función del contexto en el que nos acompaña. Lo cierto es que siempre es igual de largo el día, con las mismas horas, minutos y segundos. Los que no somos los mismos somos nosotros y nuestras circunstancias. Y vivirlo en primera persona es lo que cambia la perspectiva. La recomendación de los expertos para evitar esta sensación rápida del paso del tiempo es romper con la monotonía. Consiste en “despertar al cerebro” con nuevos aprendizajes, nuevas actividades, cambios en nuestra rutina… Y tú, ¿cómo vas a vivirlo en este nuevo año?