Solo superados por los japoneses, los gallegos poseemos la mayor esperanza de vida del mundo. Así lo leíamos hace algo más de un año. Pero… 

¿Es lo mismo esperanza de vida que salud?

Gracias a progresos tecnológicos y avances médicos como alcantarillado, agricultura, vacunas, cirugías o antibióticos las que durante siglos han sido las principales causas de fallecimientos (viruela, rabia, tuberculosis, lepra, malaria…) ya no lo son. Gracias a estos progresos, en los países “desarrollados” hemos superado los 80 años de esperanza de vida. Sin embargo, la “civilización” y el “progreso” tienen una contrapartida: nuevos enemigos. Obesidad, diabetes, asma, enfermedades cardiovasculares, hipertensión, depresión, alergias, miopía, trastornos autoinmunitarios, cáncer, artritis, dolores de espalda, demencia, insomnio… No son problemas totalmente nuevos, pero antes eran mucho menos frecuentes y ahora nos acechan sin descanso.

Y es cierto que la esperanza de vida influye, ya que cuanto más vivimos más probabilidad tenemos de contraer estas “nuevas” enfermedades, pero ahora cada vez hay más personas afectadas y, por desgracia, a edades más tempranas. Sin embargo, son casi inexistentes en personas mayores de poblaciones ancestrales o “menos desarrolladas”. Vivimos más pero con peor calidad de vida. 

Civilización no siempre es sinónimo de progreso

Tenemos un cuerpo y unas emociones que no han cambiado desde hace unos 200.000 años, pero una tecnología y una cultura que no cesan de avanzar. Nuestros genes han ido adaptándose, durante millones de años, a nuestro entorno. A medida que el entorno cambiaba, nuestros genes se moldeaban. Y nuestro cuerpo también ha sabido adaptarse a estos cambios, y no en vano podríamos decir que somos la especie animal dominante a día de hoy. Sin embargo, el avance de nuestra civilización y los cambios que ha traído consigo no representan más que el 1% de nuestra historia como especie. 

Los estímulos que genera el entorno actual y nuestros hábitos nos están enfermando: en vez de alimentos frescos, la comida de los supermercados y muchos restaurantes parece pienso; en vez de cazar o trabajar la tierra, nos sentamos la mitad del día delante de pantallas. Ya no vivimos con las estaciones y los ciclos naturales: ahora pasamos el día entero con luz artificial y a la misma temperatura. Hemos creado un enorme desajuste entre el entorno, nuestro estilo de vida y lo que nuestro cuerpo espera, y esta es la principal causa de las enfermedades crónicas que nos afectan: las llamadas enfermedades de civilización o enfermedades de la opulencia.

Estoy orgulloso de nuestro sistema de salud, pero el enfoque actual de la medicina se centra en ocultar los síntomas de estas enfermedades mediante fármacos; y generalmente es incapaz o no se interesa en llegar a la raíz del problema, que, en mi opinión, es ese desfase entre nuestros genes, el entorno y nuestros hábitos.

El modelo de salud integral

Nuestro sistema de salud actual es muy eficaz contra problemas agudos causados por un factor único y actúa mitigando los síntomas de las enfermedades: si tienes el azúcar en sangre alto, te dan un fármaco para reducirla; si tienes la presión elevada, te dan un fármaco para bajarla; si tienes el colesterol alto, te dan un fármaco para disminuirlo. Lo que pocos doctores se preguntan es el porqué.  Y así, el 80% del gasto sanitario se invierte en tratar problemas crónicos. Sin embargo, estas enfermedades no tienen una causa única; son resultado de una acumulación de malos hábitos, la mayoría resultantes de nuestras decisiones. Por tanto, yo creo que no se trata de prescribir fármacos por defecto, sino de cambiar hábitos, y para ello propongo que cada persona revisemos los 5 pilares de la salud integral: alimentación, descanso, movimiento, actitud y relaciones.

Alimentación

Diferentes pueblos y etnias hemos vivido saludablemente en geografías del mundo muy distintas con enfoques alimentarios muy diversos, pero siempre hemos prosperado sin desarrollar estas enfermedades crónicas modernas. No existe una alimentación óptima única pero, curiosamente, todas las poblaciones que hemos ido adoptando una alimentación occidentalizada hemos acabado desarrollando obesidad y otras enfermedades de civilización.

Ningún animal necesita leer libros para saber qué comer. Hemos avanzado muchísimo en nutrición: que si calorías, proteínas, omega-3, calcio, microbiota… Pero hemos perdido de vista lo más importante: los alimentos. Y no me refiero a los “comestibles” de los supermercados (productos de la industria alimentaria), sino a la comida de verdad, la que habrían reconocido nuestas bisabuelas si estuvieran vivas: huevos, carne, marisco, verduras, frutas…

Descanso

Ritmos naturales como la noche y el día regulan el planeta pero también nuestro cuerpo y su reloj biológico interno, el cual coordina todos los procesos internos. Actualmente, estos ritmos no están nada claros, ya que pasamos gran parte del día en el interior, sin luz natural y sin contacto con el sol, y además nos exponemos a iluminación artificial durante la noche, especialmente las pantallas de móviles, ordenadores, TV… Justo lo contrario de lo que el cuerpo espera. El resultado: el desajuste del llamado ritmo circadiano y sus consecuencias para el sueño, el sistema nervioso, inmunitario, etc.

Movimiento

Todos los animales se mueven pero nosotros somos los únicos que hacemos ejercicio. El ejercicio es opcional pero el movimiento es vital. Movernos siempre ha sido un medio de vida y no un objetivo en sí, pero una vez más la vida actual nos aleja de esto. Vamos al gimnasio dos días por semana pero luego pasamos 8-10 horas entre la silla, el sofá y el coche. Resulta paradójico estar sentado todo el  día y luego ir a sentarte en máquinas de ejercicio.

Actitud

Entre todos los factores que determinan nuestra salud, ¿cuál es el responsable de desencadenar o empeorar el 95% de las enfermedades? ¿Cuál está relacionado con un incremento de la longevidad y está considerado, por encima del colesterol, la presión sanguínea o el azúcar en sangre, como el factor que más influye a la hora de tener una vida más larga y saludable? Nuestras decisiones (estudio). Y la actitud es el determinante principal. El vaso puede estar medio lleno o medio vacío. Tu salud depende de cómo reaccionas ante las cosas que suceden en tu vida. Hay una tremenda conexión entre la mente y el cuerpo y entre el cuerpo y la mente; se trata de una conexión bidireccional. La depresión, la ansiedad, el déficit de atención, la hiperactividad, la demencia y otros trastornos mentales son una epidemia en nuestra civilización. Es fundamental actuar sobre el estrés, las emociones y la mentalidad para que tu energía y estado de ánimo no dependan de la cafeína, el azúcar, la nicotina ni el alcohol.

Relaciones

Durante millones de años, la mayoría de actividades se hicieron siempre en grupo. La compañía del grupo supone protección y salud, y la soledad prolongada implica una muerte segura. Ahora podemos vivir encerrados en nuestro mundo digital pero nuestro cuerpo necesita conexión. La calidad de las relaciones sociales es más determinante para la salud que una alimentación perfecta. De hecho, la falta de relación y conexión con otras personas y con la naturaleza empeora todos estos problemas de civilización de los que hemos hablado. Nuestros genes se han forjado entre árboles, plantas, montañas y mares, no entre cemento, carreteras y coches. ¿Acaso no sentimos todos que uno de los mejores remedios contra el estrés es pasar el día en el campo, la montaña o la playa?

Mirar hacia atrás y analizar la historia nos permite comprender la vida, pero solo se puede vivir mirando hacia adelante. Por eso, no propongo volver a las cavernas, pero sí transmitirte que las cosas importantes (buenas y malas) no suceden de repente, sino que son el resultado de pequeños cambios en el día a día. ¿Te unes a la salud integral?