Nada hay más poderoso para desarrollar una economía que ser un país atractivo a la inversión y a las empresas. Un territorio atractivo. Eso requiere proyectar una buena imagen, pero sobre todo desplegar unas condiciones reales que faciliten la inversión. Históricamente, Galicia no lo es. En los últimos veinte años, en lo que va de milenio, menos del 1% de las inversiones y empresas internacionales que se han asentado en España, ha venido a Galicia.
El larguísimo año que llevamos de epidemia económica está poniendo a prueba la resistencia de nuestro tejido económico. En Galicia hemos perdido 3.000 empresas, que ya no cotizan ni están dadas de alta en la Seguridad Social. Con ellas han desaparecido 20.000 trabajadores, sin incluir a los casi 47.000 que permanecen acogidos a un Erte.
Las empresas familiares, que nos definimos como las empresas que viven aquí, porque aquí tenemos nuestras sedes y nuestra raíz empresarial, consideramos básico defender, con todas las herramientas posibles de la política económica, el mantenimiento de las empresas ya existentes. Retener empresas es retener talento, capital y empleo. Todos sabemos que, tras el cierre de una empresa, sea una peluquería o una fábrica de aluminio, el arrastre de pérdidas a otras empresas y empleos genera un círculo vicioso. Es lo que todos queremos evitar.
Son muchos los estudios que constatan que las empresas familiares resistimos mejor las crisis, recuperamos antes el empleo y recomponemos el tejido con mayor sostenibilidad. Es fácil de entender: las empresas que vivimos aquí tenemos un umbral de aguante que va más allá de los límites de otro tipo de compañías sin rostro o que dan menor valor a las raíces.
Partiendo de una buena defensa del tejido que tenemos, es fundamental establecer las bases para atraer inversiones, atraer empresas y capital que genere empleo y riqueza. ¿Cómo hacerlo? Nuestra propuesta es sencilla y, creemos, fácil de abordar por los gobiernos central, autonómico y locales.
En primer lugar, es necesaria una política de competitividad fiscal como la que emplean otras autonomías para atraer empresas. Galicia tiene 8 autonomías con más ventajas fiscales para donar y heredar empresas. Hay margen de mejora, usémoslo. Sin olvidarnos, por supuesto, del Impuesto de Patrimonio, un tributo que se ha ido paulatinamente eliminando en el contexto europeo, que además de desincentivar la localización del ahorro en nuestra Comunidad supone una desigualdad competitiva con otras regiones.
Nuestra segunda propuesta es abordar en serio la reducción de la burocracia. Galicia es uno de los territorios en los que más complicado resulta invertir. Comprar suelo, abrir un negocio o tramitar licencias está al alcance de la paciencia de muy pocos. Gestionar bien la burocracia es clave para atraer inversión o captar el máximo de ayudas de los fondos europeos.
El tercer pilar, en la actual coyuntura de captación de los nuevos fondos europeos de recuperación (Next Generation) está en desplegar una estrategia de salvar primero lo que ya tenemos. Hagamos primero los deberes de manera proactiva. Si dejamos caer empresas viables, no va a ser posible caminar hacia una economía más verde y tecnológica porque perderemos el punto de partida.
El gran plan de apoyo a la economía debiera ser una apuesta estratégica por el tejido productivo real, por los negocios más pequeños y, en definitiva, por las empresas familiares que, no lo olvidemos, representan el 97% de las empresas gallegas.
Son propuestas sencillas que, tras la prioridad de retener lo que ya tenemos, se centra en generar la atracción necesaria para, al menos, captar lo que nos tocaría por peso económico, esto es, quintuplicar las inversiones internacionales que ahora captamos.