La sociedad "profunda"
A pesar del avance social que se supone trae consigo el siglo XXI, observamos que ciertos estereotipos, ya dados por caducos, siguen estando más vigentes que nunca
Confieso que se me ha hecho profundamente complicado ponerle título a este artículo sin entrar en descalificativos hacia la resolución del Juzgado de Primera Instancia de Marbella en la que, con poca argumentación y menos criterio aún, se califica peyorativamente al pueblo de Muros como parte de la “Galicia profunda” atribuyéndole limitaciones al desarrollo integral adecuado y feliz de un niño por el hecho de residir en ella y esgrimiendo dicho argumento de cara a la retirada de la custodia a su madre.
No soy persona de leyes y menos aún juez (para lo que hay que pasar a través de un proceso selectivo que posteriormente mencionaré), por lo que no me atrevo a juzgar la sentencia aunque sí la inapropiada entrada en la ecuación decisoria de una variable tan irrelevante como el lugar de residencia de cara a garantizar la felicidad de un menor.
Quizás la titular de dicho Juzgado no se ha molestado en averiguar donde se sitúa Muros, si tiene farmacias (3), centros de enseñanza infantil (2) o institutos (2), si dispone de supermercados (3), instalaciones deportivas (varias) o en definitiva, si cuenta con los servicios y condiciones mínimas necesarias para una crianza social, educativa y económicamente adecuada en un mundo global en el que internet lo une todo y a todos, democratizando no sólo el acceso a la formación o información, sino también, en la mayoría de casos, afortunadamente, a las oportunidades de desarrollo.
Dudo de qué tipo de oposiciones y procesos selectivos hemos diseñado para que alguien capaz de redactar un párrafo tal pueda obtener una plaza como juez y tenga la potestad de emitir una sentencia como esta, sin consideraciones a la repercusión que tales afirmaciones pueden ocasionar al niño, a la madre, a la familia y a toda una comunidad autónoma. Me gustaría saber si después de memorizarlo y volcarlo en el examen, olvidó por completo el Artículo 14 de la Constitución española, base de nuestra ordenación jurídica, según el cual “los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento”. No sé si esa persona, a la que todos le hemos concedido el gran superpoder de ejecutar dictámenes que deben de ser acatados en honor a las leyes vigentes, ha reflexionado sobre el hecho de que la localidad en la que ahora ejerce su función fue hace años un pueblo marinero profundamente similar a Muros (y por tanto, según su errónea línea argumental, parte de la Andalucía profunda) o si sabe que tal vez algunos puedan incluso, si comparamos determinados indicadores como el paro juvenil, considerar a nuestro país como parte de la Europa profunda.
Me pregunto qué pensarán los más de 1.000 menores de dieciséis años (y sus familias) que residen en Muros o en cualquier otro pueblo del rural gallego (más del 25% de nuestra población), las parejas o personas tengan o que se planteen establecer su residencia en ellos (más del 85% del territorio de nuestra comunidad autónoma) o aquellos que han crecido en el rural gallego y que, además de tener una infancia feliz, lograron cambiar el mundo que ha llegado hasta ella, desde una Concepción Arenal sin cuya lucha por los derechos feministas quizás no podría llegar a acceder a una judicatura hasta una Rosalía de Castro capaz de traducir los sentimientos mas profundos en hermosas palabras.
Desgraciadamente sigue habiendo en España una parte “profunda” de la sociedad en la que los clasismos y los estereotipos basados en el sexo, la raza, el nivel económico o el lugar de nacimiento siguen vivitos y coleando. Un subsuelo en el que habitan incluso algunos, como su excelentísima Jueza del Juzgado de Primera Instancia de Marbella, que dirimen nuestros futuros con sus leyes o sus veredictos argumentados en un imaginario colectivo que creíamos en pleno siglo XXI extinguido.
En respuesta a la sentencia, Alberto Núñez Feijóo ha expresado excelentemente bien el sentir de todos los gallegos, con un tweet rebosante del acento de nuestra adorada retranca: “Yo fui un niño de la Galicia profunda… y ni tan mal!”. Camilo José Cela, otro gran gallego y uno de los siete españoles que han logrado el premio Nobel, seguramente lo hubiese expresado con menos caracteres pero con inequívoca claridad: “Váyase usted a la …” (como él mismo decía, el taco, no abusando, es terapéutico).