El Faro de Mera y la Torre de Hércules

El Faro de Mera y la Torre de Hércules Shutterstock

La tribuna

EnaMERAdo

Se repite tantas veces como personas existen. Tal como reza la canción: "No te veía y te tenía delante". La historia de un flechazo con un maravilloso rincón de Galicia: Mera.

6 noviembre, 2021 09:08

El destino es caprichoso. Pese a que, en línea recta, apenas nos separan 4 kilómetros, nunca me había fijado realmente en ti. Pese a que, a lo largo de los años, había pasado por tu lado cientos de veces, nunca me había parado a conocerte. Durante años busqué un oasis en lugares lejanos y exclusivos sin darme cuenta de que el paraíso estaba mas cerca de lo que imaginaba, hasta que un amigo en común nos presentó. 

Pablo, me invitó a conocerte un sábado de octubre, apurando los últimos coletazos de un verano post-pandémico en el que todos fuimos más conscientes de la importancia y el valor de poder cruzar el Puente del Pasaje para escapar del asfalto y las prisas de la ciudad.

Pablo te conoce y adora desde hace mucho tiempo y pese a que a mí no me conoce tanto, sí lo suficiente como para saber que nada mas presentarnos, me quedaría prendado de ti.

Lo cierto es que, en nuestra primera cita, mientras él intentaba que yo mantuviese el equilibrio sobre una tabla de paddel surf, yo no podía dejar de mirarte, maravillado por tu luz, por tu olor, por tu belleza. Fue un auténtico flechazo. 

En esa primera visita ya me trataste como si nos hubiésemos conocido desde siempre y decidí repetir en varias ocasiones, descubriendo en cada una algo nuevo de ti que me atraía cada vez más. Tu silueta, tu amabilidad, tu cercanía y esos 2 faros que me miraban permanentemente cuando estaba en la ciudad, como si siempre me estuvieses observando en silencio, haciéndome señales para que me acercase. 

Juntos, gracias de nuevo a Pablo y a la familia de SUP Mera, logré mejorar mi equilibrio (físico y también emocional) y aprendí a avanzar remando en calma o incluso cuando hay olas. Juntos, nos tomamos varios vermús en la terraza del NaiPai, la Perla o la Casa do Arxentino, mientras veíamos cómo el skyline de CoruYork se tiñe poco a poco recorriendo el pantone desde el azul al naranja. Recorrí con atención los senderos de tu silueta, justamente declarada Monumento Natural, aprendiendo de tu cultura, de tu pasión por el mar, de tu pasado empresarial y de cómo habías ido creciendo a lo largo de los años… 

Y así fue, como poco a poco me fui enaMERAndo.

Playa de Mera (Fuente: Shutterstock)

Playa de Mera (Fuente: Shutterstock)

El querer es caprichoso. A veces ocurre que no distingues las maravillas que te rodean porque has convivido siempre con ellas, no las aprovechas porque siempre han sido accesibles o no las valoras, simplemente, porque son mas asequibles (espacial o económicamente) que lo que te muestran en Instagram. Suele ocurrir que pensamos que el paraíso debe tener palmeras y cocos, necesita de tarjeta de embarque y pasaporte o ser protagonista de un anuncio veraniego de cerveza. Vivimos muchas veces ajenos a la belleza que nos rodea, sin ser conscientes de que el paraíso, como el amor, puede estar a tan sólo 4 kilómetros en línea recta.

Mera y yo hemos empezado recientemente a vivir juntos (de momento los fines de semana) y nuestro cariño sigue creciendo cada día más. Comparto ahora mi amor por este pequeño pueblo marinero con mi familia, pedaleando entre sus calas y playas y disfrutando de la aventura de recorrer los 11 kilómetros de la costa de Dexo – Serantes hasta llegar a Lorbé. Nos acompañan los cuervos marinos, las gaviotas y los vencejos reales de esta Zona Especial de Conservación de la Red Gallega de Espacios Naturales Protegidos en el que convergen la tierra y el mar.

Islote de la Marola (Fuente: Shutterstock)

Islote de la Marola (Fuente: Shutterstock)

Los observamos desde sus 2 faros centenarios, gracias a los cuales, los barcos enfilan seguros al puerto de A Coruña alineando las luces de estas dos torres. Nos sumergimos en la experiencia del Aula del Mar, antigua casa del farero, desde donde tenemos vistas privilegiadas de la Punta de Seixo Branco, del islote de La Marola o de la Torre de Hércules, mirándonos atenta desde el otro lado de la bahía. Paseamos por su laguna artificial, reconvertida a partir del hueco dejado por una antigua fábrica de tejas, y en donde ahora habitan felices los cisnes. Saludamos a cada paso del camino a muchos de sus 522 habitantes que siempre nos devuelven el saludo con su mejor sonrisa. 

Naturaleza, cultura y gente, un paraíso que enaMERA.

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