En estos días en los que evitar masificaciones vuelve a ser sinónimo de prudencia, hay quienes han elegido destinos rurales como alternativa para pasar las navidades.
Respirar aire fresco, disfrutar del paisaje, practicar senderismo, descubrir tradiciones y oficios, degustar productos locales o ecológicos, etc., son algunos atractivos que los entornos rurales brindan a aquellas personas que deciden pasar sus vacaciones alejados de los núcleos urbanos, ya sea buscando vivir experiencias auténticas y diferentes o porque encuentran en esta opción una vía de escape segura a la actual situación pandémica.
El turismo rural es una práctica que ha ido en crecimiento en las últimas décadas, y la reciente ampliación de su demanda es también una de las inesperadas consecuencias que ha traído la pandemia del coronavirus, con la que seguimos conviviendo. De hecho, a raíz del coronavirus pudimos observar un repentino interés por el mundo rural en general, no solo por el turismo rural.
Desde que inició la pandemia los medios de comunicación nos han dado a conocer historias de personas que preferían pasar el confinamiento en sus segundas residencias en el área rural -porque lo que sí quedó claro durante aquellos meses fue que el confinamiento en el entorno rural era mucho mejor-, o incluso los medios nos hablaban de quienes se estaban planteando dejar la ciudad y trasladarse a vivir al pueblo definitivamente; eso sí, siempre y cuando la fibra óptica lo permitiese, pues solía tratarse de personas cuyos empleos permitían esta movilidad. Incluso trascendieron relatos de personas que decidieron dejarlo todo atrás, incluido el empleo, para emprender una nueva vida en el rural o en núcleos de población más reducidos.
En cualquier caso, parece que la crisis pandémica fue el detonante que evidenció una manera de percibir el entorno rural mucho más positiva, al poner el acento en sus potencialidades y virtudes, como puede ser la calidad de vida en el entorno natural, sin contaminación ni masificación, donde existe una convivencia comunitaria y los ritmos vitales permiten la conciliación de la vida personal y familiar.
De todos modos, tengo la sensación de que la mirada sigue siendo urbano-céntrica, y considero que aquellos que generación tras generación hemos crecido en el rural y hemos hecho de él nuestro medio de vida, debemos contribuir al debate público sobre su situación actual y sobre sus posibilidades de futuro; y debemos hacerlo, además, reivindicando una perspectiva amplia y real del mundo rural alejada de estereotipos y visiones idealizadas.
Quienes cada día damos vida al rural con nuestro trabajo -ya sea a través de la ganadería, de la agricultura o de otros yacimientos de empleo como el turismo rural o la artesanía-, sabemos que para que el retorno al rural sea una realidad y no un espejismo provocado por la pandemia, la sociedad en su conjunto, tanto rural como urbana, debe apostar por un medio rural habitable y habitado, donde llevar adelante un proyecto de vida digno y próspero. En el contexto del actual reto demográfico, reivindicar y articular propuestas y soluciones innovadoras para un desarrollo real del mundo rural es responsabilidad de todas y todos.