Mi amigo Luis es una de las últimas incorporaciones que he realizado a mi lista de referentes profesionales. Él, ha conseguido encontrar y adaptar un trabajo a medida de sus aspiraciones personales y profesionales (aka Ikigai): hace algo que le gusta y realiza eficientemente, pagan por ello y le deja el suficiente tiempo libre para dedicarlo a otras actividades (personales, deportivas o familiares) que lo han llevado convertirse en algo a lo que todos aspiramos, un tío feliz.
Ayer, en virtud del poder que otorgan un par de cervezas, y tras autonombrarse Monarca, Presidente o Ministro de un país imaginario, Luis me dijo que una de sus primeras acciones sería lanzar un Real Decreto que obligase a la jornada laboral de 4 días en todas la empresas de su reino. Inmediatamente le pregunté cómo iba a sufragarlo y percibí que haría falta una cerveza más para ahondar en la parte económica de poner en marcha esa loable iniciativa que permitiría, según él, no sólo tener empleados más felices sino también generar nuevos puestos de trabajo.
Yo, como buen abogado del diablo, le pregunté cómo mantendría el nivel de servicios de la empresa renunciando al 20% del tiempo de sus trabajadores a lo que, inteligentemente, él me respondió que la mayoría podría reajustarse a unos nuevos horarios de atención y suministro tras un, mayor o menor, periodo de adaptación. Cierto. Tal y como vivimos en la pandemia, la sociedad logra, en la mayoría de casos, adaptarse (muchas veces cuando no hay más remedio) a periodos laborales menos amplios. Si los supermercados abriesen sólo 6 horas al día o 4 días a la semana, todos acabaríamos acostumbrándonos a realizar la compra en dicho periodo. Nos quejaríamos seguro (como nos quejamos igualmente ahora), pero nos adaptaríamos y sobreviviríamos ambos, los supermercados y nosotros. Luis 1- Pedrito 0.
Viendo que la cosa empezaba a complicarse (aka animarse), decidí pedirle otra cerveza a Luis. Obviamente, no iba me iba a dejar ganar sin pelear hasta el último momento del partido dialéctico así que argumenté que gran parte de las empresas no lograrían adaptarse a ese sistema o no conseguirían mantener una mínima rentabilidad si tuviesen que renunciar al 20% de su margen neto, quebrando en poco tiempo con la consecuente destrucción de empleo. En nuestro país, y por ende en el suyo imaginario también, las pymes suponen el 99,8% del total de empresas, representando poco más del 62% del Valor Añadido Bruto (VAB). Por si esto fuera poco, el 94,8% de las empresas españolas son micropymes, es decir, tienen plantillas inferiores a diez empleados. Según la OCDE, estas 2 variables son inversamente proporcionales a la solidez económica de un país y, por lo tanto, reducir en 1/5 estos indicadores con una sobrecarga del coste fijo salarial (aka riesgo) de dichas empresas, sería equivalente al impacto de un meteorito sobre el polígono industrial nacional de “Luislandia”. Pedrito 1- Luis 1.
Como bien sabrás, algunas empresas están implementando políticas enfocadas en la reducción de la jornada laboral a 4 días (algunas tan grandes como Desigual o Telefónica) e incluso hay actualmente un programa piloto liderado por el Ministerio de Industria sobre una muestra de 150 empresas para reducir a 32 horas la semana laboral. Por poner ejemplos concretos, en el programa de Telefónica, el empleado asume una reducción salarial proporcional del 20% sobre la cuál la empresa bonifica un 20% con lo que la reducción salarial neta es del 16% mientras que en el caso del programa gubernamental es la empresa quien asume todo el impacto pero recibe a cambio una ayuda de 3.000 € por empleado (15% del salario medio nacional) aunque sólo durante el primer año de implementación.
Tras un sorbo reflexivo a su botellín (y yo a mí vermú), ambos concluimos en vista de la información anterior que en nuestra nueva Ley, el sacrificio del empleado debería ser de un 15% de reducción en su salario y de un 5% de sobrecoste para la empresa-empresario. Con ello, al menos teóricamente, los empleados aumentarían su remuneración por hora trabajada, estarían más satisfechos y serían más rentables penalizando relativamente poco al margen de la mayoría de las empresas (aka empresarios).
En ese momento, el sol comenzaba a ocultarse, Luis tenía que ir al supermercado y mis herederos comenzaban a impacientarse por la cena, por lo que tuvimos que dar por finalizado el partido con un empate técnico que solo tú, querido/-a lector/-a, podrás resolver a través del siguiente penalti:
¿Renunciarías a un 15% de tu salario a cambio de trabajar 4 días a la semana?