Dicen que cuando eres madre, cambias.
Como si fuera algo malo. Pues claro que cambias. Se llama crecer. Evolucionar.
Es otra etapa.
Cambias de pantalla.
Reformulas tus prioridades.
Tu vida deja de ser “yo” para ser “nosotros”.
Y de repente la familia es más importante que nunca.
Ese cambio también va de la mano de inseguridades, cambios en tu cuerpo, preguntas que no sabes a quién hacer, la sensación de estar siendo juzgada constantemente, necesitar ayuda en cosas que siempre hiciste sola, sentir que te haces mayor, la falta de empatía, que le quiten hierro a cómo te sientes o recibir consejos que no has pedido de gente que no conoces de nada…
La sociedad nos exige que tengamos hijos como si no trabajáramos y que trabajemos como si no tuviéramos hijos.
En el universo de las marcas también pasa.
Lo de cambiar, digo.
Una estrategia de hace 3 años, ahora, no funciona.
Tu misión y tus valores deben mantenerse en el tiempo, el resto no.
Arma un equipo, contrata gente que sepa más que tú, déjales trabajar y replantéate las cosas con frecuencia. Porque el mercado siempre va a tener nuevas demandas, el consumidor quiere otras cosas y tu marca debe adaptarse.
Esas marcas o empresas o negocios que siguen haciendo todo como siempre, porque “aquí lo hacemos así” están perdiendo oportunidades cada minuto que pasa.
El feedback, la escucha activa, la inteligencia emocional, el liderazgo transformacional… son conceptos que hay aplicar para poder seguir siendo una opción.
Los cambios cuestan, sí, pero son necesarios.
Una marca incapaz de escuchar o entender a sus clientes no mejora, no innova, no puede satisfacer las nuevas necesidades y corre el riesgo de ser irrelevante, que es el paso previo a desaparecer.
Cuando eres madre tu vida anterior también tiende a desaparecer.
Tus amigos sin hijos se difuminan.
Los planes nocturnos, chao.
Y lo de viajar, ya tal.
No exagero cuando digo que ser madre es lo mejor que he hecho.
Esa personita lo es TODO.
Pero es imposible ser la misma, querer lo que querías antes, hacer las mismas cosas, vivir con la misma intensidad, creer en lo que creías, actuar como si nada, pasar de todo, dejarte llevar, fluir, presumir de independencia, el descontrol, vivir sin horarios, olvidar el móvil, viajar sin equipaje, volver caminando, improvisar, perderte, andar por la cuerda floja… es imposible.
En esa transición de NoMo* a Mo, a veces, te sientes sola.
Y un día, en el parque, ves a otra mamá.
Con la misma cara de cansada que tienes tú.
Llevando una sillita con un arsenal de pañales, toallitas, agua, fruta, una pelota, juguetitos, muda, chaqueta, gorra, chupete, peluches y todo organizado en una bolsita monísima, donde cada cosa tiene su sitio, pero en su cabeza ya no hay espacio para nada más.
Os miráis. Os sonreís. Os comprendéis.
Conocer a otras mamás es darte cuenta que no estás sola.
Sois un regimiento. Un ejército. Una patrulla.
No somos amigas, no nos conocemos, no sé en qué trabajan, ni dónde viven, en muchos casos no sé ni cómo se llaman (cuando eres madre pasas a llamarte “Mamá de –nombre de tu hijo/a–“) pero sientes que te entienden,
y eso es oro puro.
A otro nivel están las abuelas, con más galones, que van por ahí salvando vidas.
Y las amigas de toda la vida también mamás, lealtad eterna.
Absolutamente todas tienen algo en común: súper poderes.
¿Cómo llamáis sino a alguien que es capaz de administrar varias meriendas nutritivas y saludables mientras empuja a una en un columpio y supervisa que el otro no se tire de cabeza sin manos por el tobogán mientras tiene abiertas, con distintas personas, múltiples conversaciones en diferentes puntos del parque?
A veces desapareces sin despedirte, sí.
A veces cuentas algo que ya has contado, sí.
A veces sigues con una la conversación que estabas teniendo con otra, también.
Pero nos seguimos el rollo, todas hemos estado ahí.
Los parques son los nuevos jueves, los nuevos bares, el nuevo punto de encuentro.
Un lugar donde confluye un montón de gente que, a priori, no tiene nada que ver y pasan a escucharse, comprenderse y tratar de empatizar a tope porque compartimos un mismo momento vital. En verdad es bastante bonito.
Un ratito donde normalizamos, entre bocata y bebible, conversaciones sobre partos naturales, episiotomías, cesáreas, ginecólogos, complicaciones, matronas, violencia obstétrica, la lactancia, el puerperio, la depresión postparto, los neonatos, el estrés, el ‘lo estamos buscando’, la IVI, los terrible three o por qué el primer curso se llama 4º de Infantil cuando debería ser 1º de Infantil porque es el primer año en el cole pero resulta que es 4º porque cumplen los cuatro años en ese periodo lectivo.
Y nos sentimos protegidas, seguras, libres.
Cuidemos de los parques, los necesitamos.
Hagamos que sigan siendo espacios libres de juicios, amables, alegres; para mayores y pequeños.
Todo el mundo sabe que cuando un niño lleva un juguete al parque, es de todos.
Y cuando una mamá va al parque, también puede (y debe) compartirlo todo.
Feliz día de la madre, mamis.
Nos vemos en los parques.
*NoMo viene del inglés “Not Mother” y es un movimiento que promueve que las mujeres lleven una vida plena, sin necesidad de tener hijos.