El 4 de febrero de 2023 se celebró Benidorm Fest, el sucedáneo del San Remo italiano a través del cual RTVE selecciona al representante patrio para el Festival Europeo de la Canción (aka Eurovisión). 18 candidatos compitiendo por abanderar a España a través de la melodía que mayor porcentaje de voto obtenga del jurado. La ganadora, una artista ilicitana llamada Blanca Paloma que con la canción “Eaea” queda, 3 meses después en el puesto número 17 del total de los 26 representantes europeos.
En realidad, la verdadera victoria fue para otra ídem, Victoria Riba (aka “Vicco”) una desconocida compositora que fue medalla de bronce en Benidorm (con un 30% menos puntuación que Blanca Paloma) con el tema “Nochentera”, una canción con un estilo desenfadado, mezcla de sonidos pop que recuerdan a una noche de la década de los 80. A día de hoy, el tema acumula más de 30 millones de visionados en YouTube, en TikTok se han grabado 44.000 vídeos con la canción y en Spotify se ha reproducido 65’7 millones de veces. Esto quiere decir que como media, cada español en edad votante, ha escuchado la canción en al menos un par de ocasiones. Si tú no lo has hecho, es porque otro (ni confirmo ni desmiento) ha debido ponerla en bucle.
Y así, “Nochentera” se ha convertido, según la mayoría de encuestas (incluida la opinión de mi hija) en la canción del verano 2023. Un éxito que gobernará las verbenas y chiringuitos estivales de toda España desde julio a septiembre.
Perdedores que se convierten en ganadores
Pero en España, además de su canción, este verano ha tenido la melodía de las elecciones generales que acabamos de finalizar, un festival político del que todos se creen ganadores.
El Partido Popular de Alberto Núñez Feijoo, que innegablemente es el que acumula un mayor número de votos y 136 escaños, no se cansa de señalar que intentará buscar otros “cantantes” con los que sobrepasar la mayoría para conformar un equipo de gobierno. Sin embargo, la realidad parece indicar que sólo Vox y sus 33 parlamentarios tocará su misma melodía en un dueto no llegará al volumen de escaños necesario.
El PSOE de Pedro Sánchez, que jugaba a no perder, presume de haber mantenido el tipo con sus 122 escaños y ya está componiendo un nuevo “single” con artistas con los que ya ha colaborado con anterioridad como Sumar-Unidas Podemos, PNV o ERC… demasiadas voces y quizás demasiado diferentes como para llegar a la frontera de la gobernabilidad. Aún haciéndolo, la probabilidad de desafinar durante el mandato es elevada.
El incremento de opciones ideológicas, la inestabilidad mundial y política y la extrema polarización de opciones nos derivará a gobiernos con mayorías frágiles, legislaturas cortas y largos periodos en funciones que ralentizarán la ejecución de las muy necesarias y urgentes en muchos casos políticas públicas.
Si la democracia se fundamenta en reflejar la voluntad popular a través del voto a sus representantes, todo parece indicar que ninguno de ellos ha mercedo una puntuación de confianza lo suficientemente alta para gobernar con soltura.
Lo más probable es que todos, pese a declararse públicamente victoriosos, hayan perdido y finalmente ninguna coalición llegue al aprobado raspado que posibilitaría la investidura de un candidato. Ganadores que se convierten en perdedores.
Si finalmente ninguno de los partidos es capaz de acumular los apoyos necesarios para conformar gobierno, lo más probable es que se convoquen nuevas elecciones y los candidatos tengan que ir a una nueva convocatoria de recuperación en septiembre (un clásico de los malos estudiantes). No será la primera vez, en las elecciones de 2016 y en 2019 ya se repitieron los comicios al no llegar a un acuerdo de investidura.
Como referencia, la organización de una convocatoria de elecciones generales, supone para el estado un desembolso aproximado de 140 millones de euros, aproximadamente 3 euros por cada votante (no lo digo yo, lo dice la Intervención General de la Administración del Estado-Igae). 140 Millones de euros que dejaremos de tener disponibles para apoyar programas sociales, para fomentar el empleo y la innovación empresarial, para mantener la sanidad y defender la igualdad.
Al final, perdemos todos.