En el complejo telar de las relaciones humanas, me veo reflejado como un número en la ecuación de la vida. Al mirar a mi alrededor, observo cómo cada persona se asemeja a los números que nos enseñaron en la escuela, y así, elucubro sobre las similitudes que encuentro en ellos.
Existen individuos que son como los números reales, una presencia constante con los que puedes contar en cualquier situación. Son los cimientos sobre los que construyo mi confianza, nunca ocultan su realidad y están ahí cuando más los necesitas. Son mis pilares emocionales, fiables y auténticos.
Luego, encuentro a aquellos que encarnan los números racionales. Son como esas amistades que disfruto sentándome a tomar un café o una cerveza, personas capaces de llevar mi mente a lugares donde rara vez se aventura. Su capacidad reflexiva agrega matices y colores a mi vida.
Pero también están los enteros, individuos que aparentan totalidad pero, al mirar más de cerca, esconden inseguridades detrás de una fachada de seguridad. A veces, siento que actúan como actores, interpretando un papel para ocultar sus fragilidades.
En mi experiencia, me he topado con los números imaginarios, aquellos que parecen entrar en escena como parásitos temporales. Aunque pueden absorber mi energía, desaparecen cuando ya no les sirvo. Aprendí que es mejor mantener una distancia saludable de estas relaciones efímeras.
Las personas complejas, a semejanza de los números complejos, me han desafiado con su dualidad. A veces las amo profundamente y otras veces las encuentro desconcertantes. Esta montaña rusa emocional me ha enseñado a abrazar la incertidumbre y la complejidad en las relaciones.
Los números irracionales, impulsivos y transparentes, también forman parte de mi historia. Aunque su actuar pueda herir, valoro su honestidad directa. Son como confidentes a los que recurro cuando busco una verdad sin adornos.
Por otro lado, me he cruzado con los números radicales. Son personas tercas e intransigentes que, a veces, prefiero mantener a distancia. Su radicalismo puede desencadenar consecuencias dañinas, tanto para ellos como para quienes los rodean.
En este universo de interacciones, cada número, cada persona, aporta su propia personalidad única a mi vida. La "matemática humana" se revela como un complejo entramado de relaciones, desafíos y descubrimientos, recordándome que cada número tiene un lugar crucial en el rompecabezas de mi dia a dia.