¡Agárrense fuerte, señoras y señores! ¡La noticia del año ha llegado para deslumbrarnos a todos! No, no me refiero al descubrimiento de vida extraterrestre ni al anuncio de que el chocolate es ahora considerado un alimento saludable. ¡No, no, no! Estoy hablando de algo mucho más trascendental: la boda del alcalde de Madrid, el señor Almeida.
¿Qué sería de vosotros, meros mortales, sin la oportunidad de presenciar en primera fila el enlace sagrado de vuestro amado alcalde? Es como si el mismísimo Mick Jagger decidiera casarse de nuevo, ¡oh, qué emoción! ¿Deberíamos empezar a formar una cola para conseguir sus autógrafos? ¿O deberíamos simplemente incluirlo en la realeza, ya que, al parecer, está a la altura de los Windsor y los Grimaldi?
Es una maravilla contemplar cómo los recursos de todos los madrileños son dedicados a cubrir cada detalle de esta festividad nupcial. Porque, ¿quién necesita mejoras en la educación, la sanidad o infraestructuras cuando se puede disfrutar de horas y horas de cobertura en directo de una boda? Debe de ser reconfortante saber que vuestro dinero está siendo invertido de manera tan sensata y necesaria. ¿Quién sabe cuántos problemas sociales se podrían resolver con el dinero gastado en este boato matrimonial? Probablemente se podrían financiar programas de ayuda a personas sin hogar o mejorar el transporte público, pero ¿quién necesita eso cuando podéis ver al alcalde en esmoquin y a la novia en su vestido de novia?
No, en lugar de eso, debeis deleitaros con el espectáculo de una figura pública que se cree tan importante como para merecer una cobertura televisiva que rivalice con la de los grandes eventos deportivos o culturales. Porque, claro está, el alcalde de Madrid es, sin duda, tan relevante como el mismísimo Mick Jagger o cualquier miembro de la realeza europea.
Y mientras tanto, nos bombardean con imágenes de la feliz pareja, de los invitados que lucen sus mejores galas y de los momentos más emotivos de la ceremonia. Porque, claro está, eso es exactamente lo que necesitamos como sociedad: más distracciones vacuas que nos alejen de los problemas reales a los que nos enfrentamos día a día.
Entonces, mientras los recursos públicos sigan siendo malgastados en eventos tan superfluos como este, seguiremos asistiendo al declive de la verdadera función de los medios de comunicación públicos: informar, educar y promover el bienestar social. En cambio, nos encontramos con un circo mediático que nos distrae de lo verdaderamente importante, mientras se derrocha el dinero de los madrileños en una boda que, en realidad, no nos importa en absoluto.
En fin, mientras tanto, esperaré ansiosamente a que se anuncie la próxima retransmisión pública de la manicura del Sr. Almeida. ¡No vaya a ser que nos perdamos algún detalle crucial sobre su régimen de cuidado de las uñas!
¡Vivan los novios!