Tenemos conversaciones sobre burnout, ataques de pánico o ansiedad con naturalidad y somos adictos a estar siempre conectados, siempre ocupados, siempre online.
Los Millennials hemos crecido con internet, pero esta generación que siempre ha estado conectada, ahora quiere desconectar.
Trabajo en una industria donde hablamos de briefing, call to action, return of investment, SEO, SEM, engagement, likes, trends, followers o social media; pero quiero reivindicar la importancia de la vida offline.
Paradójico, ¿verdad?
Siempre he sido un poquito workaholic y he de confesar que me cuesta separar el business del busyness. Pero tengo la cura, me explico.
La pandemia y el confinamiento aceleran una digitalización muy positiva, nos permite trabajar desde casa para cualquier lugar del mundo. Algo realmente transformador.
Si no fuera porque la proliferación de apps como Facetime, Teams, Meet, Skype o Zoom se vuelve infinito, obligatorio y nos fuerzan a una disponibilidad total.
La necesidad de estar siempre online nos está aportando un nivel de estrés que no habíamos vivido nunca. Llevamos vida súper ocupadas porque parece que dignifica, nos hace sentir útiles e importantes.
Tenemos prisa hasta cuando no tenemos prisa.
Un minuto de espera al teléfono nos pone nerviosos.
Una cola en el supermercado nos pone de mala leche.
Cinco minutos hasta que llegue el Uber es una eternidad.
Nos han vendido el sueño de que más es mejor, pero tu éxito realmente va a depender de cuál sea tu prioridad. Y aquí está el quid de la question (perdón, me conquistaron las cús hermanadas).
Presumimos sobre todo el trabajo que tenemos, lo ocupados que estamos o la cantidad de reuniones que tenemos; pero sobre lo que realmente deberíamos presumir es sobre el tiempo de calidad que pasamos con la familia, sobre poder ir cada tarde a recoger a los niños al cole o tener tiempo para leer, entrenar o cocinar… ¿no crees?
Según un estudio, el 7% de la gente admite haber mirado el móvil durante el sexo, ¿qué nos está pasando?
Es irónico que el ser humano tienda a la tecnología más deshumanizante mientras que las máquinas busquen ser cada vez más humanas.
Estamos enganchadísimos.
Ya no sabemos hacer nada sin el móvil.
Si haces un viaje sin compartir fotos ¿has ido de viaje?
Si vas a un evento y no lo posteas ¿has estado en ese evento?
Si cambias de curro y no lo cuentas ¿has cambiado de curro realmente?
La hiperconexión nos ha cambiado.
El monólogo estrella de la serie ‘Fleabag’ ya lo recalcaba.
“I want someone to tell me what to wear in the morning. No, I want someone to tell me what to wear every morning. I want someone to tell me what to eat. What to like. What to hate. What to rage about. What to listen to. What band to like. What to buy tickets for. What to joke about. What not to joke about. I want someone to tell me what to believe in. Who to vote for and who to love and how to… tell them.”
Cuando tengas la necesidad de desconectar hazte esta pregunta:
¿las redes sociales están mejorando mi vida?
Si la respuesta es sí, sigue con el uso que le estás dando.
Si la respuesta es no, plantéate un cambio.
Cuidar tu presencia offline es cuidar de ti.
Y cuidar de ti no es hacerte un p*** skin care.
Es priorizarte, escucharte y entenderte. Porque necesitas estar bien, tener tiempo para ti, cultivarte y quererte si quieres hacerlo bien en otras facetas de tu vida, si quieres sentir que estás viviendo la vida que mereces, si quieres cuidar de otras personas.
Recuerda: la vida offline es más importante.