Es curioso —o terrible, según se mire— cómo en la mayoría de las organizaciones que conozco, cuando alguien asciende a jefe, nadie le advierte del impacto que tendrá sobre la vida de otras personas. Al liderar un equipo, de repente, las decisiones y el comportamiento de ese líder pasan a tener un peso enorme sobre quienes están a su cargo, afectando tanto su desempeño profesional como su bienestar personal. Y sin manual de instrucciones.
A menudo, en reuniones de alto nivel, escucho a directivos hablar con pasión sobre la importancia de gestionar bien los equipos, liderar con eficacia y, claro, fomentar un buen clima laboral. Todo eso está genial. Sin embargo, cuando llegan las reuniones de seguimiento, lo que siempre se prioriza son los resultados: ¿Cómo va ese proyecto. ¿Hemos alcanzado el objetivo? ¿Qué plan tenemos para compensar el desvío? Y aunque tiene sentido —porque al final del día, todos trabajamos para cumplir con nuestras metas— la realidad es que el impacto de un líder sobre sus colaboradores va mucho más allá de los números en un Excel.
El impacto del liderazgo en la vida de los empleados
Un jefe, y esto lo digo por experiencia, tiene una influencia brutal sobre la vida personal y profesional de su equipo. Un mal líder puede provocarte noches en vela, consumido por la ansiedad, o truncar el futuro de una joven promesa simplemente porque tomó una decisión injusta. Este impacto, lejos de ser anecdótico, puede generar infelicidad crónica en los empleados, algo que, sinceramente, no te suelen explicar cuando te dan ese flamante título de jefe.
El 70% del compromiso depende del liderazgo
El 70% del compromiso de los empleados depende directamente de la influencia que ejercen sus jefes, según un estudio de Gallup. Esto significa que la motivación, el involucramiento y el nivel de dedicación dependen en gran medida del tipo de liderazgo que reciben. Un líder eficaz puede crear un ambiente de confianza y reconocimiento, donde los empleados den lo mejor de sí. Pero, por otro lado, un mal liderazgo genera desmotivación y, en consecuencia, un aumento de la rotación de personal. Parece sentido común, porque lo es.
Un mal liderazgo aumenta un 60% las probabilidades de sufrir problemas graves de salud
Pero no es solo una cuestión de rendimiento. Los empleados que califican a sus superiores como malos líderes tienen un 60% más de probabilidades de sufrir problemas graves de salud, como infartos, según el Journal of Occupational and Environmental Medicine. La presión constante, la falta de apoyo y una gestión deficiente afectan tanto el bienestar mental como físico. Reforzando estos datos, encontramos que un 84% de las personas afirma que un mal jefe genera niveles de estrés innecesarios y una carga de trabajo excesiva, según la Society for Human Resource Management (SHRM). Un cóctel peligroso que, si no se atiende a tiempo, puede derivar en problemas crónicos.
La luz al final del túnel: los buenos líderes existen
No todo son malas noticias. También hay líderes capaces de hacerlo bien, y esto es esperanzador. Las empresas con líderes efectivos tienen 13 veces más probabilidades de superar a sus competidores en áreas clave como la satisfacción del cliente, la innovación y el rendimiento financiero, según un informe de DDI World. Estos líderes no solo gestionan adecuadamente a sus equipos, sino que también crean entornos que fomentan la creatividad, el compromiso y el alto rendimiento.
Un buen liderazgo no solo es posible, sino que puede marcar una diferencia sustancial en el futuro de cualquier organización. La importancia de un liderazgo efectivo se ve reflejada no solo en el éxito de la empresa, sino también en el bienestar físico y mental de la plantilla. La influencia de un líder va mucho más allá de los resultados empresariales, moldeando de manera significativa la vida personal y profesional de quienes están bajo su mando.
Los cinco pilares del liderazgo efectivo
Las investigaciones de Amy Edmondson, Profesora de la Harvard Business School, sobre la seguridad psicológica y ejemplos como el proyecto Aristóteles de Google, muestran que un liderazgo efectivo se basa en cinco pilares esenciales para asegurar el rendimiento del equipo:
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Fomentar la seguridad psicológica. Un líder debe crear un entorno donde los miembros del equipo se sientan seguros para asumir riesgos, hacer preguntas y admitir errores sin temor a represalias
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Promover la confianza mutua. Un buen líder cultiva un ambiente de confianza, donde los empleados confían en que sus compañeros cumplirán con sus responsabilidades de forma eficaz
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Garantizar estructura y claridad. Un liderazgo eficaz establece roles y responsabilidades claras, alineando los objetivos individuales y grupales para asegurar que el equipo avance en una misma dirección
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Dar significado al trabajo. Los empleados deben sentir que su trabajo tiene un propósito personal, lo que refuerza su motivación y compromiso
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Asegurar que el trabajo tenga impacto. Los miembros del equipo deben percibir que su labor contribuye de manera tangible a los objetivos organizacionales, lo que fortalece su sentido de pertenencia
Los cinco rasgos del liderazgo sin propósito
En relación a lo anterior, reflexionando sobre la cara B y analizando qué sucede cuando el liderazgo carece de propósito —cuando estos cinco pilares se desploman—, se ven afectados tanto el rendimiento del equipo como el bienestar de sus miembros. Un liderazgo sin rumbo genera un ambiente de inseguridad, desconfianza y desmotivación, que paraliza a los equipos y frena el avance de la organización.
- Falta de seguridad psicológica. Sin un entorno seguro, los empleados temen compartir ideas o admitir errores, lo que ahoga la creatividad y genera conformismo
- Desconfianza mutua. Un líder que no fomenta la confianza crea un ambiente de recelo y sospecha, lo que lleva a conflictos internos y a una menor productividad
- Falta de estructura y claridad. La ausencia de roles y responsabilidades definidos provoca caos y confusión, generando frustración
- Carencia de significado en el trabajo. Cuando los empleados no ven sentido en lo que hacen, pierden la motivación y el trabajo se convierte en una obligación sin valor personal
- Falta de impacto. Un líder que no comunica cómo el trabajo contribuye a los objetivos organizacionales deja a los empleados sintiéndose irrelevantes
Hoy en día, nos enfrentamos a un doble reto: las empresas necesitan promover personas a roles de liderazgo para seguir creciendo, pero no todos están preparados para asumir esa responsabilidad. Sin un acompañamiento adecuado, que rara vez se ofrece, muchos líderes no logran liderar con propósito. De hecho, la mayoría ni siquiera comprende lo que realmente implica este concepto. Ante esta realidad, cabe recordar las palabras de Max DePree: "La primera responsabilidad de un líder es definir la realidad; la última es dar las gracias; en el medio, el líder es un sirviente".