“Algo estaremos haciendo mal en España cuando somos el país de la UE que más recurre a las guarderías.”

Así comenzaba, hace unos días, un telediario para hablar del uso excesivo e incorrecto que, al parecer, hacemos de las guarderías en este país… 

Claro que hacemos muchas cosas mal, ¿tienes para apuntar? 

Llevar a nuestros hijos a la guardería, desde luego, no es una de ellas. 

Sí lo es, sin embargo, seguir poniendo el foco en cómo lo hacemos las familias. Una mamá del cole me dijo una vez “hacemos lo que podemos y eso es mucho”. Me pareció una reflexión tan poderosa que me la repito con frecuencia.

Que yo sepa, solo intentamos incorporar a nuestro vocabulario esa palabra de la que todo el mundo habla pero que muy pocas personas han conseguido experimentar: la conciliación.

La presión social nos sigue exigiendo que tengamos hijos como si no trabajáramos y que trabajemos como si no tuviéramos hijos. 

¿Quién va a pagar las pensiones? Las familias solo tienen 1,3 hijos (1,3 ¿en serio?). Si quieres ascender tienes que echarle más horas. Se te va a pasar el arroz… Sé la mejor madre. Sé tu propia jefa. No renuncies a tu carrera. No reduzcas la jornada. Lactancia materna exclusiva. En la guardería lo pillan todo, no le lleves. 

¿No vas a tener otro? 

Largo.

Así es como definiría el verano para quien quiera preguntar.

Y no me considero mala madre por ello. Si tú eres de los que piensa “pues no haber tenido hijos” con cada reflexión sobre este tema, puedes dejar de leer este artículo porque no te va a encantar. 

El verano ES largo. 

No significa que no disfrute de pasar más tiempo con mi hijo, me encanta hacerlo, pero cuando tienes más responsabilidades fuera de la vida familiar y una escasa red de apoyo, se hace muy complicado.

Pero empecemos por el principio, para quienes no estéis familiarizados con las vacaciones escolares, actualmente son 81 días. Ochenta-y-uno. Desde que acabó el cole en junio hasta que ha comenzado en septiembre ha pasado todo ese tiempo. Es casi un trimestre. Ochenta y un días en que los niños no tienen cole, rompen sus rutinas y tienen un montón de horas libres.

No nos engañemos, esto no es nada nuevo. De hecho, el periodo estival no lectivo es casi idéntico al número de días que mi generación tenía libre cuando íbamos al cole.

Las vacaciones escolares no han cambiado demasiado desde los ochenta.

Sin embargo, este país sí.

Según un estudio del Instituto de la Mujer, en el año 1982 había una tasa de empleo de un 28,40% de mujeres y un 72,72% de hombres. 

¿Quién se quedaba en casa a cuidar de los hijos? mayoritariamente las mujeres. Pero no porque lo diga un estudio, pensemos en nuestras madres y abuelas, que en la mayoría de los casos sacrificaron su carrera (o parte de ella) para criarnos. O, directamente, eran amas de casa. 

Y seguramente lo hicieron por propia voluntad, porque decidieron dedicarse a la crianza y fue la mejor decisión que tomaron en sus vidas. Estamos de acuerdo y no debemos dejar nunca de agradecérselo a todas ellas.

Pero en 2022 la cifra de empleo asciende a un 53,79% mujeres y un 63,53% de hombres. La incorporación de la mujer al mercado laboral ha experimentado un crecimiento ascendente y progresivo. 

Las mujeres no solo queremos trabajar, lo necesitamos.

Tal vez hace 30, 40 o 50 años un único sueldo era capaz de sostener a una familia media española, pero la realidad es que ahora eso es inviable.

Pero además es que muchas mujeres no queremos sacrificar nuestra carrera, porque nos gusta lo que hacemos, somos buenas en lo que hacemos, queremos seguir creciendo y evolucionando, ascendiendo en una empresa, planteándonos retos laborales. No queremos renunciar a lo que nos ha costado tanto conseguir a nivel profesional, pero tampoco a formar una familia.

Según una reciente encuesta de la Asociación Yo No Renuncio, perteneciente al Club de las Malasmadres, el 87% de las mujeres españolas ha tenido que realizar sacrificios en su vida laboral. Estos sacrificios incluyen la reducción de su jornada laboral en un 52% con la consecuente pérdida salarial, el 24% ha solicitado una excedencia (se mantiene su puesto, pero sin sueldo), el 21% ha renunciado a oportunidades de promoción, mientras que el 20% ha cambiado de trabajo para poder conciliar y por supuesto, 9 de cada 10 reducciones de jornada laboral por cuidado de hijos son de mujeres.

Una persona que trabaja en empresa privada tiene 22 días de vacaciones al año en España. Aunque cogiese todas sus vacaciones y las sumara a las de su pareja, pasasen las vacaciones separados para poder repartirse el estar con sus hijos en ese periodo no lectivo, en total apenas sumarían 44 días laborables… Es decir, los hijos pasarían algo más de la mitad de sus vacaciones con sus padres, pero ¿y el resto? ¿con quién se supone que se quedan exactamente?

Ahí entra el plan B.

O, mejor dicho, el plan A: abuelos.

Y el plan C: campamentos.

Pero claro, si es que al final la culpa es nuestra.

Que nos hemos empeñado en tener una carrera para sentirnos realizadas y ser cabezas de familia, pero cuando el reloj biológico suena somos demasiado mayores. Y nuestras madres o padres ya ni te cuento…

Seamos honestos, tenemos hijos tarde. 

Las mujeres en España tenemos a nuestro primer hijo, de media, con 33,1 años. Siendo así, no es tan fácil tener dos parejas de abuelos jubilados y en plenas facultades físicas como para asumir el cuidado de nuestros hijos, los horarios que nos marcan, los periodos de adaptación de septiembre o la salida a mediodía de junio. Eso sin contar con que les apetezca hacerlo, claro está.

Pero el problema no somos las mamás ni los papás, que hacemos malabares dignos de estudio. El problema no son las abuelas y abuelos, que son nuestra salvación en todos los sentidos. El problema no son toda la red de extraescolares, campamentos o actividades que nos regaláis bolsas de oxígeno para que nuestros hijos sigan divirtiéndose y aprendiendo fuera de casa. Y el problema, de ninguna manera son las profes y los profes, que tienen encima una responsabilidad gigantesca, a mi juicio mucho más que la de ministros, conselleiros, presidentes o demás cargos importantes. 

Tienen la responsabilidad de ayudarnos a educar un país mejor. 

Y se encargan de algo mucho más importante que formar a nuestros hijos, enseñarles valores esenciales o fomentar su sociabilidad... son capaces de darnos la tranquilidad de saber que están bien. Porque están en el cole. 

Y la vuelta al cole es mucho más que volver al cole.

Es volver a la rutina, a la normalidad, a que puedas llegar a todo, a retomar hábitos, a cuidarte más, a poder dormir mejor, a tener paz mental, a no parecer el conejo blanco de Alicia de aquí para allá todo el día… es volver a la vida. 

El problema es que no queremos cambiar nada, pero ha cambiado todo.

Y esta es una reflexión que debemos hacer como sociedad, apoyándonos en quienes son responsables de tomar decisiones ahí arriba… 

¿Le damos una vuelta a la vuelta?