Qué cantidad de chorradas nos han vendido como ‘buen ambiente’.
Hemos dicho sí a condiciones de mierda, a horarios pre-conciliación, a sueldos miserables, a proyectos sin proyecto y a absolutamente ninguna intencionalidad para un plan de carrera (ni ningún plan en general) y todo por el ‘buen ambiente’.
Nos hemos conformado con el gracioso que contaba chistes, el que hacía el tonto en las reuniones o el poder ir en zapatillas y vaqueros, porque estamos muy locos y hay ‘buen ambiente’.
No sé ni qué hago aquí pero tienen ‘buen ambiente’.
No me interesa crecer pero es que hay ‘buen ambiente’.
No me gusta mi trabajo pero me quedo por el ‘buen ambiente’.
Que no.
Ya no cuela.
No queremos más bullshit sobre ‘buen ambiente’ sino saber cuál es tu política de conciliación, si me vas a mirar mal por quedarme embarazada, cuál es el plan de carrera que me ofreces o cómo gestionas el bienestar de las personas.
El otro día escuchaba a Rafael Vivas, director creativo de XPlane para España y LATAM, hablar sobre cómo desconfiamos cada vez más de las campañas que buscan atraer talento usando el ‘buen ambiente’ como gancho principal. “Decir que en una empresa hay ‘buen ambiente’ es tan inútil como decir en un restaurante ‘aquí se come bien’. Ninguno de estos mensajes atrae al público porque no significan nada.”
Y tiene razón.
Porque son mensajes vacíos.
En publicidad y en comunicación debemos conocer bien este tipo de mensajes, precisamente para no usarlos. Porque cuando una marca se vende lanzando afirmaciones como:
la nº1
la mejor
la más moderna
la más sostenible
la más innovadora
la primera (o última) en llegar
si no es capaz de aportar una justificación, razonamiento o datos que avalen mensajes así; no sirve para nada.
Una marca que se anuncia en genérico, sin contar nada, sin aportar nada, no solo no sabe qué quiere ser, sino que además, ni le importa.
¿Por qué debería importarle, entonces, al consumidor?
El sobre impacto al que estamos expuestos exige un mayor esfuerzo por parte de las marcas y de quienes nos dedicamos a construirlas. Una marca necesita exponerse, con honestidad y creatividad, para provocar una reacción en su público, proporcionando estímulos que lleven a los objetivos deseados.
Los lugares comunes, en publicidad, son un mal sitio. Una marca debe encontrar su valor diferencial para tener un posicionamiento real y notorio.
Y una empresa, cuando se lanza a comunicar la captación de talento, también.
O al menos, explicar qué aspectos pueden ayudar a tangibilizar algo tan banal como el ‘buen ambiente’. Por eso es vital comunicar nuestra propuesta de valor, tener clara nuestra cultura de empresa, por qué hacemos lo que hacemos, qué nos define y qué nos hace distintos.
Y no solo vale con decir lo que haces, debes por supuesto hacer lo que dices.
He trabajado en agencias de publicidad donde cenar pizza y trabajar hasta la madrugada era muy habitual. Y nos parecía guay. Porque teníamos veintipocos. Sin duda, la época de mi vida donde más aprendí. Rodeada de gente increíble, en multinacionales increíbles, trabajando con marcas increíbles y ganando premios increíbles. Currábamos muchísimo, en un modelo 100% presencial y salíamos muchísimo, en un modelo 100% presencial también. Talento, entusiasmo, ganas de comernos el mundo y un tipo de explotación que decidimos romantizar. Porque teníamos veintipocos. Ahora me parecería una tortura.
Un aprendizaje que nos ha trasladado la generación más joven es que se puede trabajar para vivir: conciliando, respetando tu momento personal, aprendiendo a decir no, a tu ritmo, priorizándote.
Construir la empresa donde queremos trabajar precisa de una implicación colectiva. No es responsabilidad de los socios, del presidente, del CEO o del jefe, crear bienestar es una tarea compartida.
Cuando estás buscando trabajo, eso de querer ser felices y que nos quieran y tener trabajos increíbles tampoco es algo diferencial. Eso lo queremos todos. Saber qué estás dispuesto a hacer para conseguirlo va a definir tu trayectoria.
Durante mucho tiempo pensamos que el salario, el prestigio y el dichoso ‘buen ambiente’ lo era todo. Pero lo que importa de verdad es encontrar tu sitio.
Y no tiene que ser el ‘más grande’ ni ‘el más innovador’ ni ‘el mejor’, sino el sitio adecuado para ti.
Si estás buscando empleo y te hablan de ‘buen ambiente’ u otras red flags tipo ‘somos una familia’ o ‘tenemos un departamento de felicidad’ o en su web hay fotos de personas riéndose a carcajadas mientras hacen carreras de sillas por el pasillo… pregunta al reclutador cuál es el horario, cuál es su política de conciliación, si el puesto de trabajo exige presencialidad total, si vas a poder crecer en la empresa y por supuesto, pregunta cuál será tu salario porque si todo eso te interesa, ya te vas a encargar tú de ayudar a construir un buen sitio para trabajar porque va a ser el sitio donde quieras trabajar.