"Entrar aquí es como poner un pie en el pasado", dice uno de los antiguos fieles clientes a los que ayer le sorprendió que las puertas de este mítico café volvieran a estar abiertas.
No fue el único. Las personas que pasaban anoche por la calle Álvaro Cebreiro de A Coruña giraban la cabeza entre la intriga y la sorpresa al ver que el histórico café volvía a cobrar vida. Su propietario, Manuel, no quiso planear una fiesta de inauguración como tal. "Acabamos de terminar de limpiar y ordenar todo esta tarde y dijimos, vamos a abrir las puertas, que entre un poco el aire".
En seguida se fueron llenando las mesas de mármol, testigos de tantísimas partidas de ajedrez, dominó, escoba y parchís. Desde 2008, cuando Manuel colgó el cartel de "cerrado por vacaciones", el local había permanecido congelado en el tiempo.
Para su reapertura, quisieron dejarlo lo más parecido posible a los orígenes, allá por los años 50, cuando los padres de Manuel se hicieron con el negocio, que ya antes de eso fue también un café. "Yo nací aquí", resume Manuel. Mantuvo las clásicas mesas con pies de hierro y descubrió el ladrillo y la piedra que estaban ocultos tras una gruesa capa de yeso.
Conservar la esencia del local, aunque el proceso para la puesta a punto fue larga: "Estuvo patrimonio revisando que nada se alterase, es un edificio histórico". En la parte donde tradicionalmente los hombres jugaban al dominó, al fondo, levantaron las baldosas: "debajo había arena de playa". Algunas de esos geométricos azulejos están ahora adornado las paredes.
Manuel cuenta precisamente cómo convivieron entre estas paredes varias generaciones. Paredes llenas de recuerdos, y también de mucha nicotina adherida que dejó huella en las molduras que ahora lucen al descubierto tras una limpieza en profundidad. "Aquí nunca llegó a entrar en vigor la Ley Antitabaco, se venía por las tardes a jugar la partida, entre cafés, coñac y cigarros".
La anécdota más tierna de la noche de ayer en que, tras más de una década cerrado, el Café Marfil volvió a abrir sus puertas, la puso una señora de unos 80 años vecina de la zona. Al darse cuenta de que las luces del local volvían a encenderse, no se contuvo y bajó a sentarse sola en la barra. "Me recuerda tanto a mi papá… aquí lo acompañaba cuando él venía a jugar la partida". Pudo verse cómo se le iluminaban los ojos y la sonrisa.
Por la noche, en los últimos años que precedieron al cierre en 2008, la juventud llenaba el local. "Aquí, detrás de esta barra, empezó David Ortiz a experimentar con los cócteles. Luego se independizó y montó el Baobab", nos cuenta Manuel como solo un ejemplo de la impronta que el café Marfil dejó en la historia de la hostelería de la ciudad.
Reconoce que por el momento no se ha marcado pautas sobre el público del renovado Marfil. "Iremos poco a poco, viendo a ver qué pasa". Algo tiene claro, quien quiera sentarse, como antaño, a jugar una partida, ahí estará el Marfil, como siempre, como hace 60 años, esperando con las puertas abiertas y las velas prendidas.