"No sé si fue cosa del karma, pero me quedé sordo", así lo explica sin rodeos Montxo Solorzano, DJ del pub Lautrec desde el año 2000 hasta el 21 de septiembre de 2013, cuando ocurrió el accidente que le privó completamente de audición. "Mi cabeza hizo crack, ahora esa fecha es mi segundo cumpleaños".
En el Orzán lo echan de menos. A él y a su música. Prueba de ello es la pintada que luce en la fachada del ya mítico Lautrec, en la calle Sol de A Coruña, que reza "Abre por Dios", junto con un cartel de "Se Alquila".
Cuentan que Tristán Ulloa, el protagonista de "Diario de un skin" vino buscando por el Orzán el Lautrec hace un par de años, y se llevó un gran chasco cuando le dijeron que había cerrado. Aunque probablemente no fuese el único. La música que pinchaba Montxo fascinaba.
Montxo es un referente en la cultura musical de A Coruña. Muchos recuerdan con nostalgia el regalo que hacía por Navidad cada año. En el Lautrec esperaba un disco que Montxo preparaba con mezclas que habían sido especiales los últimos meses. Cuentan también que se guardan copias de aquellos CDs como oro en paño, que aún siguen sonando en algunos locales y eventos de celebración.
Ahora carga siempre allá donde va los aparatos que le sirven para pinchar música, conectado a la mesa de mezclas, o para escucharla cuando va a conciertos. También lleva un micrófono que permite que le hablen directamente "por Wi-Fi" al implante coclear que le pusieron en su oído izquierdo. "Este es mi mando a distancia", explica. "Puedo apagar el volumen por completo, pero de momento no lo he hecho nunca. Aunque un amigo que lo tiene dice que poder apagarlo en comidas familiares es un placer", comenta sonriente.
Montxo no ha perdido el sentido del humor, ni muchísimo menos su pasión por la música. Durante su sordera llegó a grabar mezclas "de memoria". "Me he propuesto volver a pinchar por el reto que supone, pero sobre todo por el placer de hacerlo", dice con aplomo.
Acude tres veces a la semana al logopeda de la Asociación ACOPROS para aprender a escuchar de nuevo. "Sigo mejorando, cada vez más, no he tocado techo y estoy muy contento". Nos sentamos a tomar un café con él en el Orzán y recordamos viejos tiempos.
¿Qué pasó aquel día de septiembre?
Perdí el conocimiento, me caí y me rompí el tímpano. Mi cráneo se rompió por tres partes. Menos mal que estaba mi hija en casa. Había venido a cenar conmigo, antes de que yo saliera hacia el Lautrec, como cada noche. No sé qué pasó, solo recuerdo que lo vi todo negro, me caí con peso muerto hacia atrás, golpeándome muy fuerte contra el suelo. Yo no recuerdo nada más, aunque mi hija me cuenta que repetía: "No os oigo nada". Me contó que sangraba hasta por los ojos y los oídos.
¿Lo pasaste mal cuando tuviste que estar tanto tiempo sin escuchar música, un melómano como tú?
Lo llevé más o menos bien. Cuando me dicen, qué mala suerte tuviste, yo digo que todo lo contrario. No contaban conmigo vivo después del golpe. Tuve muchísima suerte, pude haberme quedado vegetal, o paralítico, algo que para mí sería mucho peor.
¿Cómo fue el proceso de recuperación?
Estuve un mes en coma. Cuando me desperté ya estaba en la habitación. Hubo un momento crítico en el que se dieron cuenta que tenían que operarme de urgencia porque el cerebro estaba inflamado después del golpe, entonces tuvieron que quitarme una parte del hueso hasta que todo volviera a su lugar, si no hubiera muerto. Estuve en total cuatro meses en el hospital. Me volví inseparable de una pizarra con la que me comunicaba el año y ocho meses que estuve sin oír, hasta que me pusieron el implante.
¿No hubo un momento de bajón?
La verdad que no. Bueno, el único momento que recuerdo de bajón fue cuando falleció mi compañero de habitación en el Hospital de Oza. El señor casi no podía hablar, pero lo sentí muchísimo por su familia, que me trataba como uno más. Estuve unos días muy triste.
¿Ni siquiera ante las operaciones?
Uso mucho el sentido del humor. Cuando me volvieron a poner el hueso fue un momento muy delicado, además entré consciente al quirófano. Como era Semana Santa y me pusieron los brazos en cruz, les dije a los médicos: ¿Me vais a llevar de procesión? En la operación para ponerme el implante entré mucho más tranquilo. Estaba ilusionado con la posibilidad de volver a oír. Al día siguiente ya me dieron el alta.
¿Cómo fue volver a oír?
No fue algo inmediato después de ponerme el implante. Pasó algo más de un mes. Cuando me citaron para adaptar el aparato y programarlo me dijeron que fuera con expectativas bajas. Yo prefiero decir que fui con las expectativas claras, para no ser pesimista. Cuando escuché un plop, como el estallido de una pompa de jabón, dije, no sé si estoy flipando, porque el año y ocho meses que estuve sin oír nada de vez en cuando tenía alucinaciones, como si escuchara. Estaba feliz de la vida, encantado. Echando cohetes, y eso que escuchaba al Pato Donald robotizado.
¿Cuáles fueron las primeras canciones que escuchaste?
Hubo canciones que no conseguía escuchar con claridad. Por ejemplo, quería escuchar a Los Beatles, pero los coros del final del Hey Jude no podía distinguirlos. Recuerdo que el primer disco que me compré desde que soy sordo fue el de Mista Savona con versiones de Buenavista Social Club. Dije, joder, qué bien escucho esto. En inglés, lo primero que pude oír bien fue a Johnny Cash.
¿Cómo eran las noches en el Lautrec y su música?
De cierre solía poner "Y en eso llegó Fidel". Mezclaba de todo. Me decían que tenía un don para la música. Me gustó la música siempre. Pero no un solo estilo. Todo tipo de música. Del inglés pasaba al ritmo latino, y de ahí al africano. Siempre pensé que como yo hay más gente, a la que le gusta la variedad. Para mí, el mejor piropo fue cuando me dijeron que habían vuelto al local solo por la música.
¿Aceptabas peticiones?
No. Los DJs no somos una gramola. Hay que hacer una transición. La música es una forma de viajar. Hay un itinerario, con diferentes paradas.
Te echarían mucho de menos en el Lautrec…
El local estuvo abierto mientras estuve en el hospital, esperando que me recuperase y volviese. Justo en aquel momento en que me caí en 2013 yo ya estaba al frente del local, lo tenía a mi nombre desde hacía unos meses. La cosa por aquel entonces estaba bastante floja… Pasamos por crisis de todo tipo, la Ley Antitabaco, la apertura de las discotecas del Puerto, la llegada del Euro…
¿Cómo empezaste en esto?
De rebote. Cuando tenía 16 años. Empecé pinchando en el pub Crema, cuando un amigo me pidió que le sustituyera porque se iba de vacaciones. Yo soy montador de imagen y sonido, trabajé años en la TVG, pero cuando salieron las oposiciones había 26 plazas y me quedé de número 27. Así que como no conseguí plaza, cobraba poco, y decidí volver a trabajar pinchando de noche. Antes del Lautrec pinché en el Madeira.
¿Cómo es la música que te gusta?
Mis amigos me decían: ¡qué música más rara pones! Cuando íbamos en el coche yo llevaba mis cintas, que iba grabando y las ponía, me gustaba desde pequeño ir combinando canciones, de siempre. Cuando empecé a pinchar y me turnaba con mi amigo, venían y me pedían "La puerta de Alcalá", y yo contestaba: no la tengo. Entonces la persona se contrariaba y decía, ¡pero si me la pusieron ayer! A mí me gusta hacer mis mezclas.
¿Crees que tenías fans que iban a escucharte?
El Lautrec era música, la gente venía por la música. A mí no me preocupaba que vinieran por mí o no, yo me preocupaba porque hubiera buena música. Que hubiera un orden, no sé cómo explicarte, pero para mí la música es un camino. También me encargué de poner carteles de películas. En el baño de chicas puse la foto de Uma Thurman en Pulp Fiction, en la de chicos a Bart Simpson en una posición parecida.
¿Quién crees que hizo la pintada de Abre por Dios?
La verdad que no lo sé. El primero que me envió la foto con la pintada fue el dueño del Picasso, con un pie de foto que decía "al menos los grafiteros te echan de menos". A partir de entonces, no te exagero si te digo que me llegó la foto como 15 o 20 veces más. Tengo la teoría de que a lo mejor lo puso el vecino de arriba porque lo echó la mujer de casa… lo hago para reírme de mí mismo.
¿Cómo ves el panorama de la noche ahora en A Coruña?
Salgo muy poco. A veces doy una vuelta por el Orzán, a ver a viejos amigos. He de decir que las dos veces que llegué más tarde a casa fue porque salí con mi médico de cabecera de fiesta, que además de médico es mi amigo. Entonces bromeo con que salgo por prescripción médica.
¿Te apetece volver a pinchar?
No tengo el aguante, ahora pincho en eventos inclusivos. Por ejemplo, estuve en el Mercado de la Cosecha, donde me pude conectar con el implante coclear a la mesa. También pinché en el Ambigú; cuando me invitan, voy. Mi lucha ahora es que cada vez haya más sitios en los que exista la posibilidad de que los sordos nos conectemos. Por lo menos en los conciertos que financia el Concello o la Xunta.