"Sipi, nope, sipi, nope" es la melodía habitual del último viernes de cada mes desde hace cuatro años en la librería Azeta del barrio de la Cubela. Esto es debido a que en este local se reúnen decenas de niños de entre 6 y 10 años para realizar un intercambio de cromos (o postalillas, como eran denominados por muchos adultos en su infancia).
El objetivo es cerrar álbumes que llevan años incompletos o conseguir los "cromos estrella" de las colecciones, aquellos que son especiales por sus características o por el personaje que representan. Los más demandados e intercambiados son los de fútbol, "pero los de Pokémon atraen a unirse a esta cita a jóvenes de 20 años en adelante", aseguran desde la papelería coruñesa.
La idea de organizar este evento mensual partió de los dueños de esta librería de barrio ya que querían "habilitar un espacio y una hora a los más pequeños para que pudieran interactuar y conocerse además de cambiar sus cromos repetidos". Según los responsables del local (donde también se venden libros y se ofrece servicio de papelería y copistería desde hace 25 años), el número de participantes depende sobre todo de la climatología. "Un día de mal tiempo pueden venir entre 10 y 12 niños y si hace sol alrededor de 30", comentan.
"Aún realizando intercambios, las colecciones no se llegan a completar porque es algo que está muy estudiado. Al final siempre acaban interviniendo los padres, que escriben a la propia editorial para que les envíen los cromos que les faltan a sus hijos", aclaran desde Azeta.
En cuanto a las postalillas que cosechan más éxito, los libreros admiten que "es algo que va por épocas" y que este año lo que está de moda son las cartas de los Fantasy Riders, unos héroes y criaturas fantásticas entre los que se encuentran Tecnomagos, Neobárbaros, Elfos del Crepúsculo o Caballeros de la Luz.
"En 2019 las muñecas Gorjuss Santoro era lo que más se intercambiaba entre las niñas, pero los Pokémon seguirán siendo siempre la apuesta segura y objeto de deseo tanto de niños como de veinteañeros", detallan los dueños de Azeta, que aseguran que el paso del tiempo y el auge cada vez mayor de los videojuegos y las consolas no consiguen que los niños de primaria del barrio fallen a su cita mensual con los cromos.