Finita Santamarina nació en Fene (A Coruña) hace unos cuantos años —tiene hijos cincuentones— pero no nos dice cuántos. Está convencida de que ese dato no tiene relevancia porque en su caso se sentía más mayor y apagada con 30 años que ahora.
Cada día se levanta, se arregla —es coqueta— y conduce hasta el campus de Ferrol de la UDC, donde ya ha recibido el título de graduado (promoción 2018-2023) y ahora cursa el postgrado en la universidad Senior de la UDC, para personas de más de 50 años. Un cardiólogo le dijo hace poco que tenía 10 años menos tanto por dentro como por fuera, así que para qué decir la edad.
En esta nueva etapa de formación tiene asignaturas como Principios básicos de astronomía, Modelos de pensamiento político, Población en movimiento, Mercados y política energética…. Escucha, atiende y lo que no entiende lo pregunta porque "todos los profesores son encantadores". En los años que cursó el grado no faltó ni una vez, y ahora tampoco, explica orgullosa.
Asiste también a cursos, talleres, conferencias y hasta viajes (irá en breve a Pontevedra). "Me apunto a todo, a veces hasta nos dan entradas para conciertos, aquí estamos como queremos". De hecho, recibe a Quincemil con As galeras de Normandiá, del escritor fenés Ramón Loureiro, en la mano. "Lo vamos a comentar en la próxima sesión del Club de Lectura de la UDC" en el que, evidentemente, está apuntada. Lo compagina con el Club de Lectura de Fene, así que lee como mínimo dos libros al mes.
Esta enérgica mujer revela que en su caso la Universidad Senior fue como volver a nacer. Siempre le gustó la lectura y aprender, pero el matrimonio le llegó cuando rondaba los 20 años y su vida se endureció. Convivió con un hombre que sufría una enfermedad mental y cuando pudo salir de ahí sus padres le echaron una mano para montar su propia peluquería en Maniños, un local que después de casi 50 años mantiene el nombre que ella le puso, ‘Finita’, y que ahora regenta su nieta. "Atendía a gente que venía de Ferrol, de Coruña, de Sada…", recuerda.
"Tenía dos hijos y sabía que tenía que trabajar", explica contundente, igual de contundente que a continuación dice: "Cuando me llegó la jubilación tenía clarísimo que no me iba a meter en casa". Una amiga le recomendó la Universidad Senior y en ella va a seguir hasta que el cuerpo le aguante, "no me da ningún miedo conducir con lluvia o viento". Cuando termine el postgrado seguirá asistiendo de oyente y a todas las actividades que oferte el campus de Ferrol para mayores.
Un cambio de vida
"Esto para mí fue como una metamorfosis, me cambió la vida". La Universidad para mayores "me ha supuesto volver a nacer". En las aulas encontró una comunidad de amigos, compañeros y profesores a los que, por cierto, no deja de saludar durante nuestra charla en la cafetería del campus de Ferrol. "Es una alumna muy especial", nos dice su antigua profesora de Derecho. "Me están entrevistando, ahora te cuento", le dice a una compañera. "Sí, voy al viaje", contesta a otra. "Yo pongo mucho interés en las clases, me interesa todo y los profesores son todo amabilidad". Tanto que se acaba de inscribir en un seminario de podcast y radio.
Siempre le gustó leer y estudiar, así que ahora, incluso con todo el tiempo para ella, no le da la vida. "No entiendo cuando la gente mayor dice que se aburre, a mí no me llegan las horas". Si no está haciendo cosas en casa o cocinando se pone a leer, a estudiar un tema que le interesa, va al cine, al teatro, de viaje…. "Yo no me quejo, no me duele nada", dice sonriente. Y eso que tiene dos hernias.
Su fórmula se la recomienda a todas las personas mayores "que tengan tiempo e inquietud por saber". Aquí, en la Senior, "van a encontrar gente amiga y sabiduría, que es lo que nos hace falta en este mundo tan convulso". También hospitalidad, "la comunidad universitaria nos acoge muy bien".
A veces, su agitada agenda hace que se tenga que quedar a comer en la cafetería del campus, "aquí se come de maravilla, los camareros son buenísimos y como tengo el carnet universitario el menú me sale genial". Esos ratos los aprovecha para interactuar con los universitarios, esta vez los veinteañeros, "el otro día les pedí ayuda con la tablet".
Su rutina pasa por acudir a clase, leer, comer sano, sacar tiempo para ir a museos, charlar con amigas y escuchar la radio. "Yo, desde luego, no enciendo la tele para nada". No hay edad límite para aprender, concluye.