Si hay algo de lo que podemos presumir los gallegos, es de vivir en una región llena de pequeños pueblecitos a los que siempre apetece ir, sobre todo cuando uno está buscando huir del caos urbano de las grandes ciudades.
Si bien hay algunos a los que siempre se menciona en los primeros puestos listas de recomendaciones, hay muchísimos menos conocidos que rebosan encanto, historia y cultura. De hecho, a menos de media hora de la capital gallega, destaca una pequeña localidad interior de poco más de 60 habitantes. Nos escapamos a Ponte Maceira.
Ubicada en la parroquia de Portor, esta aldea pertenece al ayuntamiento de Negreira (provincia de A Coruña). Si a Ponte Maceira se llega en menos de media hora, menos de media hora también es lo que tardarás en recorrer su conjunto monumental… Pero bien merece la pena darse un paseo con calma y, si el tiempo acompaña, incluso remojarse en el río durante el verano.
Este remanso de paz está caracterizado por ser una vía de paso del Camino de Santiago en dirección a Fisterra y de uno de los ríos más importantes de Galicia, el Tambre. Y sobre ese refrescante río, un imponente puente románico del siglo XIII – que fue construido sobre los pilares de uno romano mucho anterior – que une, con sus cinco arcos y dos vanos, el municipio de Negreira con el de Ames.
Cuenta la leyenda que tras morir el Apóstol Santiago, los discípulos que transportaban su cuerpo huían de unos soldados romanos para llegar con sus restos a la ciudad y, cruzando Ponte Maceira, el puente se vino milagrosamente abajo tras su paso, dejando a los soldados atrás.
Además de por el puente, destaca su poblado primitivo, un antiguo molino, una presa, la capilla de San Blas y el Pazo de Baladrón (s. XIX).
Aunque la oferta hotelera es casi inexistente, podrás toparte con varias casitas rurales que ofrecen alojamiento por si quieres quedarte a escuchar la magia del paso del río durante la noche. Lo que no vas a poder encontrar será el origen del nombre – traducido como "Puente Manzano" – porque es un misterio y lo único que se sabe es que como se trataba de un buen lugar para hacer un pequeño alto en el Camino, floreció en torno al río una pequeña villa rodeada de naturaleza que a día de hoy se conserva perfectamente.