Son las 12:00 horas en el IES de Monelos. Suena el timbre y enseguida se escucha un rugido de sillas arrastrándose por el suelo. Es la hora del recreo, y eso solo puede significar una cosa: una avalancha de estudiantes sale escopeteada hacia la cafetería en busca de algo que llevarse a la boca. Como si de un ritual se tratara. Alrededor de la barra tan solo se escucha decir: "¡Alfredo, aquí!". Decenas de alumnos se amontonan a lo largo de la cafetería para aprovechar sus 20 minutos de gloria.
Alfredo Mourelle tomó el relevo del local cuando tenía tan solo 26 años. Era todo un chaval, no mucho más mayor que los alumnos que pasaban por ahí. Había estudiado la carrera de Magisterio, y en los ratos libres ayudaba en el bar de su padre. Ambos mundos se unificaron cuando, "por casualidad", se le presentó la oportunidad de formar parte del instituto. Desde entonces, por las mañanas atiende en la cafetería y, por las tardes, da clases de refuerzo de matemáticas y física a los mismos que horas antes les vendió un bocata.
Desde 1997, Alfredo ha sido mucho más que el dueño de la cafetería Monelos. A sus 55 años, se mantiene firme detrás de la barra, no solo siendo el alma del instituto, sino también un referente en todo el barrio herculino de Monelos. El hostelero se ha ganado el cariño de generaciones de alumnos, y viceversa. Cafetería Monelos pasó a llamarse Alfredo's Bar.
Para aquellos que hayan estudiado en este centro, pensar en esa etapa de tu vida es sinónimo de Alfredo's Bar. Los bocadillos de tortilla y croquetas y las famosas panpizzas son difíciles de olvidar. "Son seis años los que pasan aquí estudiando. Los ves crecer. Y eso sin contar a los que repiten", ríe el camarero. Los que han cursado ESO y Bachillerato en el instituto Monelos coinciden en que sus mejores recuerdos son en la cafetería, donde además de comida, nunca faltaba la risa.
"No habría logrado esto yo solo", dice convencido. Dependiendo del año, camareros como Ton, Pallas, Toski, Marcos, Hugo, Sergio, Apu, Joaquín, Pablo, Agustina, Cayetana, Joaquín o Domingo se encargaron de que no te faltara tu bocata en el recreo. Al nombrarlos a todos, Alfredo se detiene en el último: "Una referencia al fallecido Domingo". Un camarero, que al igual que Alfredo, y todos los que pasaron por Monelos, se ganó el cariño de todo el centro. Su imagen está entre las tantas fotografías que cuelgan alrededor de la pared de la cafetería.
Fotos de exalumnos en la cafetería Monelos.
Quincemil
Actualmente, junto con el dueño, también están Jorge, exalumno del centro, y Xoel, un estudiante que repitió curso y que ayuda a los dos camareros en las horas puntas, es decir, en el intercambio de clase y los martes al mediodía -el único día que hay clase por la tarde-. "Suelo llamar a alumnos que repiten para que me echen una mano", explica Alfredo. Es el caso de Xoel. En la barra hay un bote de propinas que lleva su nombre.
Camarero, un 'Pochinki" o un 'Martiña'
A lo largo de los años, Monelos ha sido el hogar de los estudiantes del barrio, y Alfredo ha sido el responsable de que todo eso fuera posible. Algunos bocatas llevan nombres de antiguos alumnos, como el Pochinki: un estudiante que siempre pedía bocadillo de tortilla, croquetas, beicon y salchichas. O Martiña, en honor a una joven que falleció y que siempre pedía bocata de nocilla en el recreo. Una forma de rendir homenaje a quienes formaron parte de esta gran familia. "Son parte de la historia de Monelos", dice Alfredo con una sonrisa.
Monelos es mucho más que una cafetería: es un punto de encuentro, un refugio y un símbolo de los momentos compartidos. La leyenda de Alfredo y su bar continúa, ya que, como bien dice él, "mientras haya estudiantes, yo seguiré aquí, dándoles lo que necesiten". Y con ello, se ha convertido, sin quererlo, en una de las leyendas vivas del IES Monelos, un lugar donde cada bocadillo de tortilla y cada croqueta cuentan una historia de cariño y camaradería. Todos los años se reúnen camareros y antiguos alumnos en Navidad, y este año no será menos.