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El músculo que A Coruña exhibe como parada de gira para músicos de todo género y latitud, de épocas lejanas y de tiempos modernos, como demuestra el extenso y variado cartel de nombres que este año han dado conciertos en la ciudad y que ya los han anunciado para el próximo, se confirma con actuaciones como la de ayer domingo en el Coliseum a cargo de Rod Stewart. Muy buena entrada, casi lleno; muy buenas sensaciones, para los más nostálgicos.

Este hombre, que en menos de un mes cumplirá 80 años, ha cantado desde que apenas tenía 20 soul, rhythm and blues, heavy-blues, rock, folk, blues y pop, con periodos con latigazos disco y etapas en clave crooner. Un poco de todo ello exhibió Stewart en el primer concierto que le ha traído a A Coruña en su larga carrera, un espectáculo audiovisual servido con rigurosa profesionalidad por casi una docena de músicos impecables y tres coristas, y sabiamente planificado para contentar a una audiencia deseosa de rememorar canciones de su pasado y reconocer el oficio de un inteligente show man.

Un momento del concierto de Rod Stewart, durante el tema 'Young turks'. Quincemil

A Stewart, con chaqueta de leopardo a juego con los vestidos de sus seis chicas y los pantalones ceñidos, hay que envidiarle su buena forma (se movió y contoneó por todo el escenario con gracia y encanto, sin caer en lo grotesco) y la fortaleza de su garganta, siempre afónica y arenosa, sello con el que lucen mejor canciones impulsivas como Da ya think I’m sexy?, Young turks, Baby Jane o la siempre entrañable Maggie May. La respuesta a la pregunta del título de su famoso tema es: sí, Rod Stewart es sexy.

El set list de la cita española de su One last tour se nutrió de versiones, que siempre han estado presentes en sus álbumes: convencionales unas (Have I told you lately de Van Morrison, The first cut is the deepest de Cat Stevens), emocionantes otras (Downtown train de Tom Waits, I’d rather go blind de Etta James), explosiva alguna (el fortalecido blues añejo Rollin’ and tumblin’ de Muddy Waters), inesperada otra (Rhythm of my heart de Marc Jordan como dedicatoria a Zelenski y en tributo a Ucrania mientras la pantalla encadenaba imágenes de la guerra y Stewart agarraba el micrófono vestido de azul y amarillo).

No hubo bis tras despedir Rod al público coruñés, con la gorra de marinero sobre las notas de Sailing, el hermoso tema que encabezaba aquel disco con el que el músico cruzaba el Atlántico (Atlantic crossing). Faltó la versión más rockera del británico, la de aquel Stewart que lideraba aquel grupazo de campeonato que eran los Faces; Stay with me, por ejemplo, habría puesto el pelo de punta a la audiencia más guitarrera, pero se cayó del repertorio.

Stewart, con gorra de marinero, en el último tema del concierto, 'Sailing'. Quincemil

Rod Stewart y su banda, que dijeron adiós a "La Coruña" tres veces entre gritos tras una hora y 40 minutos de actuación, dejó en el Coliseum la imagen de un músico de primera categoría cuyas canciones (y las de otros que interpreta) no tienen edad. Así sonó la preciosa Tonight’s the night, como la noche adecuada para que la música vibre en quien la toca y en el corazón de a quienes llega.