El sentimiento blanquiazul pasa 'de pais a fillos'. El Deportivo de La Coruña cuenta con una de las aficiones más alabadas y queridas de España. Y no es para menos. Su compromiso con el club es indudable, no en vano la afición estuvo a golpe de cañón durante las cuatro temporadas que el equipo jugó fuera del fútbol profesional. Pero ¿cómo es posible que un club tan modesto tenga tanta masa social? La respuesta es la pasión con la que viven grandes y pequeños los colores de la camiseta.
No es necesario engañarse. Uno no nace amando a un equipo de fútbol, pero sí puede hacerlo con los años. Crecer en el seno de una familia deportivista es la puerta de entrada de muchos al sentimiento blanquiazul. Por ello, hay cientos de madres y padres que hacen socios a sus hijos al poco de nacer.
La pasada temporada el club sumó casi 7.000 abonados menores de edad. Esto es, un 24 % de la masa social blanquiazul, prácticamente la cuarta parte. Y parte de ellos todavía no son conscientes de que lo son. "Si no sale del Dépor me da algo. Si se me tuerce en eso, algo hicimos mal", bromea Daniel Bardanca, un aficionado que inscribió a su hijo Leo como socio a las pocas semanas de nacer.
Un sentimiento 'de pais a fillos'
Daniel y su mujer son férreos seguidores del Dépor. El domingo de peregrinación es uno de los momentos más esperados de la semana, un día en el que el fútbol y la familia son los protagonistas. Antes iban en pareja a Riazor, pero desde hace un año lo hacen acompañados de su hijo.
Leo nació el 30 de noviembre y en febrero ya estaba en Riazor, animando al equipo desde la grada. Sus padres reconocen que no es tarea fácil ir al estadio con carrito, babero, termo con leche y muchas mantas para el bebé, pero para ellos vale la pena hacerlo. "Queremos que sienta lo mismo que nosotros", explica el padre de la criatura, que reconoce que "ir en familia al campo es súper bonito".
Todo así, no sorprende saber que Leo, ahora que tiene un año y medio, sea el mayor admirador del Deportivo. "Pasamos por el estadio un día normal y empieza a llorar porque quiere entrar. Le explicamos que está cerrado, pero ya sabes cómo son los niños", dice su padre.
Leo tiene un amplio armario, pero para él solo existen dos camisetas: la primera y la segunda equipación del club. "Tenemos que esconderlas porque siempre quiere llevarlas al colegio", asegura Dani.
La próxima temporada Leo ya se acercará a los dos años y sus padres están dispuestos a llevarle de viaje a vivir un partido como visitante. Eso sí, lo harán siendo consciente que hay encuentros tensos que es mejor evitar. "Nuestra idea es ir a lugares próximos, pero por ejemplo a Ferrol no se nos ocurriría ir", aclara este padre deportivista.
Socios desde que tienen uso de razón
Salva Leal entiende a Daniel. Él también tiene un hijo de un año y medio y, al igual que su compañero de afición, le hizo socio nada más nació. Lo hizo porque, según él, "un neno que nace do Dépor é do Dépor, da igual a categoría".
Con todo, Salva todavía no se atreve a llevar a su hijo al campo en todos los partidos. "Vamos cando os horarios o permiten, ao final ás 21:00 horas é moi tarde. Debeu ir dúas veces, en total".
Con el que siempre va, por el contrario, es con su sobrino de tres años. Cuando nació, Salva le hizo socio del Dépor y ahora disfruta cada partido que comparte con él. "Non teño palabras para describilo. Hai que velo, pra mín é un orgullo. Acabamos de construir un monstro", asegura.
Salva lleva 13 años siendo socio del club. Nació en As Pontes y, durante los primeros años de aficionado, era complicado acudir a Riazor cada domingo. Si algo le alegra es saber que su sobrino y su hijo podrán disfrutar del deportivismo desde los primeros años de vida.
Del mismo modo que hay niños que ya son socios del club, también hay veteranos deportivistas que, pese a su corta edad, acumulan muchos años con carné. Es el caso de Borja Martínez, tiene el carné de plata gracias a que su padre le inscribió con unos 9 años. Es el socio 3.000, aproximadamente.
Ahora que ha sido padre, Borja continua la estela familiar. Su hija Leire, que tiene un año, todavía no va al campo. Tanto él como su mujer son conscientes de que un ambiente tan ruidoso puede llegar a ser peligroso para la criatura. Aunque Borja reconoce que, si fuese por él, ya la llevaría a algún encuentro: "A ver si este año mi mujer ya me deja ir metiéndola en el mundo para que vaya sintiendo los colores y para compartir momentos especiales con ella".