La silueta alargada del Miño separa la localidad pontevedresa de Arbo de la de Melgaço, en el vecino país luso; el puente internacional sobre el caudaloso río las une. Estamos en la Comarca da Paradanta, tierra de la lamprea, donde una ruta recorre los principales puntos de interés del municipio relacionados con este manjar de río que tiene en la localidad su propia fiesta gastronómica. 

Pero la que hoy nos ocupa es otra, la llamada Ruta da Moura, un sendero circular de dificultad media y 9,5 kilómetros que puede alargarse hasta 1,5 más si seguimos la derivación y que transcurre a las orillas del río Deva, afluente del Miño. En ella encontraremos una buena dosis de naturaleza con una fauna y flora muy diversa, pero también los restos de alguna aldea abandonada, molinos de río y la huella romana, siempre muy presente en tierras gallegas. 

Inicio de la Ruta da Moura (Foto: concellodearbo.es)

La ruta comienza y finaliza junto al Puente románico de San Xoán de Mourentán, construido sobre el río Deva en el S. XVIII. A pesar de sus escasos siglos de vida, este puente tiene mucha historia, ya que fue escenario de una gran batalla durante la Guerra de la Independencia

Napoleón llegó a Arbo en 1809 en su afán por ganar territorio, pero se encontró con la valiente oposición de los aldeanos. “Una chusma de aldeanos guiada por una chusma de curas” fueron las palabras pronunciadas por Napoleón antes de salir derrotado con su ejército por las huestes aldeanas, que resultaron victoriosas aunque perdieron a más de 60 hombres en la lucha contra los franceses. 

Puente de San Xoán de Mourentán (Foto: turismo.gal)

Junto al puente nos topamos con el primer molino y con un aserradero reconstruido y muy próxima, una pequeña playa fluvial con merendero, ideal para descansar tras la caminata. A continuación, zona de viñedos y viviendas en ruinas en una zona conocida como Labaliña de Abaixo. 

A pesar de que la ruta transcurre por las orillas del río, en concreto por su margen derecha, también va alternando tramos de camino fluvial con asfalto. El bosque de ribera es una constante en el camino, con tramos frondosos de robles, abedules, acacias y fresnos, con algún pino testimonial y algunos eucaliptos. 

 Aldea de Trabuzos (Foto: turismoriasbaixas.com)

La siguiente parada es la aldea abandonada de Trabuzos, comida por el musgo y custodiada por un denso robledal. Se intuyen los muros de alguna vivienda, de las que sólo la estructura de piedra queda en pie. A partir de ahí se prolonga un tramo de auténtico y casi virgen bosque de ribera, con alta humedad, donde los helechos viven a sus anchas y lo invaden todo. 

Saliendo de este mágico trayecto llegamos a la aldea de Sande, rodeada de viñedos y con vistas a Portugal, y a partir de ahí se alternan bosques de eucaliptos, especie invasora y poco agradable a la vista, con algún kilómetro asfaltado. 

Senderos de la Ruta da Moura (Foto: concellodearbo.es)

Coto da Moura y sus numerosos petroglifos es otro de los puntos interesantes de esta andadura por Arbo y, tras cruzar por la aldea de A Aduana llegamos a una zona de río, con senderos utilizados aún hoy en día por pescadores. 

Ya hemos hablado de la importancia de la lamprea en Arbo. Pues bien, es en este enclave del río Deva donde podemos apreciar las pesqueiras o pescos, construcciones romanas que tienen casi dos mil años de antigüedad y que albergan las nasas que permiten capturar a las despistadas lampreas arrastradas por la corriente hacia ellas. Estos pescos son típicos de la zona del Baixo Miño, que aún conserva cerca de 300 de estas construcciones fluviales. 

Siguiendo por la senda de pescadores llegaremos de nuevo al punto de inicio, donde nos espera la playa fluvial o el momento bocadillo en el merendero próximo al puente románico de San Xoán, donde horas antes comenzamos la ruta. 

Calles de Arbo (Foto: concellodearbo.es)

A continuación, se puede disfrutar de Arbo, de su mina romana de A Lagoa, la más grande del Baixo Miño, de sus yacimientos prehistóricos, como las mámoas de Chan do Rei, o de sus vinos con Denominación de Origen Rías Baixas. 

Otra alternativa es cruzar a Portugal y visitar Melgaço, un paraíso para los amantes del turismo activo en sus modalidades de rafting y barranquismo. Dar un paseo por la villa, con su castillo del S. XII y subir a su torre del homenaje para contemplar las mejores vistas de la comarca, es otro de los planes de obligado cumplimiento en Melgaço. 

Emma Sexto

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