Ferrol está acostumbrada al topicazo, a que la tachen de gris y fea. ‘Detroit Gallego’, ciudad fantasma o ‘Villapodre’ son algunos de los apelativos con los que se conoce a la urbe naval más allá de la rotonda de Pontedeume y, a pesar de que la situación de la ciudad es complicada, los adjetivos que acompañan, cada día, a los ferrolanos, se desdibujan cuando se viene con la mente abierta y el corazón despierto.
Enfilando la subida de la Bailadora, nos adentramos en el auténtico paraíso de Ferrol y en las ‘Canteras Ferrolanas’ despedimos el paisaje industrial para dar la bienvenida al verde, al auténtico pulmón de la ciudad de metal; su entorno rural.
Galifornia, ese término tan de moda en los últimos años, se le queda pequeño al rural ferrolano que tiene, en sus distintas parroquias, ‘recunchos’ mágicos a los que todo emigrante quiere volver para sentirse, de nuevo, en casa y, por supuesto, que reafirman al visitante primerizo en su decisión de haber optado por la zona, a pesar de todo.
Monte Ventoso, en Doniños
En la parroquia de Doniños, el mirador de Monte Ventoso permite alejarse del mundanal ruido y observar la inmensidad del horizonte, desde el punto más elevado de la península ártabra.
Respirar aire puro, es posible en este lugar en el que la brisa trae consigo ecos de la historia porque, Monte Ventoso, fue una atalaya estratégica para el avistamiento de enemigos, además de albergar una estación meteorológica que estuvo en funcionamiento hasta finales del pasado siglo.
Aguas cristalinas en San Xurxo
En la parroquia de San Xurxo, colindante con la de Doniños, es posible darse todo un festín cromático de verde pino, amarillo toxo y el gran manto turquesa que brinda la costa.
Este paraje, que teletransporta al escenario de cualquiera de las novelas de Enid Blyton, brinda, al visitante, la oportunidad de emprender un ligero paseo, bordeando la costa y culminar la visita en el mirador de Illa Herbosa, espectacular en verano e invierno, con acceso a una panorámica perfecta de las playas de Covas y los acantilados de Cabo Prior.
Marmadeiro, la joya de Covas
Los arenales de azúcar de la parroquia de Covas son uno de los principales atractivos de la zona. Espectaculares playas de mar abierto, con una arena finísima y una belleza innata que hacen que sus habituales sean reacios a desvelar sus encantos.
La playa de Santa Comba, por el lado de Marmadeiro, es una de las joyas del lugar. Flanqueada por un lado por la cinematográfica ermita de Santa Comba y, por el otro, por la pequeña y poco accesible cala del ‘Paso do Muro’.
Una visita que puede rematar con una parada en un clásico como ‘Pancho’, para reponer fuerzas, a base de alguna de sus raciones, o, si lo preferimos, a tomar una copa de última hora o un helado a la terraza de ‘O Carteiro’.
El oro de Ponzos
La playa de Ponzos, en su parte norte, tiene una longeva tradición nudista que permite conectar de manera directa con la naturaleza, en un entorno privilegiado. En este extremo, conocido como ‘A Ferruxeda’, encontramos una pequeña fuente que marca el límite, en la costa, entre Ferrol y Narón.
Además, en Covarradeiras se encuentra la ‘Mina Marieta’, con extracción de minerales como el oro o la plata que quedó abandonada en 1914 a causa del estallido de la I Guerra Mundial. Sus vestigios son, a día de hoy, todavía visibles en la zona.
El encanto de la Ría
En las proximidades del castillo de San Felipe, es posible visitar algunas calas de corte más tranquilo que los arenales de mar abierto. La parroquia de San Felipe es un lugar ideal para disfrutar del corazón de la Ría de Ferrol y, si el tiempo lo permite, otear en la distancia la silueta de la Torre de Hércules.
Ambiente marinero para la visita, que se puede coronar, por ejemplo, en A Graña, rematando la jornada playera con una cerveza bien fresquita en la terraza del ‘Nautic’, una especie de pantalán vip en que el soltar, definitivamente, amarras de los prejuicios con los que llegaste a la ciudad y rendirte al encanto de ese rural que ha logrado insuflarte todo el aire que necesitabas para poder proclamar a los cuatro vientos que Ferrol no es como te lo habían pintado.