Un paseo por la Ría de Corcubión, la más septentrional de las Rías Baixas
Desde el Cabo de Fisterra hasta el arenal de Carnota se extiende esta amplia ensenada en la que encontramos atractivos faros, playas y miradores
3 septiembre, 2021 06:00En la Ría de Corcubión, donde no hay urbes ni grandes poblaciones, la naturaleza manda, haciéndose dueña y señora del paisaje. Desde la punta del Faro de Fisterra, donde los romanos ubicaron el “fin de la tierra”, hasta la Playa de Carnota, la más extensa de Galicia con sus 7 interminables kilómetros de arenal, se abre un litoral que hay que recorrer con calma para no perderse ninguno de sus matices.
Situada al suroeste de la provincia coruñesa, esta ría de Costa da Morte es un auténtico festín de colores donde el azul del mar se mezcla con el verde y ocre de sus montes, como el mítico Pindo, un gigante de granito guardián de leyendas de princesas cautivas en cuevas y de serpientes de siete cabezas. Muy cerca, la Fervenza do Ézaro, otra de las visitas “top” de esta costa, en la que el Xallas se precipita hacia el mar dando lugar a una singular cascada.
No es la única de la zona, pues la Fervenza de Noveira, en el interior de Mazaricos, no siendo tan alta como la anterior, compite con ella en ubicación y belleza. No hay que abandonar Ézaro sin subir a su mirador, en un duro ascenso que recuerda a un puerto de montaña y que, en su tramo final permite disfrutar de una impactante panorámica que hace soñar con los fiordos noruegos. Otro magnífico mirador, el Mirador de Gures, ya en Cee, permite atisbar a lo lejos el Faro de Fisterra, una visión que deja con la boca abierta al más pintado.
A partir de aquí se encadenan pequeñas playas y calas hasta llegar a la población de Cee, un puerto marinero con un agradable paseo marítimo y un acogedor arenal, la Playa da Concha.
Ya en la villa de Corcubión, merece la pena perderse por su casco histórico, de callejuelas empedradas, declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1995 por albergar edificios tan importantes como la iglesia románica de San Marcos, del s. XII. Corcubión fue, antaño, un lugar señorial y de esos tiempos conserva el Castillo del Cardenal, así como numerosas casas solariegas y grandes pazos como el de los Condes de Altamira, del s. XV.
La importancia de Corcubión como villa pesquera se hace patente no sólo en su pintoresco puerto o en la gastronomía a base de frutos del mar, si no también en algunos puntos de la localidad como su curioso Museo Marítimo Seno de Corcubión. Situado en la antigua fábrica de salazón de Quenxe, este completo espacio expositivo acoge más de 1.000 piezas que hablan de la vida y la historia marinera no sólo de Corcubión, si no también de toda la Costa da Morte.
Pasando el Faro de Cee y la Punta Liñeiro topamos con otro de los puntos fuertes del patrimonio arquitectónico del municipio, la Iglesia de San Pedro de Redonda, una desconocida joya con base constructiva del s. XIII próxima al mar. Desde la ermita parte un breve sendero de unos 800 metros que desemboca en uno de los bancos con vistas más desconocido de Galicia: el llamado Banco Azul.
Y si el patrimonio monumental y arquitectónico de Corcubión es numeroso, no lo es menos el natural, que ofrece espacios tan bellos como el Mirador do Monte Quenxe con su castro, abierto a la ría y con vistas sobre la villa, o el Campo de San Roque, un auténtico jardín botánico donde admirar una especie amenazada que crece de forma espontánea cerca de la costa, con llamativas flores rosadas: la “Centaurea corcubionensis”.
Además de todo el entorno de la ría, no hay que dejar de ver la Illa Lobeira Grande y su faro, algo alejada de la villa pero en la misma Ría de Corcubión, refugio de cormoranes y gaviotas. Con un embarcadero situado en su parte norte, desde este islote se divisa la cercana Fisterra con su mítico faro, vinculado al de As Lobeiras.
Bordeando la Ensenada de Sardiñeiro, salpicada de playas y pequeñas aldeas, entramos ya en Fisterra, el punto final de esta ruta por la Ría de Corcubión, que promete sorprendernos con otra ensenada, la de Langosteira, donde se aloja la espectacular playa del mismo nombre, puerta de entrada a la villa marinera. En Fisterra es obligada una visita a su puerto y lonja y al Castillo de San Carlos, una fortaleza construida en el s. XVIII por Carlos III que en la actualidad funciona como interesante museo marinero.
Fisterra es destino final del llamado “epílogo” del Camino de Santiago, de lo que da fe su Monumento aos Peregrinos do Camiño, que anuncia la próxima llegada al Faro de Fisterra. Es aquí, en el lugar conocido como “finis terrae”, donde el ocaso se vuelve una experiencia mágica, convirtiendo el punto final de esta ría en uno de los enclaves más visitados de Galicia.
Emma Sexto