Todo pueblo tiene algunas características culturales que lo diferencian de otros. Pero también hay monumentos típicos de una determinada tierra que marcan la diferencia, paisajes naturales, fiestas y costumbres que nos definen

Galicia tiene varios de esos elementos sin los que no sería Galicia. ¿Sacarías o meterías alguno más en la lista?

1. Los hórreos

No hay un símbolo del patrimonio que defina mejor el rural gallego que el hórreo. Estas tradicionales construcciones de piedra, madera o un combinado de ambas, están destinadas a guardar las cosechas, sobre todo los cereales. Se elevan del suelo mediante pies o algunos sobre una base de piedra y así protegen el grano de posibles roedores y alimañas. 

Hay hórreos de varios tipos, algunos a dos aguas, otros de planta cuadrada, redonda y hasta uno octogonal en A Fonsagrada; unos se denominan hórreos y otros cabazos, como en distintas zonas de Asturias. Algunos se consideran monumento histórico-artístico, como el de Carnota o el conjunto de hórreos de Combarro; el de mayor capacidad de Galicia está en Poio y el más largo es el de Araño en Rianxo. 

En 2004 se hizo una gran catalogación de hórreos y se calcula un total de 30.000 de estas construcciones populares que, en algunos casos se están echando a perder por falta de rehabilitación y mantenimiento. 

2. Los pazos

 Jardines del Pazo de Oca (Fuente: Xosema vía Wikimedia)

Son nuestros particulares palacios rurales, un tipo de casa tradicional gallega pero a lo grande, de tipo señorial. Íntimamente ligados al feudalismo que todavía imperaba en Galicia entre los s. XVII y XIX, los pazos era el elemento alrededor del que se concentraba la vida de las familias nobiliarias gallegas y de los aldeanos que las servían. 

En Galicia se conservan decenas de estas casonas solariegas, y algunas se pueden visitar, como el Pazo de Oca con sus cuidados jardines, el Pazo de Rivadulla con su llamativa Avenida de los Olivos o el Pazo de Fefiñáns en Cambados, aunque hay muchos más. 

3. Los castros

Castro de Santa Trega (Fuente: Turismo Rías Baixas)

No hay municipio en Galicia que no conserve algún castro, vestigios de la cultura celta que pobló estas tierras entre los s. VI a.C. y VI d.C. Más de 1.000 años en los que construyeron cientos de estas aldeas fortificadas. 

Normalmente se sitúan en lugares estratégicos, en aisladas cimas de las montañas desde las que dominar los contornos y vigilar posibles ataques enemigos, como el de Santa Trega en A Guarda. Algunos, los menos, junto al mar, como el famoso Castro de Baroña en Porto do Son o el de Fazouro en la costa de Foz. 

La lista de castros gallegos es interminable: el castro de San Cibrao de Las, el de Viladonga, Castromao, el Castro de Troña, el Castro de Borneiro

4. Los faros

Faro de Cabo Vilán (Fuente: El Búho nº 30 vía Wikimedia)

Son esos centinelas de la costa gallega que guían a los barcos con su luz. Esos símbolos del mar sin los que apenas podría entenderse la historia de tantas y tantas villas marineras de Galicia. Algunos, ligados a catástrofes marinas que, a pesar de su presencia, no pudieron evitarse; otros, siempre alerta, se han convertido en atractivos turísticos de una tierra que vive unida al mar. 

Tenemos el faro romano más antiguo en funcionamiento, la Torre de Hércules, pequeños faros en O Morrazo, grandes faros en Costa da Morte, como el de Fisterra o Cabo Vilán y hasta un faro donde vivir el último ocaso peninsular: Touriñán. Y disfrutamos de un Camiño dos Faros por el que caminar en busca de estos guardianes costeros. 

Faros en pequeñas islas, como el de Illa Pancha en Ribadeo y coloridos faros en paisajes imponentes como el de Cabo Ortegal. No hay Galicia sin faro, ni faro que no quisiera alumbrar eternamente la costa gallega. 

5. Las playas

Playa de Barra (Fuente: Shutterstock)

Casi 1.500 kilómetros de costa permiten a Galicia disfrutar de cientos de grandes arenales, playas y pequeñas calas. Son otro de los elementos de nuestro patrimonio natural que nos definen. 

La playa en Galicia no sólo se aprovecha en verano para bañarse o tumbarse al sol, también se pasea en invierno o se admira desde lo lejos. Sería imposible nombrar aquí algunas de las mejores playas de Galicia, pero hay que citar la Playa de las Catedrales, las playas de la costa ferrolana, la playa urbana de Riazor, las más salvajes de Costa da Morte desde Razo hasta Carnota, la más larga de la comunidad con 7 kilómetros de longitud. O las playas paradisíacas de las Rías Baixas. 

6. Los acantilados

Acantilados de papel de Xove (Fuente: Shutterstock)

Y de las playas saltamos a los acantilados, esos salientes rocosos de costa a gran altura que nos permiten observar el mar embravecido batiendo contra las rocas. 

En una costa tan recortada hay muchos. Pero los más nombrados son los de Vixía de Herbeira, los más altos de Europa continental con sus 613 metros de altitud. Y los acantilados de Loiba en Ortigueira, donde se dice y se rumorea que se encuentra “el mejor banco del mundo”. 

7. Los bosques

Fragas do Eume (Foto: Emma Sexto) Emma Sexto

Hubo una época en la que Galicia estaba poblada por frondosos bosques. Y todavía lo está, pero muchos de ellos han desaparecido y de los bosques atlánticos, por ejemplo, tan sólo queda como paradigma el Parque Natural das Fragas do Eume. 

Caminar por rutas de monte y bosque define nuestra esencia como gallegos, siempre en contacto con la naturaleza. La Fraga de Catasós, el Bosque da Fervenza, la Serra da Enciña da Lastra o el Bosque de Sequoias de Poio son algunos de los bosques gallegos por los que merece la pena pasear. 

8. Las fervenzas

Fervenza de Vilagocende (Fuente: Shutterstock)

Es oír el rumor de una fervenza y sentirnos identificados con la riqueza natural de Galicia, que no sólo se nutre de mar y costa, si no también de montes y ríos. Son precisamente estos ríos los que se precipitan en forma de cascada formando lo que en Galicia llamamos fervenzas. 

También hay cientos repartidas por toda la geografía gallega: la Fervenza do Toxa, las Fervenzas de Toques y de Augacaída, los Torrentes do Mácara, la Fervenza de Belelle, las Férvedas de Carballo… La más curiosa, la Fervenza do Ézaro, por ser el Xallas el único río de Europa que llega al mar en forma de cascada. 

9. Las ferias

¡Qué sería de Galicia sin las ferias y los feirones! No hay localidad gallega que no tenga su propia feria tradicional, esos espacios que antaño suponían el único mercado de tantos pueblos y que hoy ya forman parte ineludible de nuestra cultural popular. 

En una feria gallega encuentras de todo. Desde puestos de gastronomía hasta ropa y artículos del hogar a precios más que razonables. Carballo, Paiosaco, Sada o Betanzos, por nombrar algunas ferias de la provincia de A Coruña, son de las más frecuentadas. 

10. Las fiestas gastronómicas

Pulpo á feira (Foto: El Español)

Pero si hay algo que define de verdad a un gallego o gallega es el buen comer. Aquí somos “de bó dente”, tenemos buen producto local (pescados, carnes, verduras y mariscos) y todo lo celebramos comiendo. 

¿Qué es Entroido? Dame un lacón con grelos y pásame unas orellas y unas filloas de postre. ¿Qué llega San Xoán? Asamos unas sardinas acompañadas de brona y regadas con un buen vino de la tierra. 

En verano venga marisco y en Navidad pues…un poco de todo. Podemos presumir de tener una de las mejores ofertas gastronómicas del mundo

Emma Sexto

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